"Este 'Diccionario de dudas' es intensamente normativo"
Cuando los hispanohablantes vean la bolaspa sabrán que algo están haciendo mal. El nuevo símbolo del Diccionario panhispánico de dudas es un redondel con un aspa dentro que hará sentir lo mismo que ante una señal de prohibido el paso. Porque este nuevo trabajo, cerrado ayer en el monasterio de Yuso, en San Millán de la Cogolla (Logroño), por las 22 academias del español que existen en el mundo, es, según Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española, "intensamente normativo y no puramente descriptivo". Es decir, que ante las dudas insistentes que llegan a las instituciones del idioma, éstas recogen y señalan las variantes que se dan, pero marcan y aconsejan el camino correcto, y, por supuesto, "censuramos las incorrecciones", asegura De la Concha. Es cuestión de crear conciencia para el debido uso del idioma y que no se disperse en más del 20% de variante que tiene ahora, un porcentaje que le proporciona una envidiable unidad que debe conservar para seguir consolidándose como lengua internacional.
"La necesidad de abordar un léxico vivo ya existía en la Real Academia Española y se abordó con el 'Diccionario ilustrado"
"Hace falta ser ciego para no darse cuenta de la importancia cultural y política que nos proporciona la lengua, que es el factor que nos une"
"Nosotros sólo somos una décima parte de los 400 millones de hispanohablantes, y la expansión la hacen sobre todo ellos por América del Norte"
Pregunta. ¿Qué les queda fijar desde hoy hasta la presentación del Diccionario panhispánico de dudas el próximo mes de noviembre en el Congreso del Español?
Respuesta. El texto está ya cerrado. Quedan aspectos a aprobar que tienen que ver con la presentación del mismo, cuestiones tipográficas, de promoción, las presentaciones que haremos, que serán por toda América junto a la nueva edición de El Quijote que ha preparado la Real Academia y que presentaremos conjuntamente en muchos sitios.
P. ¿No temen que el nuevo diccionario, por esa vocación de anticipación y respuesta inmediata a las dudas con las que nace, vaya a convertirse en una referencia más importante que el actual de la Real Academia?
R. No, en absoluto. No entra en competencia. Creemos que el nuevo trabajo reconducirá al tradicional a su verdadero lugar. La necesidad de abordar un léxico vivo ya existía en la RAE y se abordó con el Diccionario ilustrado, que recogía las voces emergentes sin que todavía hubieran cuajado en la lengua. Es un diccionario de avanzadilla. Ahora queremos que el DRAE recoja los términos asentados, que cribe y seleccione más las entradas, algo que nos planteamos a raíz de las críticas que se nos hicieron por la última edición por demasiado aperturistas.
P. ¿Es necesario reforzar algunos criterios que diferencien a los dos?
R. Por supuesto. El diccionario actual de la Academia está hecho por la sedimentación de distintas épocas, es un instrumento que sirve como código para comprender los textos escritos en español desde 1500 hasta el presente. El DRAE debe ahora centrarse en lo que es fijar la lengua y el nuevo Diccionario de dudas debe ser el vivo que va dando solución constante a los problemas que se presentan.
P. En ambos planteamientos, ¿qué papel juegan las nuevas tecnologías?
R. Crucial. Tanto que ya no son tan importantes las ediciones impresas. En relación al diccionario tradicional, por ejemplo. Desde que se publicó la vigésima segunda edición en 2001 se han aprobado 12.000 modificaciones en sesiones de la RAE en adiciones, lo que supone términos nuevos, y en enmiendas, que añaden nuevos significados. Esas novedades las volcamos en nuestra página web (http//www.rae.es). Ahora vamos con algo de retraso, pero en poco tiempo se hará trimestralmente. Es algo que elabora nuestro departamento de lingüística computacional, en el que trabajan 12 personas y que elaboran también programas específicos para que se respeten las normas del español a nivel global, algo para lo que tenemos acuerdos con Microsoft e IBM.
