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Reportaje:

Argentina no sedujo a Rato en su primer viaje a Latinoamérica

El Gobierno argentino guardó silencio, y Rato pidió un acuerdo con los acreedores de la deuda y seriedad fiscal

Rodrigo Rato concluyó su primera gira por Latinoamérica como director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) con una escapada a la siempre seductora ciudad de Río de Janeiro, lugar ideal para hacer balance del viaje y reflexionar junto a una caipirinha sobre cuestiones tan áridas como la deuda externa, el superávit fiscal, los tipos de interés o la flexibilidad laboral. En cuatro intensos días Rato visitó cuatro países con realidades distintas, situaciones económicas distintas, dirigentes distintos y distintos estilos de gobernar y hacer política. Por lo visto, oído y vivido en cada uno de los escenarios, la primera etapa (Argentina) fue la menos relajada y ha confirmado que este país ocupa el furgón de cola en términos de debilidades y problemas sin resolver.

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La nota dominante de la bienvenida dispensada en Buenos Aires al director del Fondo Monetario fueron los enfrentamientos callejeros entre la policía y grupos de agresivos manifestantes. El mensaje de tanto alboroto, presumiblemente con la complacencia de altas esferas, venía a ser algo así como "la calle no le quiere señor Rato". Sabido es que el FMI es una institución poco admirada en Argentina y en otros países de la zona. De cara a la galería, unos y otros mantuvieron la corrección pero no faltaron gestos y mensajes elocuentes. El Gobierno guardó silencio ante la prensa durante las nueve horas que duró la visita y Rato pidió a sus interlocutores un acuerdo con los acreedores de la deuda y seriedad fiscal. Poco más hubo en aquel viaje fugaz a un país que lleva dos y medio en suspensión de pagos y cuyos dirigentes actuales desempeñan a gusto el papel de díscolos frente al FMI.

Quienes en Buenos Aires esperaban mayor comprensión del nuevo mandamás del Fondo por el hecho de hablar el mismo idioma y por aquello de "la sensibilidad hispana" habrán quedado desencantados, aunque tal vez no sorprendidos. Rato había recordado con anterioridad algunas cifras que no exculpan precisamente a Argentina. Por ejemplo, que el 70% de los desembolsos del FMI van a parar a Argentina, Brasil y Turquía (los tres mayores deudores), mientras que todo el continente africano recibe apenas el 4%. Argentina debe 14.000 millones de dólares al Fondo Monetario, el grueso de los cuales (10.000 millones netos) fueron desembolsados en el año 2001, cuando gobernaba Fernando de la Rúa, para cubrir el llamado blindaje financiero elaborado por el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo cuando la convertibilidad se venía abajo.

La etapa uruguaya de Rodrigo Rato, más breve, tuvo otro cariz. En Montevideo, no dudó en elogiar el desempeño de esta pequeña nación que sufrió el impacto de la crisis argentina. El consenso entre el Gobierno y la oposición de izquierda ha permitido un manejo cuidadoso de las relaciones con los acreedores y de la política interna. En su parada chilena, las alabanzas primaron en los comentarios de Rato, que no evitó reclamar mayor flexibilidad laboral. Chile, que no tiene un programa con el Fondo desde 1991, es considerado en Washington como un caso modelo, porque no necesita el apoyo de la institución, que aplaude las políticas del Gobierno de la Concertación desde el punto de vista macroeconómico, que gozan también de amplio consenso interno. Rato elogió en Santiago las políticas de apertura, disminución de aranceles y establecimiento de acuerdos comerciales con las principales zonas del mundo (Unión Europea, Estados Unidos, Corea).

En Brasil, última etapa de la gira, Rato ratificó la percepción que tienen los analistas de Wall Street sobre la política económica del Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. El caso brasileño, para sorpresa de muchos, empieza a ser presentado como un modelo para la región en círculos financieros que desconfiaban y temían lo peor cuando el antiguo sindicalista y líder del Partido de los Trabajadores (PT) ganó las elecciones en octubre de 2002. El equipo económico de Lula da Silva ha aplicado mayor dureza en las políticas monetaria y fiscal que la deseada por los sectores más izquierdistas del PT, y Brasil presenta hoy una recuperación que pocos preveían, con índices de crecimiento que en el segundo trimestre llegaron al 5,7%. Tan seguros se sienten los dirigentes brasileños que plantean desengancharse del FMI para ganar autonomía, manteniendo abierta una línea de crédito de emergencia.

El presidente de Chile, Ricardo Lagos, recibió la pasada semana en su despacho a Rodrigo Rato, presidente del Fondo Monetario Internacional. 

/EFE
El presidente de Chile, Ricardo Lagos, recibió la pasada semana en su despacho a Rodrigo Rato, presidente del Fondo Monetario Internacional. /EFE

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