Nace la 'América bolivariana'

La alianza estratégica entre La Habana y Caracas se consolida a pasos de gigante. Quedó demostrado el martes, cuando los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez, y de Cuba, Fidel Castro, firmaron sorprendentemente un sustancioso convenio de cooperación que amplía los lazos ya existentes y establece la eliminación de aranceles a las importaciones entre ambos países, el otorgamiento de facilidades para las inversiones, la venta de petróleo a un "precio mínimo de 27 dólares el barril" y el financiamiento estatal por parte de Venezuela de proyectos en el sector energético y de la industria eléctrica cubana.

El convenio fue presentado por ambos mandatarios como parte de la iniciativa de integración latinoamericana lanzada por Chávez con el nombre de ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas), que pretende convertirse en la contrapropuesta del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que promueve Estados Unidos en la región. Además del acuerdo bilateral, Castro y Chávez suscribieron una declaración conjunta en la que atacan con dureza al ALCA, considerándolo "la expresión más acabada de los apetitos de dominación" de EE UU sobre el hemisferio, que, de prosperar, conduciría "a la desnacionalización de la economía de la región y una subordinación absoluta a los dictados del exterior".

Los documentos fueron firmados por los dos líderes revolucionarios al concluir un acto político en el teatro Carlos Marx de La Habana, realizado para celebrar el décimo aniversario del primer encuentro entre ambos. En un principio se pensó que la visita a Cuba del ex teniente coronel de paracaidistas -la undécima que realiza desde aquel 13 de diciembre de 1994-, tendría únicamente valor simbólico y conmemorativo, pero nada más lejos de la realidad. En los discursos de Carlos Marx, Castro se descolgó de modo imprevisto con la noticia de que momentos después se firmaría un importante acuerdo de vocación latinoamericanista "que haría historia", y después Chávez remató la idea: con el ALBA, "la iniciativa alternativa al proyecto perverso y neocolonial que nos quieren imponer... el ALCA ha muerto".

La prensa extranjera fue avisada a toda prisa para que se trasladara al Palacio de la Revolución. Y allí, en el solemne salón del Escudo, sentado en una silla de ruedas pero sonriente, Fidel Castro estampó su firma junto a la de Chávez en los dos documentos, que demuestran lo bien trabado que está el eje político, ideológico y económico entre La Habana y Caracas.

El acuerdo bilateral no tiene desperdicio: ambos países eliminan de modo inmediato "los aranceles o cualquier tipo de barrera no arancelaria" a todas las importaciones; se exime de impuestos sobre los beneficios a toda inversión estatal y de empresas mixtas venezolanas durante el periodo de recuperación de la inversión; se eliminan las restricciones a estas inversiones, permitiendo que Venezuela puedan tener el control del 100 % de los futuros negocios conjuntos; a partir de ahora, Cuba podrá comprar crudo venezolano a "un precio de garantía no inferior a 27 dólares el barril, siempre de conformidad con los compromisos asumidos por Venezuela dentro de la OPEP". En la actualidad, Caracas suministra 53.000 barriles diarios a precios preferenciales y con facilidades financieras, que cubren un tercio de las necesidades de la isla.

Está previsto, además, la financiación de proyectos en el sector energético y de la industria eléctrica cubana, la "apertura de subsidiarias de bancos de propiedad estatal de un país en el territorio" de la otra nación; y Cuba ofrece 2.000 becas anuales a Venezuela y amplía las esferas de colaboración de los 15.000 médicos de la isla que en la actualidad trabajan en ese país, entre otras áreas de cooperación. A juicio de Chávez y Castro, este acuerdo, dentro ya del espíritu del ALBA, es el primer paso en la construcción de esa América unida que soñaron Simón Bolivar y José Martí y de la que ellos se consideran valedores principales.