Putin acusa al terrorismo internacional
Una multitud furiosa pisoteó hasta la muerte a uno de los secuestradores cuando huía del colegio
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, se presentó de incógnito en Beslán a las tres de la madrugada de ayer para una visita relámpago a esta ciudad de Osetia del Norte asolada por un drama que se ha saldado con al menos 330 rehenes y soldados muertos, además de 26 secuestradores. A Putin le vieron algunos dirigentes, con quienes conversó; los miembros de las tropas de seguridad, a quienes felicitó, y varios heridos, con los que fue filmado para una versión televisiva amañada de la tragedia que es lo único que la mayoría de los rusos conocerá y lo que más preocupa al Kremlin. "Estudiamos todas las posibles variantes de evolución de los acontecimientos, pero no nos preparábamos para el asalto", dijo el presidente a quienes oficialmente habían sido responsables de la gestión de la crisis y supuestamente al corriente de las intenciones del Kremlin. Pero los rehenes supervivientes aportaban datos que abonaban la hipótesis de un asalto preparado.
Zaur Kózyrev, uno de los civiles que participó en el rescate, aseguró que el boquete por el que comenzaron a huir los rehenes había sido abierto "desde fuera" y no desde dentro del edificio. Ésta era la impresión de su hermana, Svetlana, una maestra que consiguió salvarse. Bela Nukzárova, una escolar de 11 años, aseguró que "algo explotó junto a una ventana" y produjo un boquete por el que ella había salido. Bela estaba convencida de que la explosión había sido fortuita y provenía de uno de los múltiples explosivos que los terroristas habían instalado en grandes cantidades en la sala de deportes, "desde el suelo hasta la canasta de baloncesto". Fuera como fuera, los testimonios coincidían en que se había abierto un boquete junto a una ventana gracias a una explosión y que esa explosión fue la primera de la serie que vino después. Nadie podía dar información sobre los supuestos miembros del Ministerio de Situaciones de Emergencia que, por acuerdo con los secuestradores, según la versión oficial, habían entrado en el patio con el fin de recoger los cadáveres allí tendidos. Kozyrev contó, además, que los terroristas llamaron a los responsables de la gestión de la crisis poco antes de que comenzaran las explosiones y "nadie se puso al teléfono", lo que según él es una evidencia de que "nadie pensaba negociar con ellos".
Ésa era la impresión que trasmitía por la tarde Putin indirectamente en una alocución televisiva desde Moscú. El presidente dijo que frente al terrorismo "no hay opción", porque "a los débiles les golpean" y las concesiones provocan sangrientos procesos separatistas en cadena. Omitiendo los problemas concretos de los ciudadanos de carne y hueso de Beslán e ignorando todas las preguntas que están en el aire, Putin recurrió a explicaciones históricas y abstractas, para afirmar que lo sucedido era "una intervención directa del terrorismo internacional contra Rusia", ya que el país está amenazado por fuerzas interesadas en desmembrarlo y eliminar su posición de potencia nuclear. Putin no nombró a las supuestas fuerzas hostiles que utilizan el terrorismo "como instrumento", pero sí anunció un reforzamiento de las medidas de seguridad y defensa del Estado y sus fronteras, entre ellas un nuevo sistema de control del Cáucaso del Norte y "un complejo de medidas para reforzar la unidad del país".
Según las autoridades osetias, el número de víctimas mortales ascendía anoche a 330, sin contar a los 26 secuestradores muertos.
A mediodía, ni el presidente ni las autoridades de Osetia del Norte estaban presentes, cuando una multitud de familiares de los muertos, anonadada por la magnitud de la tragedia, se concentró frente al Palacio de Cultura esperando información. En lugar de consuelo o simples informaciones prácticas, les esperaban varios autobuses para llevarles a los depósitos de cadáveres repletos de Beslán y de Vladikavkaz, la capital de Osetia del Norte. Los detalles de negligencia y desprecio a los ciudadanos recordaban lo sucedido en octubre de 2002 tras la liberación de los rehenes secuestrados en el teatro Dubrovka de Moscú. Sin embargo, en Beslán la situación era mucho más descarnada, porque los parientes de las víctimas, que vagaban como sonámbulos por la ciudad, no sabían a quién acudir y porque, a diferencia de en Moscú, no había relaciones públicas que sonrieran profesionalmente a los desesperados parientes.
Las autoridades guardaban ayer silencio sobre el origen de los secuestradores, tras asegurar el primer día que entre los terroristas (26 de los cuales fueron muertos y 3 detenidos en una operación que concluyó en la madrugada del sábado) había una docena de extranjeros, mayoritariamente árabes. Entre los testigos presenciales entrevistados, esta corresponsal no pudo encontrar ni uno que confirmara que los secuestradores hablaban en árabe, y sí en cambio quien aseguró que hablaban en checheno. "Eran chechenos e ingushes y yo vi los nombres de varios de ellos en la lista que llevaba la policía", dijo Zaur, según el cual, el ex presidente de Ingushetia Ruslán Aúshev consiguió rescatar a un grupo de secuestrados el primer día porque entre los secuestradores había uno de sus parientes lejanos que decidió "hacerle un favor" para su lucimiento personal. Zaur Kózyrev decía estar convencido de que si las autoridades hubieran accedido a varias de las demandas de los secuestradores, éstos habrían liberado algunos rehenes. Una de ellas era que Osetia del Norte liberara a los 20 detenidos como sospechosos de haber participado en una incursión terrorista en Ingushetia en junio pasado. Otra era que los dirigentes de todas las repúblicas del Cáucaso del Norte fueran a entrevistarse con ellos, pero éstos, temiendo por sus vidas, no acudieron.
Kózyrev y otros confirmaron que dos de los secuestradores que habían logrado huir de la escuela y se habían mezclado con la gente en la calle fueron rodeados por la multitud furiosa, que pisoteó hasta la muerte a uno de ellos. "Yo lo vi. A uno lo mataron a puntapiés y al otro lo salvaron las fuerzas de seguridad", decía Saur.
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