Ribera del Duero
Es la Denomicación de Origen más importante del valle del Duero y de Castilla y León. La verdadera historia de su deslumbrante progresión vitivinícola hay que buscarla a mediados del siglo XIX. Por entonces, mientras el marqués de Riscal y el marqués de Murrieta importaban a Rioja plantones de vid y técnicas procedentes de Burdeos, una operación similar se producía cerca de Valbuena, en la provincia de Valladolid.
En 1846, vio la luz una empresa nueva, Bodega de Lecanda, que utilizaba técnicas bordelesas. En 1890, cambió al tiempo de propietario y de nombre y se convirtió en Vega Sicilia. Es curioso que durante sus 118 primeros años de existencia, el Vega Sicilia estuviera clasificado como vino de mesa, pese a ser uno de los más raros y caros del mundo.
La heterodoxia de estos vinos, con ajustadas mezclas en que intervienen la tinta fina (tempranillo) como base y las variedades malbec, merlot y cabernet sauvignon, y las prolongadísimas crianzas a que eran sometidos pusieron de manifiesto que la zona podía competir al nivel más alto de la vinicultura mundial. Vega Sicilia es hoy un mito plenamente justificado y su producción, relativamente escasa, consumida ávidamente por aficionados de todo el mundo.
El río Duero, que atraviesa los viñedos de la D.O., da nombre a esta región vitivinícola. La denominación se extiende por las provincias de Valladolid, Segovia, Burgos y Soria, todas ellas dentro de los límites administrativos de Castilla y León.
La orografía del terreno resulta especialmente adecuada para el cultivo de la vid. El viñedo de Ribera del Duero se concentra en pequeñas propiedades sobre laderas suaves, a una altitud situada generalmente entre los 700 y los 800 metros. Los terrenos son sueltos, abundan las calizas, son pobres en hierro y ofrecen una escasa fertilidad.
La variedad tempranillo, llamada localmente tinto fino o tinta del país, es la uva tinta por excelencia. Ocupa el 65% de la superficie cultivada. Los vinos obtenidos con la tempranillo de Ribera del Duero no necesitan necesariamente mezclarse con vinos procedentes de otras variedades, porque la uva se cultiva en un microclima fresco e ideal, tiene una buena acidez y aporta suficiente complejidad y equilibrio al vino.
Algunos bodegueros de la zona no desprecian la benéfica influencia de ciertas variedades foráneas, como la cabernet sauvignon, la malbec o la merlot, que ya han demostrado su buena adaptación a la zona, el clima y el terreno. No obstante, estas variedades extranjeras se cultivan con limitaciones, aunque su incidencia es innegable y forman parte de la mezcla de algunos de los mejores vinos, en especial de aquellos destinados a reservas y grandes reservas.
Con ellas, la variedad principal, la aludida tinto fino, adquiere complejidad de aromas y sabores que enriquecen el vino, sin que éste pierda su marcada personalidad.
Un tinto de Ribera del Duero es fácilmente reconocible y el aficionado puede distinguirlo de sus competidores más cercanos, los tintos de Toro o de Rioja, a poco que se ejercite en las catas comparativas.
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