Un juez británico autoriza a no prolongar artificialmente la vida a un bebé desahuciado
Los padres quieren mantenerla viva y los médicos consideran que sería alargar su sufrimiento
Un juez británico dictaminó ayer que los médicos que atienden a la pequeña Charlotte Wyatt pueden dejarla morir si esta vuelve a dejar de respirar, sin que estén obligados a someterla a ventilación asistida para mantenerla con vida. Charlotte, que nació hace once meses tras sólo 26 semanas de gestación, vive en medio de grandes sufrimientos y no tiene ninguna posibilidad de llevar una vida normal. Los padres, sin embargo, se niegan a dejarla morir porque consideran que es "una luchadora". Sin embargo, no piensan recurrir la sentencia.
Los padres, Darren Wyatt, de 33 años, y Debbie, de 23, son un matrimonio de origen humilde y profundamente religioso que cree que su bebé merece seguir luchando y que hay que hacer todo lo que está en las manos de la ciencia para mantenerla con vida.
Los médicos del hospital de la Seguridad Social de Portsmouth consideran que la pequeña Charlotte, con daños irreversibles en el cerebro, el corazón y los pulmones, vive en medio de padecimientos constantes y siempre vivirá así. Nunca ha salido del hospital desde que nació y no tiene posibilidades de ir nunca a su casa. Hasta ahora los médicos la han resucitado tres veces, pero creen que, si vuelve a dejar de respirar, lo mejor para el bienestar de la niña es dejarla morir en paz y no prolongar más su vida de forma artificial.
El juez, sir Mark Hedley, dictó ayer sentencia a favor de los médicos porque está de acuerdo con ellos cuando afirman que el cada vez más agresivo tratamiento que tiene que recibir Charlotte no es del interés de la niña. "He llegado a la conclusión clara de que ningún tratamiento agresivo para prolongar su vida vaya a redundar en su beneficio", dijo el juez. "Sé que eso significa que puede morir antes de lo que ocurriría en el caso contrario, pero a mi juicio su muerte apenas será adelantada un poco", argumentó.
El juez explicó que se había planteado la posibilidad de pedir a los médicos que le practicaran a la pequeña Charlotte una traqueotomía -la inserción de un tubo a través de la garganta para permitir respirar a la niña- pero que había llegado a la conclusión de que no debía hacerlo. "Me he preguntado a mi mismo: ¿Qué podemos hacer ahora en beneficio de Charlotte?", continuó, y llegó a la conclusión de que se pueden hacer tres cosas: "Darle el mayor confort posible, permitirle pasar el mayor tiempo posible en presencia y en contacto de sus padres y permitir que llegue a su final con los cuidados tiernos y cariñosos de quienes más la han querido".
Los padres siguieron la lectura de la sentencia cogidos de la mano y en silencio. Sólo al final, cuando era ya evidente que el juez iba a fallar a favor de los médicos, Debbie Wyatt empezó a llorar con recogimiento. Luego, la pareja compareció unos instantes ante la prensa a la salida de los juzgados, pero fue su abogado, Richard Stein, quien habló en su nombre. "Como pueden ustedes observar, Darren y Debbie Wyatt están muy trastornados por el proceso que han tenido que soportar esta tarde. De momento no tienen comentarios que hacer", dijo el abogado. Los padres de Charlotte, explicó, no desean seguir apelando ante los tribunales a pesar de que aún podrían hacerlo.
"Me han encargado que les diga que consideran que lo más importante de este caso es que haya sido aireado en público porque, como consecuencia de ello, todo el mundo ha tenido ocasión de darse cuenta de las cuestiones extremadamente difíciles a las que tienen que enfrentarse los numerosos padres que están en su posición", añadió Stein. Tanto el juez como los médicos del hospital de Portsmouth aceptaron de inmediato que se autorizara el acceso de público y prensa a la sala del Tribunal Superior donde se ha desarrollado el caso.