P. El trabajo del nuevo diccionario se ha realizado en consenso total con las 22 academias del español. La nueva política de la RAE con los americanos, ¿se debe más a una visión generosa o a la necesidad?
R. Todo influye. Desde las facilidades de la comunicación a una realidad determinante por razones demográficas. El eje vertebrador de la lengua se ha desplazado a América. Nosotros sólo somos una décima parte de los 400 millones de hispanohablantes, y la expansión la hacen sobre todo ellos por América del Norte. Pero nuestra nueva política responde sobre todo a una visión y a una nueva concepción que se ha venido fraguando a lo largo del siglo XX. La Asociación de Academias de la Lengua se creó en 1951. En el XIX habíamos visto conatos de ruptura, pero los académicos de entonces supieron pararlos impulsando la creación de estas instituciones por todos los países vinculados a la RAE. En 1956, Dámaso Alonso lanza una idea revolucionaria: sustituir el limpia, fija y da esplendor por centros activos a favor de la unidad de la lengua. Pero existe muy buena voluntad sin medios para llevarlo a cabo porque Franco estaba enfrentado con este mundo. En 1993, Lázaro Carreter establece en los estatutos que el primer objetivo es no quebrar la esencial unidad y me dice que debo ir a América, algo que él no había podido hacer. El Rey me insiste y, además, me advierte que de eso me va a pedir cuentas. Él nos abre las puertas de todos los gobiernos y con la ayuda del Gobierno español, a través de la Agencia de Cooperación Internacional, podemos dotar a todas las academias de medios humanos, informáticos y sedes para quien no las tenía. El resultado son unas relaciones de amistad, complicidad y dinamismo absolutas.
P. Y también fe. ¿Es ahora cuando ustedes y los gobiernos confían en la capacidad del español como idioma de referencia mundial?
R. Ahora empezamos, sí señor. Ahora empezamos a creerlo. La acción y el reconocimiento de la misma robustecen la conciencia y las academias ven enormes posibilidades en el idioma.
P. Han ordenado las dudas por campos léxicos, semánticos, morfológicos y sintácticos. ¿A qué debemos temer más? ¿A los extranjerismos?
R. Esa batalla hay que encuadrarla en su justa perspectiva. Desde el siglo XVI hay preocupación por los extranjerismos. Por eso en el XIX surge el purismo, el casticismo. Hoy, las nuevas tecnologías agudizan el problema y la globalización confronta las lenguas, pero en esa confrontación, el español está en una posición importante. Aunque la presencia del español en las nuevas tecnologías se ha producido con retraso y en los aspectos diplomáticos fallan cosas. Por ejemplo, en la Unión Europea, nuestro idioma no tiene la consideración que se merece.
P. Quizá, antes que la amenaza de los extranjerismos existen otras tan nocivas de las que no somos conscientes.
R. Como los problemas de orden semántico. Para eso el diccionario debe actuar como una constante campaña frente al empobrecimiento de un legado tan rico. Indicarles a los hablantes qué pueden usar y qué no, como auténticas formas de concienciación, como las advertencias contra el tabaco o la circulación.
P. En lo sintáctico hay más variedad, más riqueza.
R. Nuestra unidad se refuerza en la diversidad. No debemos emplear más la metáfora del tronco con ramas, sino ser conscientes de que nuestra lengua es un gran mosaico, que en lo unitario cabe lo diferente, y admitir triples fórmulas como las que se usan en distintos países para invitar a un café.
P. El nuevo diccionario despliega un abanico inmensamente abierto, pero a la vez riguroso, de posibilidades para enriquecer y proteger el idioma. ¿Hacia dónde nos va a llevar?
R. No lo sé. Hemos creado un código que señala todas las variantes y aconseja los caminos correctos también censurando las incorrecciones. El propio hecho de que las 22 academias hayan logrado ponerse de acuerdo ya es algo grande. Hace falta ser ciego para no darse cuenta de la importancia cultural y política que nos proporciona la lengua, que es el factor que nos une.
Babelia
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