"Las cosas no son como son, sino como se contaron"
La colombiana Laura Restrepo y el sueco Henning Mankell se parecen como un huevo a una castaña. Ella es guapa y él no, ella escribe como un torrente caliente y él es un témpano que derrite despacio las intrigas. Pero los dos son narradores estupendos y ayer tarde se pusieron a hablar de literatura y vida y de repente parecían hermanos. O novios.
Mankell y Restrepo defendieron la imaginación como la herramienta más poderosa de la mente humana. Desde ángulos distintos, pero con la misma pasión.
"Somos contadores de cuentos, el homo narrans, y en eso todos somos artistas: es lo que sobre todo nos distingue de los animales", dijo el creador del inolvidable y sufridor Wallander, que recomendó a los padres que lleven a los hijos al teatro en vivo. "El conocimiento emocional es tan importante al menos como los nombres de los ríos que se aprenden en la escuela", dijo. Y preguntó: "¿Una sociedad sin teatros ni librerías puede llamarse sociedad?".
Mankell acabó contando tres o cuatro pequeñas y deliciosas historias africanas. Una terminaba con la frase de un sabio sentado a la sombra del trópico: "No es bueno morirse antes de haber terminado de contar la historia". O traducido al sueco: "Necesitamos la amalgama imaginativa para hacer avanzar la sociedad".
Las respuestas
Restrepo dejó el aire lleno de frases luminosas en esa sesión de tarde, marcada por la ausencia de Jorge Semprún, que no acudió al Fórum por problemas (leves) de salud. "En la calle y la literatura se encuentran las respuestas", dijo la autora colombiana. "La literatura es espejo profundo, refleja y genera, se mueve entre la luz y las tinieblas y las contiene a ambas, y su visión oblicua permite mirar cerca y lejos, a lo universal y a lo íntimo, al pasado y al futuro".
"Porque la literatura alcanza lo sutil, lo leve, lo ligero, antes de que caiga al suelo. Y a la vez que nos entrega lo venidero anida en el inicio de la vida y se precipita hacia el momento final, la muerte", añadió la ganadora del último Premio Alfaguara. "La literatura juega a la confusión y es un monstruo de dos cabezas: la palabra y la realidad, la literatura que se mezcla con lo real. La literatura se pega a lo real como su piel. Las cosas no son como son, sino como se contaron".
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