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Reportaje:

Mejor prevenir que fumigar

Barcelona aplica un plan para prevenir las plagas en los edificios y evitar las fumigaciones tóxicas

La fumigación se ha convertido casi en una costumbre. En muchos locales y edificios se realizan tratamientos químicos contra todo tipo de organismos -cucarachas, pulgas, hormigas, etcétera- de forma repetitiva, generalmente una o más veces al año. En estos tratamientos suelen usarse plaguicidas como los organofosforados o los piretroides, que matan a los insectos pero que también son tóxicos y peligrosos para la salud humana, sobre todo cuando se aplican mal, algo bastante más frecuente de lo que se suele pensar.

Sólo en Cataluña en los últimos años se han contabilizado unas 600 personas que han sufrido daños en su salud por la exposición involuntaria a plaguicidas en sus lugares de trabajo. De ellas, unas 150 han sufrido intoxicaciones agudas con secuelas graves. Y se supone que puede haber muchas más personas afectadas que no figuran en las estadísticas al no haber sido diagnosticadas correctamente. La mejor manera de evitar el problema sería no dejar que se produzca la plaga de insectos para no tener que utilizar productos nocivos. Eso es exactamente lo que está consiguiendo el Ayuntamiento de Barcelona en sus locales y oficinas.

Sólo en Cataluña se han contabilizado 600 casos de intoxicación por fumigaciones
Las alfombras pueden retener plaguicidas que pueden estar activos durante seis meses
El tratamiento consiste en soluciones físicas, mecánicas y biológicas para evitar las plagas

Los efectos de los pesticidas sobre la salud humana pueden ser tan importantes como difíciles de diagnosticar. En las intoxicaciones agudas se producen una larga lista de alteraciones, desde dificultades respiratorias y síndromes irritativos a un conjunto de trastornos neuropsicológicos graves como pérdida de memoria, dificultades de concentración, cefaleas o incapacidad para realizar las tareas más rutinarias.

También se pueden producir alteraciones en el sistema endocrino: aumento en la producción de estrógenos, fenómenos autoinmunes, problemas de hipotiroidismo... A menudo se detecta el llamado síndrome de fatiga crónica, que se manifiesta como debilidad y cansancio. Y también puede producirse el síndrome de intolerancia ambiental idiopática, en el que los síntomas del paciente empeoran si se expone a sustancias químicas ambientales inocuas para el resto de la población, como puede ser un perfume.

Este abanico de problemas de salud tiene efectos devastadores en los casos más graves y pueden llegar a incapacitar a la persona afectada para llevar una vida normal. La cantidad de alteraciones es muy diversa y compleja. Y como los síntomas son difusos y a veces confusos, las intoxicaciones por plaguicidas no se suelen identificar como tales y suelen relacionarse con otras causas muy diversas, casi siempre ajenas al ámbito laboral, desde afecciones víricas a problemas de personalidad.

La exposición a pesticidas se produce siempre de forma accidental y afecta a los trabajadores o usuarios del centro en el que se ha realizado la fumigación. El riesgo deriva no sólo de la peligrosidad del producto -los organofosforados encabezan el ranking, seguidos de los carbamatos y los piretroides-, sino de su forma de aplicación. La pulverización es uno de los métodos más peligrosos, ya que el producto puede extenderse por dentro del edificio a través de los conductos de ventilación, y algunos materiales, como alfombras o moquetas, pueden retener involuntariamente dosis de plaguicidas que pueden estar químicamente activos durante seis meses.

La mejor manera de preservar la salud de los trabajadores es, simplemente, dejar de usar pesticidas. Este es el método de prevención que aplica la ciudad de Barcelona en sus 620 centros de trabajo y dependencias municipales. Se trata de evitar que la plaga se produzca para no tener que recurrir a la fumigación. La receta básica es muy sencilla: "Mantenimiento correcto de los edificios y limpieza", dice Jordi Aldecoa, responsable de los Servicios de Prevención de Riesgos Laborales del Ayuntamiento barcelonés. Las medidas que explica Aldecoa son de una simplicidad rotunda: "Si la cocina del comedor de una escuela se mantiene limpia y sin restos de comida, no habrá cucarachas".

