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Barceló culmina su obra en la catedral de Mallorca

El artista balear termina su monumental lienzo cerámico de 300 metros para la capilla de San Pedro

"Es como un cuadro de vida, de una forma de vida, y una antología con todas las iconografías presentes en mi obra". El artista Miquel Barceló observa su monumental lienzo cerámico de más de 300 metros cuadrados prendido en los muros de la catedral de Mallorca. Ha terminado ya el trabajo que se observa como una segunda piel contemporánea adaptada a la gótica capilla de San Pedro, que será lugar de culto. Barceló recrea en este gran retablo la multiplicación del milagro de los panes y los peces del evangelio de san Juan. "La catedral puede ser mejor que un museo,una obra de arte siempre estará bien acompañada y además la verá más gente. En las iglesias se descubría el arte. Son lugares para el espíritu, sin el espectáculo comercial museístico", explica el pintor.

"He actuado con total libertad creativa, me he expresado sin trabas", dice el pintor

"Me gustaría que el público entrara en la capilla sin barreras, se sentara al lado de la cerámica y observara los detalles de cerca, con naturalidad", dice Barceló ante su obra culminada. Con un difusor de partículas de agua a presión, el artista baña la pieza y rescata del polvo la pátina multicolor.

El simbólico y enorme barceló, que impone desde lejos y emociona a un paso, servirá de ambientación litúrgica en la capilla de San Pedro, junto al altar mayor que acogerá el santísimo y los rituales de las ceremonias de la tradición catedralicia secular. Cien años después de la actuación de Gaudí y a los 450 de la muerte del arquitecto y escultor Guillem Sagrera, que trabajó en Nápoles con piedras de Felanitx, Barceló adapta el lugar a los tiempos con terracota napolitana para ambientar el templo de Palma.

El relieve de una figura humana, un volumen sutil, blanco, que aflora y casi levita en el corazón del mural de tres caras, es la versión que Barceló aporta del cristo resucitado, que insinúa la figura de un mediterráneo medio, robusto, pero ni alto ni estilizado. La imagen sacra conserva un cierto aire espectral y de sobrecogimiento. "Tiene un halo que transpira espiritualidad", le dijo con autoridad un teólogo. A la diestra domina un palmito mediterráneo desmelenado, y al otro lado un considerable pez espada negro desollado. "No he visto otras representaciones con este perfil del pez emperador, así abierto, de lado", agrega el artista, navegante y pescador.

A las cuatro de la tarde, a finales de julio, el templo está insólitamente vacío de turistas, desierto de fieles, guías y canónigos. Sin rezos ni oficios, dominan el silencio y el arte. Apenas el grito de un vencejo invisible, preso en el estallido multicolor de los vitrales, y el sol organizado en manchas que entra por los dos rosetones. La mirada va a los altos de la gran fábrica. "¡Vaya luz tan hermosa y qué colores!", observa el autor en el vacío de las enormes naves invertidas del contenedor medieval alzado ante el mar, sobre la mezquita, para imponer respeto a Dios.

"En cierta forma, la cerámica en su conjunto remite a la idea del pintor en su taller, a la secuencia del artista rodeado de sus temas y objetos en su estudio", señala. "He actuado con total libertad creativa, me he expresado sin trabas, ajustado al tema y al ámbito. Había que ir con cuidado en no hacer una falla". Un enorme telón negro resguarda de las miradas la intervención aún ignota del pintor mallorquín.

"Esta cerámica es igual que un cuadro. Es otra forma de pintar", comenta con detalle y palpa algunos de los centenares de imágenes en explosión escultórica, en una secuencia pictórica narrativa espectacular. El barceló surge de los más de treinta años de trabajo público del artista de Felanitx (1957); reúne formas y aportaciones matéricas, puntos y zonas de color que estallan o se sugieren desde el fondo del barro cocido. Es un mapa agrietado adrede en la cocción, sin suturas, ni juntas lineales.

"Es mejor que quede así, sin artificios ni disimulos: las rajas y los regueros de pintura trasladan una sensación de tiempo, fracción o muerte. A través de las rendijas debe poder verse la pared o un bastidor posterior, alguna malla, perno o puntos metálicos", advierte.

