Pactos y castos
El Gobierno quiere ampliar al islamismo el Pacto Antiterrorista con el PP; rezonga Rajoy que quizá, siempre que no se toque una línea del anterior. Los agoreros del PP dicen que la visita de Ibarretxe a Moncloa es el inicio de la ruptura de España. El Pacto fue administrado por Aznar y sirvió sólo para acusar de deslealtad a los socialistas y a los demás. Era como un cinturón de castidad. Una de sus consecuencias fue que Aznar no recibiese a Ibarretxe y se declarase su enemigo jurado, de su predecesor, de Arzalluz y de todo bicho vasco viviente. Decía Schiller que "contra la estupidez luchan en vano hasta los mismos dioses", y entendiendo que Aznar era un dios terrenal, su acción resultó estúpida: para reducir a un enemigo real, el terrorismo, con el que no podía, amplió la condición de enemigo a todo el entorno vasco. Precedentes: Estados Unidos, hecho de la misma materia política, no podía ganar a los rojos de Vietnam, amplió el enemigo a toda la península indochina: perdió.
¿Para qué quiere un pacto ZP contra los dos terrorismos? ¿Por qué no contra los demás? Pero eso ya está hecho: es el código penal. Me inquieta la creación de leyes y de tribunales especiales. Me recuerdan el de la masonería y el comunismo, en el que la invencible estupidez terminaba en fusilamientos, o el de Orden Público. Me enseñaron que había que negar leyes y jurisdicciones especiales. Rajoy fue amigo de ellas, siguiendo a su rabí, y del endurecimiento de las penas para todos; lejos ya de doña Concepción Arenal, que decía que hay que odiar al delito y compadecer al delincuente; los nuevos odian, sobre todo, al delincuente, inmigrante o terrorista especialmente. El mundo moral oficial se desliza hacia el cieno. Las leyes especiales antiterroristas de Estados Unidos han volcado el cuidadoso sentido de la justicia y la equidad elaborado en tantos siglos. Nadie trata de que se eluda el castigo, ni siquiera los que odiamos las cárceles; pero sí se niega que se amplíe un delito concreto a una generalidad paralela. ZP tiene esa dudosa afición. Y no pierde el sueño de pactar. Aunque administre el pacto, estará acusado por el tiraboleiro mayor, Rajoy. (Tiraboleiro: palabra gallega, designa el que hace volar el botafumeiro: ante el obispo Julián, locuaz y absurdo, medieval y casto por su voto).
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