La metodología que se ha implantado en Barcelona empieza por cuestionar el mismo concepto de plaga. Según Josep Jurado, jefe técnico del Servicio de Prevención barcelonés, "los insectos conviven con nosotros y es imposible eliminarlos. Por ello sólo se considera que existe una plaga cuando los animales empiezan a afectar al desarrollo normal de la vida humana". Con esta filosofía se han establecido unos niveles de tolerancia para diversos organismos y se evalúa qué densidades se consideran excesivas y cuáles son aceptables.

El tratamiento preventivo básico consiste en una serie de soluciones físicas, mecánicas y biológicas para evitar que se produzcan plagas. Si se controlan los bajantes de los edificios, por ejemplo, se evita que las cucarachas se difundan. Si se tapan los agujeros se evitará que entren las ratas. Y así sucesivamente.

Si al final no hay más remedio que actuar, el Ayuntamiento barcelonés dispone de un protocolo completo que exige realizar una inspección, elaborar un informe previo y evaluar los riesgos. Se da prioridad a los productos específicos y a los sistemas de aplicación selectivos. Por ejemplo, el pesticida no se pulveriza, sino que se coloca en gotas de gel. Es un sistema "que no mata a todos los individuos de golpe, pero que actúa contra toda la colonia", señala Aldecoa. Inicialmente, "es un sistema más caro, pero a la larga resulta mucho más económico porque se acaba con el problema", comenta Jurado. "Los productos genéricos son más baratos, pero hay que repetirlos continuamente porque no eliminan el problema. Es mucho más económico prevenir", sentencia Jordi Aldecoa,

Las cifras demuestran que el sistema funciona. En el año 2003 sólo se utilizaron productos nocivos en el 3% de 257 tratamientos realizados. Un porcentaje muy bajo si tenemos en cuenta que antes de la aplicación de esta metodología era habitual utilizar productos peligrosos en el 80% de los tratamientos, de forma repetitiva y sin estudios previos. Además, el número de tratamientos cada vez es menor, ya que se está consiguiendo eliminar las plagas en numerosos centros.

Ahora que el método está implantado todo parece obvio, pero los responsables destacan que el proceso "no ha resultado fácil". Ha habido que vencer muchas resistencias y costumbres adquiridas. Y llevarse más de un desengaño: "Algunas empresas dicen realizar lucha integrada, pero en realidad no lo hacen. Si estudias con detalle su sistema de actuación, no es el que nosotros consideramos correcto", denuncia Jordi Aldecoa. Una dificultad más que añadir a un sistema que, al final, compensa con creces las dificultades en su implantación.

Rueda de prensa de afectadas por uno de los primeros casos de intoxicación por fumigación que se hicieron públicos.
Rueda de prensa de afectadas por uno de los primeros casos de intoxicación por fumigación que se hicieron públicos.EL PAÍS

Demandas y condenas

Las denuncias por daños para la salud derivados de las fumigaciones de fábricas y oficinas están creciendo. Sólo en Cataluña, entre 1994 y 2003, 679 empleados notificaron dolencias relacionadas con las fumigaciones en sus puestos de trabajo. El colectivo de abogados Ronda ha presentado en los últimos cuatro años casi 40 denuncias contra empresas, entre ellas la propia Seguridad Social y la Generalitat. También se han constituido grupos de afectados, como la asociación Adquira. En 1994, un juez de Barcelona condenó a pagar casi 20 millones de pesetas a cada una de las siete mujeres que quedaron inválidas por fumigaciones en el hospital Vall d'Hebron. En 2002, otro juez de Barcelona condenó a indemnizar a otras dos personas intoxicadas por fumigaciones en un centro municipal y en un hotel de la ciudad.

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