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Reportaje:LUCHA CONTRA LA POBREZA

Un plan con luces y sombras

El programa Hambre Cero, estrella de la reforma social de Lula, recibe elogios y críticas

El programa Hambre Cero, estrella de la política social del Gobierno de Lula da Silva en Brasil, recibe elogios y críticas a la hora de evaluar los resultados. Ni en el propio Ejecutivo hay unanimidad de criterios. El presidente admitió implícitamente la dispersión de energías, superposición de funciones y exceso de burocracia cuando decidió una remodelación profunda en el área social del Gobierno y concentró los esfuerzos en la lucha contra el hambre en un superministerio de Desarrollo Social, con un presupuesto de 6.000 millones de euros. Como consecuencia, los diversos programas sociales quedaron unificados en un proyecto integral denominado Bolsa-Familia.

"A través de Bolsa-Familia llegamos a cinco millones de familias (unos 23 millones de personas). Esperamos llegar a 6,5 millones de familias a finales de año (unos 30 millones de personas). El total de personas más necesitadas llega a 50 millones", explica Frei Betto, asesor de Lula.

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Los beneficiarios reciben dinero y no comida, unos 20 euros al mes por familia. "El gran logro del programa Hambre Cero ha sido llamar la atención sobre los niveles de pobreza y miseria a través de una movilización social gigantesca", dice Zilda Arns, coordinadora de la institución Pastoral de los Niños, propuesta por Brasil para el Premio Nobel de la Paz en los tres últimos años. "Al principio hubo muchas promesas de campaña que había que cumplir, faltó estrategia. Las cosas están más asentadas, aunque para que el programa funcione en todos los aspectos harán falta tres o cuatro años más", explica la hermana del cardenal Paulo Evaristo Arns, precursor de la teología de la liberación.

Para Betto, Lula ha revertido la tradición de los gobiernos brasileños que relegaban la cuestión social a un segundo plano. "Se dedicaban al asistencialismo a cargo de la primera dama. En el reparto de papeles, la esposa del presidente quedaba al cuidado del pobres", dice. El asesor de Lula sostiene que el Gobierno ha politizado el hambre, porque "un problema social sólo tiene solución cuando se transforma en una cuestión política". "Le doy dos ejemplos históricos: la esclavitud, que fue considerada legal durante siglos, y la tortura, admitida y permitida por la Iglesia y la Inquisición, fueron abolidos y considerados crímenes aborrecibles cuando fueron tratados como un problema político. Lula creó un paradigma nuevo: considerar el hambre y la pobreza como una grave violación de los derechos humanos".

El sociólogo Cavalcante de Oliveira replica a Frei Betto que el "problema del hambre ya fue abordado por diversos Gobiernos a lo largo de la historia brasileña, sobre todo por el de Getulio Vargas, que tuvo un programa especial sobre alimentación. Ninguno de ellos funcionó". Este intelectual reconoce que Hambre Cero es un programa difícil de criticar, porque "tiene un componente caritativo que no se puede despreciar", pero asegura que "es ineficaz desde el punto de vista de cambiar la estructura de producción y de distribución de la renta". "Las estimaciones indican que 22 millones de personas están por debajo de la línea de pobreza", añade Cavalcante. "La ayuda que llega a cinco millones de familias es poco significativa a la hora de revertir esta situación". Según el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), Brasil es uno de los países con peor distribución de renta del mundo, al mismo nivel que muchas naciones africanas.

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¿Alternativas? El profesor Cavalcante reclama una política rupturista. "De lo contrario, esta situación se prolongará indefinidamente. Por ejemplo, el salario mínimo es de 260 reales (unos 75 euros). Los 22 millones de indigentes ganan menos de 260 reales mensuales. En este contexto, los 20 euros del programa Hambre Cero no afectan en nada a la distribución de la renta".

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