Médicos franceses se ocupan del grave estado de Arafat tras un viaje extenuante
Chirac decidió acogerle en Francia a petición del primer ministro palestino
El presidente palestino, Yasir Arafat, fue sometido ayer a las primeras pruebas médicas en el hospital militar Percy, al suroeste de la capital francesa, tras un viaje extenuante de ocho horas en el que se emplearon tres aparatos distintos. A falta de partes médicos, la representante de Palestina en Francia, Leila Chahid, aseguró que el líder había llegado "consciente y en buena forma". Sin embargo, no se le pudo ver físicamente a su llegada a territorio francés, a diferencia de los besos que el rais había esbozado en la escala efectuada en una base militar jordana antes de viajar a París.
Toda la operación se desarrolló bajo órdenes directas de Jacques Chirac. El presidente francés confirmó que había tomado personalmente la decisión de acoger a Arafat en territorio francés. El líder palestino había comentado en 1997 que cada vez que tenía problemas iba a ver "al doctor Chirac", y éste ha respondido decretando máxima prioridad para ocuparse del primer viaje de Arafat fuera de los territorios palestinos desde hace tres años, en medio de la incertidumbre provocada por su estado de salud y el futuro de su pueblo.
La jornada del enfermo de 75 años comenzó a primera hora de la mañana en Ramala. Un coche blindado le trasladó desde su cuartel al helipuerto semidestrozado, despejado horas antes para permitir el aterrizaje de dos helicópteros jordanos. Arafat se esforzó en sonreír a la multitud congregada para despedirles, según se vio a través de las cámaras de televisión. Este primer helicóptero le transportó a una base militar cerca de Ammán, donde le esperaba el Falcon 50 enviado por el Gobierno francés.
El líder palestino hizo a pie el corto trayecto hasta el avión, que enfiló la ruta desviándose para no rozar el espacio aéreo israelí. Tras tomar tierra en la base aérea de Villacoublay, al suroeste de París, fuertemente protegida por militares y policías, el líder palestino tuvo que tomar el segundo helicóptero del día para llegar hasta el hospital, en Clamart, una localidad al suroeste de París, donde los medios de comunicación tuvieron que contentarse con ver a distancia la camilla rodeada de médicos, enfermeros y guardaespaldas.
Arafat fue acompañado por su mujer, Suha, 34 años más joven que él, que ha vivido los años de confinamiento del líder palestino entre París, Londres y Nueva York. Ella no dijo nada a los periodistas. La representante de Palestina en Francia, Leila Chahid, se encargó de actuar como portavoz, asegurando que tanto Arafat como su esposa se habían quedado "tranquilos" y "felices" de estar en Francia, donde se encuentra en manos de "los mejores médicos".
La representante palestina alude a la buena reputación del hospital militar Percy en la especialidad de hematología. Se trata de un establecimiento moderno y bien dotado, a cargo del Estado. A falta de un parte médico sobre la salud de Arafat, otros doctores consideran probable que padezca una leucemia, muy difícil de tratar si su origen es el cáncer de estómago que se ha rumoreado. Los especialistas ajenos al equipo médico consideran imposible efectuarle un trasplante de médula ósea, dada la avanzada edad del enfermo.
Políticamente, la hospitalización en Francia ha sido recibida con respeto por todos los sectores del país, incluido el silencio de las instituciones representativas de la comunidad judía. Francia ha sostenido siempre al líder palestino, a pesar de las acusaciones de corrupción en su entorno y de las reclamaciones de víctimas de atentados palestinos. Las familias de seis de ellas publicaron ayer un comunicado en el que dicen que Arafat debería ser encausado judicialmente, una vez en territorio francés.
Chirac trató de atar en corto el atisbo de polémica, atribuyéndose a sí mismo la decisión de acoger a Arafat. El jefe del Estado no tiene "razón alguna para no creer" las garantías dadas por Israel de que Arafat podrá volver. Pero nadie se atrevía anoche a pronosticar la evolución de los acontecimientos, que ante todo pueden depender del diagnóstico sobre el estado de salud del líder árabe.
"Arafat no quería irse de los territorios palestinos, pero Francia estaba dispuesta a acogerle. Sharon, que no podía hacer otra cosa, aseguró que podría volver. Y sobre todo, los médicos tunecinos, egipcios, jordanos y palestinos le dijeron que iba a morir si no se iba", ha explicado Amnon Kapeliouk, biógrafo de Arafat, en declaraciones a France Presse. "Si sale de esta grave situación, habrá una nueva batalla para regresar [a Ramala], pero los israelíes ya no podrán hacer lo que les da la gana: esto se ha convertido en un asunto internacional".
Javier Solana, máximo responsable de la política exterior europea, viajó ayer a París y se reunió con colaboradores de Arafat para interesarse por su estado de salud.
Un hipocondriaco depresivo
El presidente Yasir Arafat no bebe, tampoco fuma, come poco y sus hábitos sexuales se adivinan escasos. Su única pasión es el trabajo, las comedias de la televisión y los dulces, especialmente el knafe, un postre original de Nablús, hecho con leche y azúcar, habitual en el mes de Ramadán. La conclusión es una salud excelente, que, sin embargo, empezó a quebrarse en la primavera de 1992, cuando el avión en el que viajaba, con un grupo de colaboradores, se estrelló en el desierto de Libia. El accidente conmocionó a la opinión pública internacional, que durante unas horas dio por muerto al líder de la OLP. Las secuelas del siniestro fueron importantes, ya que le produjeron unas lesiones en la cabeza, que a su vez ocasionaron unos coágulos, de los que tuvo que ser operado en Ammán. Los especialistas aseguran que este cuadro ha tenido repercusiones en su salud mental y física, que desde entonces ha venido manifestando diversas enfermedades, incluidos temblores en los labios y en las manos. Especialistas norteamericanos aseguran también que el presidente padece una hidrocefalia que le provoca además dolores de cabeza. El síntoma más alarmante de todo este cuadro clínico es, según los expertos, una constante propensión a hipocondria y a la depresión, que le lleva algunas veces a encerrarse en sí mismo, para pasar luego a convertirse en un ser intratable y colérico. Sus estallidos de ira se han hecho más evidentes tras su confinamiento en la Mokata.
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