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Reportaje:

Nueva York se entrega al nuevo MoMA

Más de 15.000 personas acudieron el sábado a la reapertura gratuita del museo, que celebra su 75º aniversario

Era el primer día, era gratis y era el MoMA. La reapertura el pasado sábado del Museo de Arte Moderno de Nueva York, que alberga, según algunos críticos, la mejor colección de arte moderno y contemporáneo del mundo, atrajo a 15.000 personas, según las primeras estimaciones. Neoyorquinos de pura cepa y turistas sorprendidos por la suerte de visitar la ciudad el día que el MoMA reabría sus puertas tras una remodelación que ha durado casi tres años, no dudaron en desfilar pacientemente bajo la lluvia haciendo colas de hasta dos horas por las avenidas circundantes al museo. Todos bullían de curiosidad por conocer la nueva sede, que ha firmado el arquitecto japonés Yoshio Taniguchi y que ha costado en total 858 millones de dólares.

La espera merecía la pena, ya que, además del placer de admirar el nuevo edificio -una mera excusa para rendirse ante una colección que puede presumir de cuadros tan significativos como La noche de estrellas de Van Gogh o Las señoritas de Aviñón de Picasso-, el MoMA celebraba su reapertura con una jornada de puertas abiertas completamente gratuita, con la que además festejaba también su 75º aniversario.

"Estoy completamente abrumado. No encuentro palabras para describir lo que siento. La cantidad de gente esperando por entrar es absolutamente inspiradora", declaró el sábado Glenn D. Lowry, el director del museo, que se deleitaba observando el interés despertado por la reapertura del centro.

Ayer, en cambio, el museo, situado en la Calle 53, en pleno corazón de la isla de Manhattan, y en el mismo sitio que lo ha visto crecer y expandirse desde que se instaló allí, tres años después de su nacimiento en 1929, comenzó a cobrar la entrada. Y la cifra, veinte dólares, es lo suficientemente alta como para atemorizar a algunos enamorados del arte, que ayer no acudieron de forma tan multitudinaria, aunque también se registraran colas. "Hemos tenido que esforzarnos por equilibrar nuestras necesidades económicas con la necesidad de mantenernos dentro del presupuesto", se excusaba Lowry atribuyendo el aumento, entre otras cosas, a los costes de los seguros.

Para justificar el precio de una entrada que se ha incrementado en un 63% y que convierte el MOMA en el museo más caro de Estados Unidos, el director añadía: "Si los que se quejan quieren museos gratuitos que hagan campaña para que el Gobierno los apoye. Vivimos en un país en el que la cultura cuesta", dijo a The New York Times.

Un crítico de ese diario no ha tenido piedad y ha definido el nuevo precio como "una cifra detestable y cínica" , aunque un editorial de ese diario publicado el sábado invitaba suavemente al museo a "hacer accesible la colección a todos los amantes del arte. Es una responsabilidad tan crucial como mostrarla apropiadamente. Su éxito en lo segundo convierte en algo aún más importante seguir apostando por lo primero".

Mientras, algunos ciudadanos han decidido alzarse en armas. Desde hace una semana el pintor Dan Levenson se ha instalado a las puertas del MoMA vestido de hombre-sandwich con un cartel gigante de 20 dólares sobre el que se puede leer freemoma.org. "Es una página web desde la que pedimos que rebajen el precio del ticket y que se aumenten las horas de entrada gratuita (actualmente de 4 a 8, los viernes). Se han gastado demasiados millones en autocomplacencia. En vez de hacer una sede tan fastuosa podrían haberse ahorrado algo y no haber puesto un precio tan desorbitado y clasista", comentaba a este diario Levenson. Otro pintor, el belga Filip Noterdaeme, consiguió colarse el martes en una de las fiestas de inauguración a la que asistían, entre otros, artistas con obra en el museo como James Rosenquist, y repartir octavillas en las que se podía leer "Manhattan vuelve a ser saqueado".

Sin duda, el que el MoMA fuera gratis por un día fue el principal motivo de atracción para las masas. "Con veinte dólares yo como dos días", aseguraba en The New York Times Lucía Smith, de 22 años, que acudió el sábado para no tener que pagar. Sin embargo, en una ciudad de ocho millones de habitantes hay espacio para todo tipo de opiniones. "Este sitio es increíble. Yo habría venido aunque no fuera gratis. Merece la pena pagar cualquier precio", aseguraba Gail Worgan.

Otros subrayaban la importancia de que los menores de 16 años entren gratis y los estudiantes con descuento. "Las obras de arte son una gran inspiración para los niños y estimulan su creatividad", afirmaba Rosa María Stafford haciendo cola junto a sus dos hijos.

Un aspecto de las enormes colas que se formaron el sábado para visitar la nueva sede del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Un aspecto de las enormes colas que se formaron el sábado para visitar la nueva sede del Museo de Arte Moderno de Nueva York.EFE

El arte del amor

La contemplación de un cuadro de Matisse les hizo llorar juntos hace diez años en el MoMA. Y el sábado, un día después de que celebraban el décimo aniversario de su fortuito encuentro, su pasión por el arte les volvió a llevar a las puertas de un museo que les recibió con los aplausos de sus trabajadores y un carné de socios vitalicios. Tad Davis y Susan Vosburgh eran las dos primeras personas que entraban en la flamante sede del MoMA, y su director, Glenn D. Lowry, se lo agradeció en persona.

Davis y Vosburgh, de 41 y 37 años respectivamente, neoyorquinos reinstalados en la vecina New Jersey, habían acudido a Nueva York a celebrar sus diez años de amor incondicional. Davis, un diseñador gráfico, lo tenía todo planeado para sorprender a su esposa, artista plástica. Se levantó antes del amanecer, salió a escondidas de su habitación de hotel y se acercó hasta las puertas del MOMA, donde, para su sorpresa, aún no había nadie. Veinte minutos más tarde llegaba la segunda persona. Hacia las siete de la mañana, Davis telefoneó a su mujer: "¡Soy el primero en la cola del MoMA!".

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