Un rueda rotundo

Victoria Pariente no sólo es una de nuestras mejores enólogas, abanderada de una renovación profesional, sino que posee la sensibilidad necesaria para enfrentarse a los desafíos vitivinícolas con el amor al riesgo. Eso se nota en su blanco de verdejo, de una pureza varietal deslumbradora, meritoria si tenemos en cuenta la tendencia aburrida del toque de sauvignon blanc y su secuela empalagosa de aromas a maracuyá. Por eso, y por la soberbia factura de este blanco de raza, es hoy un referente obligado (junto con Palacio de Bornos) en Rueda. Frente a lo fácil de tantos blancos, la hermosura de un vino de aromas primarios llenos de finos matices herbáceos que identifican a la uva autóctona. Impresiona la rotundidad de los nobles recuerdos a lías, pámpano y hollejo macerado, que se enriquecen con un fondo de tierra y humus. Complejidad sobria, limpia, que te regala en la boca una frutosidad viva, fresca, envuelta en sensaciones golosas que evolucionan hacia un final amargo. Un vino que atesora en lo más recóndito, más allá de su paladar graso y rotundo, fulgores de viejo sol castellano.