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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Andanada contra Fidel

Las nuevas medidas impuestas por el presidente Bush para asfixiar al régimen de Fidel Castro, que acaban de entrar en vigor, corren el riesgo de volverse contra el inquilino de la Casa Blanca en lugar de contribuir a poner contra las cuerdas al dictador. De momento están dividiendo al exilio cubano en Florida entre quienes apoyan la línea dura de Washington -sobre todo los más mayores, ya sin parientes directos en la isla- y los que favorecen posiciones más abiertas.

A partir de ahora los cubanos residentes en EE UU sólo pueden viajar a la isla una vez cada tres años durante un máximo de dos semanas, y su gasto no podrá superar los 50 dólares diarios. Se ha reducido también el envío de dinero (100 dólares mensuales) a los familiares directos -siempre que no militen en el PC- y se limita el de paquetes, a excepción de medicinas y alimentos. Hasta el 30 de junio no existían restricciones a la duración de las visitas y cada viajero podía gastar 167 dólares al día.

Es cierto que el régimen de La Habana sobrevive gracias a una mezcla de comercio y turismo, remesas provenientes de EE UU y, ahora, petróleo venezolano a precios preferentes. Cálculos fiables cifran en alrededor de 4.000 millones de dólares anuales, el doble que los ingresos netos por turismo, las divisas aportadas por el exilio. La democratización de la isla no parece tener una relación directa con un paquete de restricciones que afectará fundamentalmente a los cubanos que tienen familiares en la EE UU. El argumento de Washington de que las medidas tienen que ver con la protección de los derechos humanos resulta un sarcasmo si se considera que sus ciudadanos pueden viajar sin trabas a santuarios tan democráticos como Vietnam o Libia, pero no a Cuba.

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En EE UU vive más de un millón de cubanos, casi la mitad de ellos con derecho a voto. Al margen de las grandes construcciones doctrinales, las recientes medidas pretenden obtener réditos electorales. Han sido dictadas pensando en las urnas de Florida, donde Bush y su rival demócrata, John Kerry, están empatados en expectativas para las presidenciales de noviembre. Y presumiblemente, como otras anteriores, no funcionarán. Después de 45 años, darán nuevos argumentos al régimen jurásico de Castro contra sus oponentes internos y reforzarán su papel de cruzado solitario frente al archienemigo vecino.

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