El proceso final de creación de la segunda cara del muro ha durado más de dos años y sólo en el montaje se ha tardado siete meses. Un total de 2.000 fragmentos o piezas componen el puzzle mapamundi del siglo XXI en la catedral. El ceramista Vincenzo Santoriello en Vietri Sul Mare preparó el barro y lo mantuvo fresco en andamiajes-cuna para que Barceló trabajara durante más de cien días la pieza en crudo por ambas caras del fango.

"Mira, comprueba el grosor de la cerámica, unos cinco centímetros. Para boxearla era preciso estar muy en forma". Muestra sus huellas de puños, nudillos y palmas. En orificios que son bocas de peces, bultos con forma de panes o calabazas, granadas, uvas, berenjenas. También dejó las plantas de los pies y hundió los dedos en la arcilla, según las formas que quería sugerir, con sensualidad, bien una estrella de mar, morenas mitológicas y literarias, sus familiares lampugas, y decenas de hortalizas, vegetales, recipientes y utensilios.

"Arriba cae el mar, sobresale al muro la rompiente con su fuerza, es una ola de barro", explica al pie de la alta pared de más de doce metros de altura. En la esquina frontal de la capilla y del mural, en el fondo del mar, el paisaje submarino se abre con "un gran pulpo, que podría ser nuestro icono simbólico del mar local, la posible imagen mediterránea. Allí hay otro atacado por una morena. Enfrente, como un capitel de la capilla, figura la testa de un chivo, una cabra salvaje, que traslada otra clara tradición en la representación de un mundo rural e insular. Un poco más allá está el escorzo de un caballo".

La pieza no deja de ser clásica y está muy historiada, ligada y con ecos en otros retablos de la misma catedral. Barceló sumerge al espectador en el fondo imaginario del mar y le hace viajar hasta la superficie de un huerto abigarrado; entre el litoral y los altos del jardín secreto y selvático pletórico de colores surgen las referencias evangélicas. "La pared frontal, los bajos del retablo es un muro de cráneos, una pared seca de calaveras que tampoco debían ser muy evidentes".

Su mundo, su tierra y su mar

"Éste es mi mundo, mi tierra y mi mar, me lo conozco de siempre. Todos los peces y frutos los sé de memoria, forman parte de mi paisaje cultural desde niño", explica Miquel Barceló. En una esquina del retablo, para salvar la concha original se recrea una gruta submarina con nidos en colmena; y en el otro ángulo están las hogazas y los panes dorados y las ánforas de vino. Arriba en la clave aflora una grandiosa col que rebosa de hojas. Melones, calabazas y sandías, muy expresivas y realistas en gran bodegón. "Me olvide de las pepitas negras de la sandía", ironiza el artista.

"Mira, esto es un peñasco de lava del Etna", asegura. "Quedó en el corazón de esta fruta tropical, modelada a golpes de escoria. Parecen las simientes. Allí en lo alto las ramas y plantas parecen huir por los ventanales que espero queden desvelados con cristales que estoy haciendo. En el mar sobresalen las grandes anzuelos de ballenato".

El fotógrafo Agustí Torres, que desde hace dos años es el testigo sigiloso de los trabajos de Miquel Barceló, en Nápoles y Mallorca, exhibe en el Centre Cultural de Sa Nostra de Palma hasta el 3 de agosto y a partir de 5 de agosto en el Teatro de Artà, Mallorca, una selección de fotografías y dos vídeos donde se explica y documenta el complejo y dilatado proceso de gestación de la cerámica. Es la historia en secuencias de una obra de arte contemporáneo de gran complejidad técnica sujeta a los cánones de un oficio primitivo, a base de agua, tierra y fuego.

En el EPS del 21 de diciembre de 2003, Torres publicó las primeras imágenes de La Catedral de Barceló, una obra que aún no ha sido presentada en su conjunto. Con el realizador Luis Ortas, Agustí Torres trabaja en la realización de una película documental que refleja la vida y el trabajo del artista con todos los pasos de la elaboración de su obra hasta el final.

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