Aunque los Wyatt habían declarado en un principio que estaban dispuestos a apurar todas las posibilidades legales a su alcance, incluso la de acudir a los tribunales europeos, en los últimos días ya habían dado a entender que no recurrirían un fallo negativo a su petición y que incluso estaban dispuestos a reconsiderar su posición si efectivamente la niña sólo podía vivir en el sufrimiento.
Los representantes del hospital de Portsmouth puntualizaron ayer que el litigio no había sido un caso de enfrentamiento entre la familia y el hospital sino la única manera de dar salida al dilema que se había planteado. Un dilema que es sobre todo consecuencia de los avances que se dan en la medicina moderna y sus contradicciones: la capacidad de prolongar la vida de un enfermo, incluso de un bebé prematuro, pero al mismo tiempo, la incapacidad de remediar la enfermedad que le tiene postrado.
5,6 kilos y 53 centímetros
Charlotte Wyatt cabía en la palma de la mano de sus padres cuando nació. Ahora, con once meses de edad, sólo mide 53 centímetros y pesa 5,6 kilos, el peso habitual de un bebé de tres meses. De los 40.000 bebés que cada año nacen de manera prematura en el Reino Unido, casi 37.000 lo hacen tras 28 semanas de gestación y tienen altas posibilidades de llevar una vida normal. Los que nacen con 26 semanas aún suelen tener bastantes posibilidades de crecer con normalidad, aunque no ha sido el caso de Charlotte.
La sentencia de uno de los casos más tristes y dramáticos de la historia de la justicia británica no sienta propiamente un precedente judicial porque no se trataba de sentar el principio de si son los padres o los médicos quienes tienen la última palabra en un caso así, sino de dar una solución concreta al caso de Charlotte Wyatt.
Los expertos creen que este caso hará que, a partir de ahora, sea más habitual que tenga que ser un juez quien tome la decisión cuando médicos y familia no se ponga de acuerdo sobre el tratamiento que se ha de dar a un enfermo. La ley británica es ambigua porque da a la familia la última palabra pero permite al médico no aplicar un tratamiento con el que no está de acuerdo. Normalmente, las diferencias acaban solventándose en privado.
Creyente y experimentado
Tras una larga carrera en la judicatura, el juez Mark Hedleys admitió ayer nada más empezar la lectura de sus conclusiones las dificultades del caso. "Si de algo soy consciente es de mis limitaciones a la hora de tomar una decisión tan grave" explicó al añadir: "Le he prestado a este caso la máxima atención posible".
El juez Hedleys, profundo creyente al igual que los padres de la pequeña Charlotte, tiene una larga experiencia y ha decidido sobre numerosos casos en los que la ética y la justicia se superponen. Pero nunca había tenido que decidir sobre lo que muchos verán como la elección entre la vida y la muerte de un ser humano por inconsciente que éste sea de su propia existencia.
No ha sido la moral lo que ha presidido la deliberación del juez, si no el discernimiento entre qué era lo más conveniente para el bebé: vivir en el sufrimiento o acoger la muerte de manera natural y acabar así con el dolor de una vida atormentada.
En el pasado, sir Mark Hedleys, que accedió hace tres años al Tribunal Superior, decidió ya un caso delicado: sobre el derecho a la paternidad de un hombre infértil. En un caso que aún está pendiente de recursos en marcha, el juez concluyó que el hombre cuya ex mujer quedó preñada tras un tratamiento de inseminación artificial de un donante anónimo tenía derecho a ser considerado el padre legal del niño. El juez llegó a esa conclusión en base a que el hombre había firmado el consentimiento para el tratamiento.
En otro caso polémico, el juez Hedleys sentenció que una mujer que había sido utilizada como madre de alquiler pero sin conexión biológica con los mellizos que parió en el Reino Unido, tenía derecho a litigar en Estados Unidos -donde residía la pareja que utilizó sus servicios- para reclamar la posesión de los niños.
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