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CONVIVENCIA EN LA ESCUELA

Tres maneras de combatir la violencia

Un estudio propone a los profesores medidas para evitar los conflictos entre alumnos

La escuela no puede quedarse paralizada ante la violencia. Y, sin embargo, muchas veces hace la vista gorda y tiende a minimizar peleas o insultos entre alumnos por pensar que es un problema de chavales que ellos mismos sabrán resolver. Sólo cuando la situación es muy grave, el equipo docente suele intervenir con medidas sancionadoras, como la expulsión.

Los sindicatos disculpan a los profesores porque tienen poco margen de actuación. "Primero, por la familia del agresor, y luego, porque la Administración educativa suele dar la razón a los padres. Además, no existen mecanismos claros para que el docente pueda intervenir", señala la Federación de Enseñanza de CC OO. En UGT corroboran esta afirmación: "Los profesores carecen de medios para resolver el problema".

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Para paliar esta situación, la ministra de Educación, María Jesús San Segundo, anunció la semana pasada que está previsto desarrollar en los próximos meses programas de formación para el profesorado con el objetivo de erradicar la violencia entre los alumnos en los colegios.

Mientras tanto, para guiar a los profesores en la tarea de erradicar la exclusión y resolver los conflictos de manera pacífica, el Instituto de la Juventud ha elaborado el informe Prevención y lucha contra la exclusión desde la adolescencia. La violencia entre iguales en la escuela y en el ocio, a cargo de un equipo de psicólogos de la Universidad Complutense. El estudio recoge tres medidas preventivas contrastadas que los profesores pueden poner ya en marcha en el aula. Éstas son:

- Intervención a la primera señal. Desde que un niño pega o se burla del otro, los profesores deben tomar cartas en el asunto, explica la catedrática de Psicología de la Educación y directora del estudio, María José Díaz-Aguado. Esto se debe hacer desde la etapa de infantil. La intervención de los docentes debe consistir en mediar y en enseñar a los alumnos a resolver los conflictos y a que descarten radicalmente la violencia.

Pongámonos en situación. Una profesora observa en clase cómo un alumno ha empujado a otro porque quería quitarle un juguete. Lo primero que tiene que hacer esta docente será preguntar a los dos chavales qué ha pasado y escuchar las dos versiones. Lo segundo, explicarles que no se debe pegar, a través de preguntas como éstas: "¿A ti te gustaría que te pegasen?", "¿por qué no te gusta?", "¿por qué lo has hecho?". El objetivo es que los chavales se den cuenta de que han actuado mal, que se arrepientan y que reparen lo que han hecho. "Cuando estas tres acciones se dan conjuntamente, el aprendizaje es mucho más eficaz. No vale con que el agresor sólo tenga sentimiento de culpa, debe poder reparar lo que ha hecho mal", señala Díaz-Aguado. Si la agresión ha sido muy grave, se debe hablar con los implicados por separado.

- Currículo de la no violencia. El punto de partida es que el profesor explique a los alumnos en qué consiste la igualdad de derechos para que ellos mismo debatan este tema en el aula, aportando sus puntos de vista. Se puede aprovechar la clase de tutoría para hacerlo. Otra actividad es que los chicos elaboren su propia declaración de derechos, que la comparen con la de Naciones Unidas y que discutan sobre qué sucede en realidad en su vida cotidiana. "Deben llegar a la conclusión de que todo derecho implica un deber", señala Díaz-Aguado. Además, es bueno que se pongan en el lugar de la víctima y en el del agresor para que corrijan distorsiones que, a veces, ocurren en ambos lados. "El objetivo es que descubran que la violencia origina una escalada que se puede volver contra uno", dice la catedrática. Y que se den cuenta, antes de poder llegar a ser agredidos, del riesgo que hay de sentirse culpable después. Está comprobado que cuando una persona ve a la víctima de un acontecimiento grave tiende a distanciarse y a pensar que lo que le ha ocurrido no le va a pasar a ella. "Solemos buscar qué hizo mal para provocar lo que le ha ocurrido", explica Díaz-Aguado. "Necesitamos creer que el mundo es justo y esta hipótesis se vuelve contra uno cuando te conviertes en una víctima". Son estos pensamientos los que hay que desterrar.

- Clases participativas. Esta iniciativa consiste en que todas las clases de todas las materias sean participativas. Y se consigue de la siguiente manera: en el aula el profesor forma equipos heterogéneos (de etnia, sexo, conocimiento...) de alumnos para que trabajen conjuntamente. Cada estudiante del grupo se ocupa de un área específica del tema que se está impartiendo junto con miembros de otros equipos. Su labor es recabar información y transmitirla al resto de sus compañeros de grupo. De esta manera, todos comparten lo que ha encontrado cada uno y aprenden unos de otros. Cada alumno es evaluado desde una múltiple perspectiva: por su trabajo de investigación, por cómo ha trabajado su grupo y por su trabajo individual.

"Los métodos tradicionales de enseñanza sólo dan protagonismo a los cuatro o cinco alumnos que van bien y lo que hay que hacer es dar protagonismo positivo a todos los chicos, incluso a aquellos que van peor", concluye Díaz-Aguado.

Un profesor imparte clase en un instituto de Madrid.
Un profesor imparte clase en un instituto de Madrid.ULY MARTÍN

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