Günter Grass muestra su pasión por la escultura en una gran antológica
Más de 100 bronces y terracotas del Nobel de Literatura se reúnen en la ciudad de Gotinga
Era lo que faltaba para completar la trinidad grassiana. Que el escritor alemán (Gdansk, 1927) es también pintor ya había quedado demostrado en varios libros y exposiciones. Su condición de hacendoso escultor, en cambio, sólo ocasionalmente había salido a relucir. "Más que los dibujos, la escultura siempre ha estado a la sombra de mi obra literaria. Yo esto lo disfruté, y quizá por ello sólo ahora haya reunido mis obras en una retrospectiva", explicó Grass en la presentación de su primera gran muestra escultórica, inaugurada ayer en la ciudad alemana de Gotinga.
El lugar no podía ser más apropiado: una biblioteca -hasta antes del triunfo de la Reforma, capilla dominicana-, en la que ya estudió Heinrich Heine y en cuyos estantes aún hoy reposan joyas científicas y teológicas del siglo XVIII. Aquí, en la así llamada iglesia Paulina de la apacible ciudad universitaria de Gotinga, se han reunido más de cien esculturas de bronce y terracota, muchas de ellas en diálogo con dibujos, acuarelas y litografías. La tercera faceta de la obra de Günter Grass, la literaria, no está físicamente presente, pero planea siempre sobre la muestra, abierta hasta el 19 de septiembre.
A sus 76 bien cumplidos años, Günter Grass ha llegado a la edad de hacer balance, y la exposición de Gotinga, en cierta manera, es una vuelta a sus orígenes: la profesión hecha y derecha que en sus años mozos aprendió el autor de El tambor de hojalata, Años de perro o La ratesa fue la de picapedrero. Luego, a caballo entre los años cuarenta y cincuenta, se matriculó en las escuelas de Bellas Artes de Düsseldorf y Berlín, donde por aquel entonces se libraban verdaderas batallas entre los mayoritarios partidarios de lo abstracto y experimental y los minoritarios amigos de lo figurativo. "Mi punto de partida fue esta última escuela, y en eso nunca cambié", recordó Grass, rodeado de esculturas de lo que él mismo llama su faunerío -peces, anguilas, ratas-, pero también de parejas danzantes, seres mitológicos o cuerpos humanos víctimas de la guerra.
Obsesiones recurrentes
Son formas armónicas todas ellas, de impecable acabado y con infinidad de matices de color y textura. Salvo contadas excepciones -un busto de su hijo Raoul, por ejemplo, que realizó en 1965-, proceden de tres etapas creativas: inicios de los años cincuenta, inicios de los ochenta e inicios del nuevo siglo. Es imposible distinguir en ellas una evolución de formas y contenidos: el busto de la Diosa Aua, retratada ya en El rodaballo con sus tres senos, por ejemplo, puede proceder de cualquiera de estas fases. "Su obra no ha evolucionado, pero eso no significa que sea estática", explicó su galerista, Frank-Thomas Gaulin. Grass, "sencillamente, vuelve una y otra vez sobre sus obsesiones, transformándolas".
No es éste un lenguaje escultórico demasiado original, y probablemente sea cierto que, como comentara una de las primeras visitantes, su interés sería menor si su autor no hubiese sido galardonado con el premio Nobel de Literatura.
Pero ése no es el punto: lo que se aprende en la exposición de Gotinga es hasta qué punto la literatura, el dibujo y la escultura forman un todo en la obra de Günter Grass. Desde siempre, ha hecho todo a la vez y sin solución de continuidad de un lenguaje a otro. El arte plástico de Grass es a la vez vehículo para moldear la escritura, promesa de revitalización tras el vacío que deja el punto final de una novela, y expresión con derecho propio, la de la imagen. Un ejemplo: "A la hora de escribir mis libros, recurrentemente, me he servido de dibujos. Estos bosquejos, sin embargo, después pueden adquirir vida propia, convertidos en formatos grandes".
"Son lenguajes que se entrelazan", subrayó. Así, El rodaballo de la novela corresponde a los rodaballos rodeados de fragmentos de texto en una serie de litografías, y éstas, a su vez, a peces fundidos en bronce, ya sea como figuras solitarios o símbolos incluidos en otras esculturas.
Manuscritos esculpidos
Es el universo Grass al completo. En su obra existen incluso manuscritos esculpidos. Así como suena: a inicios de los años ochenta, antes de redactar una sola línea sobre papel, Günter Grass comenzó a escribir La ratesa sobre planchas de terracota, deformadas luego en el horno. Llegó a elaborar una treintena de estas esculturas. Con otras 475 quizá hubiera acabado toda la novela.
Pese a haber sido el mundo de la literatura el terreno en el que ha conquistado el mayor reconocimiento, Günter Grass volvió a insistir mucho en Gotinga en que para él la escultura y el dibujo "son igual de importantes" y que en esta trinidad ninguna de las tres artes se subordina a la otra. "Cada una de ellas puede ser disfrutada independientemente de las demás", sostuvo. ¿Y si viniera una malvada hada madrina y le pidiera eliminar dos de sus tres formas de expresión? "Eliminaría al hada", respondió Grass: "O intentaría seducirla".
El escritor que hace el pino
La escultura y el dibujo, con frecuencia, son para Grass una especie de terapia que sucede a la escritura. Así, tras el tormento de su última novela -A paso de cangrejo (Alfaguara), en la que una vez más tematizó la Segunda Guerra Mundial, esta vez desde la perspectiva de las víctimas civiles alemanas- pasó a la liviandad del carboncillo y de la arcilla, de la danza y del amor. A este redescubrimiento de la vitalidad, ya perpetuado en el libro Últimas danzas, en Gotinga corresponde un bello conjunto de esculturas de bronce con parejas perdidas en el baile. Es sorprendente el optimismo y la benevolencia que deja traslucir Grass en esta etapa de su vida.
La muestra en la Iglesia paulina incluye también dos pequeñas estatuas con sendos jóvenes que intentan hacer el pino. "Es un juego: en mi familia, cada cumpleaños o incluso cada seis meses, hacemos el pino para probar que estamos bien", contó el escritor, evidentemente satisfecho de que siga pasando esta prueba. Su más reciente proyecto, a punto de salir de las imprentas de su editorial, Steidl (donde el escritor suele intervenir directamente, cual escultor, en la hechura de sus libros), es una edición conmemorativa del segundo centenario del nacimiento de Hans Christian Andersen. Grass ha hecho una selección de los cuentos de hadas del danés y elaborado, cómo no, una treintena de litografías para acompañar el texto.
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