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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Todavía Palomares

Hace cerca de 39 años dos aviones estadounidenses tuvieron un accidente durante un repostaje en vuelo y cayeron sobre el pueblo almeriense de Palomares cuatro bombas nucleares, de las que dos se rompieron y el material radiactivo se dispersó sobre el suelo. La maniobra nunca debió realizarse en ese lugar y el accidente nunca debió producirse. Las autoridades de la época y el Ejército de Estados Unidos pusieron en marcha un aparatoso dispositivo para limpiar la zona, pero no se logró por completo, ni se eliminaron todos los restos de material radiactivo. El control de la radiación en superficie y de la salud de los vecinos ha sido constante desde entonces, aunque no haya habido peligro reseñable. Pero ahora existe una presión urbanística sobre el suelo afectado: sus propietarios quieren utilizarlo para construir o para cultivar.

Algunas medidas de radiación en el subsuelo poco profundo han revelado que quedan bajo tierra plutonio y otros actínidos. Cualquier movimiento de tierras puede aflorar materiales que contengan estos elementos radiactivos y dispersarlos al ambiente. Se desconoce la cantidad en que se encuentran ni su distribución en el subsuelo. Por esa razón, el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) y el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) han recomendado la expropiación de los terrenos, un estudio en profundidad, un plan de limpieza y la descontaminación de la zona.

Cerca de 39 años son muchos como para que el problema de enero de 1966 aún no haya sido resuelto. Los sucesivos Gobiernos han mantenido el control sanitario y medioambiental, pero no ha sido suficiente. El Gobierno actual se ha comprometido a efectuar la expropiación a la mayor brevedad y proceder según las recomendaciones del CIEMAT y el CSN. En el momento final, una cierta cantidad de tierra contaminada habrá de ser retirada y depositada en lugar seguro. Habida cuenta del origen del problema y la naturaleza de la primera operación de limpieza en 1966, es imprescindible que se produzca una estrecha cooperación entre las autoridades españolas y las estadounidenses, debiendo responsabilizarse estas últimas del destino final del plutonio y demás elementos radiactivos.

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