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Reportaje:FÓRUM DE BARCELONA | Diálogos

La aportación de los 'otros' catalanes

El PIB de Cataluña se multiplicó por dos entre 1965 y 1969 por las olas de inmigración

Miquel Noguer

Corría 1935 cuando el economista y geógrafo Josep A. Vandellós publicó su particular pronóstico sobre el futuro que le deparaba a Cataluña. "Es imposible sostener la población actual con una tasa de reproductividad tan baja como la que estamos registrando (...) la situación comienza a convertirse en un peligro para la raza catalana". Con una media de 2,5 hijos por mujer -casi el doble que la actual, pero la más baja registrada hasta entonces- y la llegada de los primeros inmigrantes aragoneses y valencianos, el después cuestionado economista no dudaba en augurar un futuro "negro" para una Cataluña que, afirmaba, "se queda sin catalanes".

Un total de 70 años después, su obra ha quedado como un ejemplo pintoresco de demografía trasnochada aunque su ensayo Catalunya, poble decadent, no deja de expresar lo que pensaban muchos catalanes al ver llegar a Barcelona a aquellos primeros inmigrantes atraídos por la fiebre de los telares, la Exposición Univerdal de 1929 y las obras del metro.

Entre 1950 y 1980 llegaban cada día a Cataluña 250 personas. Ahora son unas 100.

Ahora los demógrafos han aprendido a poner en cuarentena las previsiones a largo plazo, pero no todas las dudas de cariz identitario se han disipado. Las recientes declaraciones del ex presidente Jordi Pujol vinculando el "mestizaje" y el "fin de Cataluña", matizadas por él mismo el pasado viernes, invitan a adentrarse en un universo de cifras que sí evidencian que hoy nada sería hoy igual sin las aportaciones de los cerca de dos millones de personas y sus descendientes que acabaron en Cornellà o Sant Boi de Llobregat.

La directora del Centro de Estudios Demográficos de Cataluña, Anna Cabré, ha dedicado media vida a poner cifras a esta dicotomía campo-ciudad o sur-norte. Según sus últimas estimaciones, la población de Cataluña apenas sería de 2,6 millones de personas de no haberse producido las olas de inmigración. Si la población actual es de 6,6 millones, ¿podemos acabar deduciendo que en Cataluña hay cuatro millones de inmigrantes?

"Rotundamente no", afirma la socióloga de la Universidad Autónoma Àngels Pascual, partidaria de aclarar el término inmigrante. "Si seguimos tratando como inmigrantes a los hijos de los que llegaron hace 30 años descubriremos que en Cataluña no vive ningún catalán, y esto tampoco sería cierto". Sin embargo, y según las estimaciones de varios demógrafos, alrededor del 65% de los actuales catalanes tienen sus raíces fuera de Cataluña.

En la misma perspectiva de estudio se sitúa el sociólogo jesuita Lluís Recolons, director de estudios de la fundación Migrastudium. "Aquellos que han intentado calcular qué proporción de inmigrantes puede ser compatible con la pervivencia de una sociedad como conjunto cohesionado deberían concluir que la Cataluña de 1975 era una sociedad imposible", afirma al recordar que entonces el 38% de los catalanes habían nacido fuera.

Pero, ¿cuáles han sido los motivos que llevaron a tantos miles de personas a establecerse en Cataluña? ¿La industrialización fue la causa o el efecto de estas oleadas? Según Recolons, la inmigración ayuda a explicar "en buena parte" la transformación económica y social que sufrió Cataluña en el siglo XX. "Los inmigrantes ayudaron a transformar la sociedad agrícola en una de industrial y, más recientemente, de servicios. Muy difícilmente se habría producido este cambio sin el enorme empuje de estas personas". Àngels Pascual lo enfoca de otra forma: "Los inmigrantes no salieron de sus pueblos porque en Cataluña había trabajo, sino porque allí había miseria y falta de expectativas".

Son pocos los estudios que han profundizado en la aportación de los inmigrantes a los periodos de explosión económica de Cataluña en las década de 1920, 1950 y 1960. La Fundación Jaume Bofill ensaya ahora la forma de elaborar un macroestudio que pueda cuantificar esta aportación, pero mientras tanto, dos indicadores permiten aproximarse al balance de toda una etapa. Así, el PIB de Cataluña se multiplicó por dos en sólo 14 años, entre 1955 y 1969, mientras que el economista Jordi Maluquer de Motes en Història Econòmica de Catalunya indica que el índice de producción industrial se multiplicó por tres entre 1955 y 1975.

"Un crecimiento como éste es inédito en la Europa de aquella época", asegura la profesora de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona, Gemma Garcia, quien también recuerda que la presencia de inmigrantes facilitó mucho el camino hacia un modelo de sociedad industrial, primero, y de servicios, después. "Los inmigrantes de las primeras oleadas vinieron a trabajar sobre todo en las fábricas. Ahora lo hacen en el sector terciario".

Entre 1951 y 1981 cada día llegaban a Cataluña una media de 250 personas procedentes, casi todas, de otras zonas de España. Actualmente, esta cifra apenas llega al centenar, recuerda la secretaria de Inmigración de la Generalitat, Adela Ros, quien mantiene que este flujo puede y debe gestionarse con normalidad, pese a que el perfil de los nuevos inmigrantes es diferente.

Recolons coincide con Ros y precisa que "no hay razones para ser pesimistas. Cataluña afrontó oleadas mucho más importantes en los cincuenta y sesenta y salió adelante. Ahora tenemos dos grandes herramientas con las que no contábamos en aquella época: la escuela y TV-3". Pero las dificultades no son pocas. Mònica Nadal, una de las responsables del Anuario de la Inmigración de la Fundación Bofill, recuerda que Cataluña no recibió por igual a los inmigrantes que llegaron en la década de 1950 que los que están llegando en la actualidad. "Con más o menos acierto, en aquel momento se construyeron edificios y hasta barrios enteros para acogerlos. ¿Cuántos hemos construido para los inmigrantes llegados durante los noventa?".

Lo que no ha cambiado, según esta socióloga, es la opinión que los autóctonos suelen tienen de los inmigrantes. "Para mucha gente, el inmigrante siempre es más religioso, menos limpio y más ruidoso". Que la mezcla entre autóctonos y nuevos llegados sea total, parcial o inexistente es algo que no queda al alcance de los políticos, aunque la secretaria de Inmigración, constata que "existe un número bajo de parejas mixtas y esto es síntoma de que estamos muy lejos de haber normalizado nuestras relaciones". En su opinión, "la mezcla, todavía poco frecuente, nos ayuda a transformarnos y a progresar".

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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