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Columna
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La lengua

Miquel Alberola

Para terminar diciendo que "los valencianos han ganado la partida porque en Bruselas hay una Constitución en valenciano", que ha sido la salida torera del banderillero Esteban González Pons tras haber conducido la alucinación lingüística a una situación límite con resonancias esperpénticas en la capital de Europa, no era necesario romper el principio de Arquímedes. Para ser consecuente con esa dinámica ascendente, lo que hubiese correspondido, después de que la Unión Europea (UE) certificara que el catalán y el valenciano son la misma lengua, es que el Consell hiciera campaña para votar en contra de esa constitución, incluso que sacara a la Comunidad Valenciana de la UE y la pusiera en la Commonwealth o en ese plan. Sin embargo, el portavoz y el presidente, Francisco Camps, han preferido edulcorar su acorralamiento y, hasta que pase el congreso, dejarlo ahí con un horizonte saturado de amenazas y relámpagos. En el fondo sólo era un ejercicio cínico, y así lo certificó ayer en Tele 5 el propio Camps cuando aseguró que "no se trata de una cuestión técnica sino de sentimiento", incluso el alborotador González Pons, quien por fin ha encontrado un traje a su medida, que la definió como "una cuestión política, de derecho, no filológica". Por lo menos cuando Vicente González Lizondo salía a jugar a Esteban González Pons no sólo lo representaba sino que se lo creía y lo vivía como una anomalía tan biológica y visceral como sincera. Pero cuando González Pons juega a González Lizondo, por el contrario, su sobreactuación subraya en fosforescente la farsa que interpreta. La derecha valenciana utilizó primero la lengua como fórmula magistral para blanquear su pasado franquista, luego para demoler electoralmente al PSOE, después como punzón fratricida en el desprendimiento de Unión Valenciana de Alianza Popular, más tarde como moneda de cambio para que CiU diese la mayoría al PP en Madrid, ahora como cortina de humo para esconder el psicodrama interno que cerrará en falso hoy en el congreso. Sin embargo nunca la ha utilizado para lo que está hecha una lengua. La derecha ya le ha sacado mucho provecho al valenciano. Es hora de que le devuelva algo.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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