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200 infantes de marina españoles llegan a Haití para estabilizar el país

La ONU espera que la fuerza internacional de paz supere los 6.000 soldados

Juan Jesús Aznárez

El buque de asalto Castilla fondeó ayer en aguas de Cabo Haitiano con 200 infantes de marina españoles dispuestos a colaborar en la reconstrucción de un país bajo protectorado internacional porque guerrea y no sabe gobernarse desde su independencia de Francia hace dos siglos. Los infantes actuarán en el relativamente tranquilo noreste, lejos de Puerto Príncipe, todavía a tiros. Los responsables de la misión de la ONU para Haití cofían en lograr el arribo, para finales de noviembre, de los 6.700 soldados comprometidos en la resolución 1.542.

"No veo a los haitianos con voluntad de salir adelante", dice un policía extranjero

La situación que se encuentran los españoles está muy lejos de las estabilización. Más de 50 personas murieron en la capital durante los choques de las últimas semanas con bandas que exigen el regreso del ex presidente Jean-Bertrand Aristide, derrocado en febrero.Tres guardias civiles participaron en dos patrullas hostigadas a balazos en barrios conflictivos.

La vertebración de la primera república negra de América, con más del 80% de sus ocho millones de habitantes casi en la miseria, obligará a una prolongada permanencia de las tropas y técnicos internacionales puesto que aquí casi nada funciona: es la nación más corrupta del planeta, según Transparencia Internacional; su Administración, caótica; la supervivencia, primitiva, y la cultura de la negociación política, inexistente porque desalmados civiles, caciques militares y sátrapas de ínfulas napoleónicas aplicaron la cultura del cuartelazo y el machete desde la independencia. "Y además no veo a los haitianos con voluntad de salir adelante", lamenta uno de los 37 policías extranjeros, de 12 países, encargados de adiestrar a la policía local.

La salvación de esta sociedad penitente pasa por la cimentación de un embrión de Estado de derecho que evite la vulneración de los derechos fundamentales y aporte ciertas garantías. "Aquí hay muchas ONG y muy poco gobierno", resume un alto funcionario latinoamericano.

Los 800.000 habitantes de Cabo Haitiano, la segunda ciudad del país, se buscan la vida. Miles de mujeres venden carbón vegetal y baratijas en las calles, a veces muy cerca de basureros donde hociquean los cerdos, y miles de hombres jóvenes haraganean en las solanas. Pareciera que nadie tiene un oficio digno de ese nombre. Unos prefieren a Aristide y otros lo detestan, pero la política no obsesiona. La obsesión es comer.

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"Buscamos que el pueblo se implique en los proyectos de desarrollo", dice Milko Medic, teniente del Batallón Chile, integrado por 335 soldados de las tres armas. Los 80 destinados a Fort Liberté, situado a 60 kilómetros de Cabo Haitiano, serán replegados cuando lleguen los infantes de marina españoles y marroquíes, que patrullarán el Departamento Noreste, con base en Fort Liberté. Los chilenos no han afrontado manifestaciones o alteraciones de orden público porque en este área los chimeres, los matones que piden la vuelta de Aristide, son pocos. "La gente nos recibió bien porque sabe que queremos darles seguridad". Hubo ocasiones en que vecinos a los que robaron gallinas pidieron la intervención del batallón chileno, cuya gran potencia de fuego no es la adecuada para la persecución de ladrones de aves de corral.

Los responsables de la Misión de Naciones Unidas para la Estabilización de Haití confían en lograr el arribo, para finales de noviembre, de los 6.700 soldados comprometidos en la resolución 1542 de la ONU. Brasil, que dirige la fuerza multinacional, apremió el envío de todos los contingentes para proceder al desarme masivo de la población e impedir que los partidarios de Aristide y las milicias contrarias entren en colisión frontal a balazos y la situación se desquicie. Hasta ahora se han desplegado en Haití cerca de 3.000 soldados y policías. "Esperamos contar finalmente con 6.200 soldados y 2.400 policías", precisó Juan Gabriel Valdés, enviado especial de Naciones Unidas.

Salvo en Puerto Príncipe, la tranquilidad es notable en casi todo el país. Los chilenos serán el ariete de Cabo Haitiano de producirse disturbios graves, mientras los policías internacionales, entre ellos dos españoles, enseñan a los locales cómo patrullar y organizar comisarías, cómo investigar sin torturar y cómo hacerse respetar. "Queda mucho por hacer", dice un agente español. La protección de las propiedades, la asistencia a civiles en peligro y la escolta de funcionarios también les incumben. Paralelamente, la ONU y las diferentes organizaciones de ayuda distribuyen alimentos y medicinas, promueven cultivos y regadíos y proyectos de resultados rápidos, la mayoría con un presupuesto inferior a los 15.000 dólares.

>Los infantes de marina españoles conocerán el tórrido lazareto de América; batirán la zona fronteriza con República Dominicana y no se toparán con emboscadas guerrilleras sino con campesinos míseros y errantes, niños sonrientes y desnutridos, contrabando de víveres de primera necesidad, comercios elementales y la sensación de que el eventual renacimiento de Haití llevará decenios. "El futuro de este país depende de cómo queremos que sea nuestra misión. Si se trata de estabilizar la paz, pues será relativamente breve, pero si queremos garantizar una Administración estable, tendremos que quedarnos muchos años", anticipa uno de los portavoces de la misión de la ONU.

Dos infantes de marina españoles, a su llegada a Haití.
Dos infantes de marina españoles, a su llegada a Haití.EFE
Una mujer haitiana pasa por delante de unos blindados de la ONU en un barrio de Puerto Príncipe.
Una mujer haitiana pasa por delante de unos blindados de la ONU en un barrio de Puerto Príncipe.EFE

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