"¡Alabado sea Dios, España cambia de color y de lengua!"
Sentado frente a dos orquídeas fucsias que se abren paso entre las pilas de libros de su casa en Madrid, Álvaro Pombo da vueltas en torno a sus ideas sobre la lengua. Desde ayer forma parte de la Real Academia Española, donde ocupa el sillón j. El autor santanderino, que cumplirá 65 años este miércoles, es reconocido como uno de los grandes novelistas españoles contemporáneos por libros como El héroe de las mansardas de Mansard, El metro de platino iridiado, Donde las mujeres o los recientes Una ventana al Norte y su antología de poemas Protocolos (1973-2003). Son días en los que el verano intenta domarlo, pero él se rebela con su vocación dicharachera y al ritmo del tintineo de los hielos de su vaso de sangría.
"Espero influir para reventar el diccionario, y hacerlo implosionar para engrandecerlo"
"¡No hay novelas históricas! Cuando la ficción toca la historia, la convierte en ficción"
Pregunta. En su discurso, Verosimilitud y verdad, dice que fue la poesía la que lo relacionó por primera vez con la verdad.
Respuesta. Sí, aquella que dice que lo que permanece, los poetas lo fundan. Es el lenguaje. La palabra es la casa del ser. Eso viene de Heidegger, un personaje importantísimo.
P. ¿Por qué esa relación con la verdad desde la poesía?
R. Para Heidegger, en la palabra del poeta se hacía patente la verdad del ser, y yo lo asimilaba. Yo estaba convencido de que los poetas decían la gran verdad.
P. ¿Y ahora?
R. Lo sigo pensando. En mi último poemario he recogido unos poemas en los que sigo manteniendo esa idea de que los poetas dicen el mundo: ¿qué haría el mundo sin ser dicho, si no estuvieran los poetas para decirlo? "Decir las cosas tal como las cosas mismas jamás pensaron que llegarían a ser dichas", es lo que escribe Rilke en una carta a su traductor. Y es así. El poeta tiene la misión de decir lo verdadero.
P. Después, a finales de los setenta, usted se pasó a la novela, ¿qué clase de verdad hay en ellas?
R. Se habla de verosimilitud, que es el verdadeo de la verdad. En la novela la verdad está a la vuelta, al fondo de ese recorrido a través de la irrealidad que el novelista ha constituido para decir la verdad. En cambio, en un reportaje periodístico si un periodista inventa algo, falsea la realidad.
P. ¿Y la novela histórica?
R. ¡No hay novelas históricas! O es novela o es historia. En el momento en que la ficción toca la historia, la convierte en ficción.
P. ¿Dónde queda, entonces, la fiabilidad de estos libros?
R. Son fiables en cuanto a descripción de una esencia, no en cuanto a descripción de una existencia. El novelista trabaja variaciones eidéticas esenciales de un personaje o un hecho histórico.
P. Como sus personajes de psicología-ficción.
R. Las pasiones de mis personajes son y no son reales.
P. ¿Para qué sirven estas construcciones?
R. Sirven para aclarar el mundo. Un novelista contesta a preguntas reales, científicas o dudas mediante la construcción de psicología-ficción; y Freud, que en gran medida era un gran novelista, contestó mediante el complejo de Edipo y otras teorías. Esta idea confirma una vez más que la ficción y las hipótesis del narrador sirven para explicar el mundo real, que es también mi línea.
P. ¿Valora el mundo la verdad?
R. Estamos en un momento de devaluación, como viviendo en un sueño. Es un momento absurdo. Es como si nos quisieran meter en una irrealidad.
P. Frente a esta situación, ¿qué hace un novelista?
R. Contarlo. Por ejemplo, se plantea el asunto de la guerra en términos esenciales: qué es la guerra. Por eso, en cierta manera, la historia sólo aporta al novelista confirmaciones o desconfirmaciones. A ver, tengo una hipótesis: vamos a suponer que Aznar ha mentido respecto a los atentados del 11 de marzo en Madrid, y esa hipótesis la puedo confirmar o desmentir en la realidad; me fijo en los listados de lo que pasó aquellos días, y ahí están los hechos minuto a minuto, y ningún novelista puede cambiar las horas o lo que se dijo en su momento. No se puede modificar esa realidad.
P. ¿Y cómo se enfrenta el novelista a ese hecho concreto?
R. Pues... Trabajar, por ejemplo, sobre el carácter del ex ministro Ángel Acebes, hacer variaciones eidéticas sobre ese personaje: ¿es Acebes un hombre extraordinariamente respetuoso con la autoridad del que manda? ¿Se preocupa Acebes por la verdad o la autoridad? ¡Porque verdad y autoridad no son lo mismo! ¿Qué cree Acebes? ¿Es un hombre religioso? Porque si lo es, es posible que aplique al descubrimiento de verdades políticas e históricas criterios religiosos. Y en las verdades religiosas, verdades de fe, no es verdad o mentira el hecho, sino lo que se nos dice. Es posible que Acebes esté utilizando un criterio de autoridad donde hay que usar un criterio empírico. Y otra cosa, ¿hasta cuándo sostuvo el Gobierno que fue ETA mientras las investigaciones avanzaban por otro lado? Son preguntas-ruta que el novelista puede tomar para acercarse a la verdad.
P. Usted ha dicho que cada vez le interesa menos Europa y más América. ¿Por qué?
R. Es una tierra que habla mi lengua y con un español fantástico. Con muchas variaciones, porque allá hay una gran floración lingüística. Un lenguaje completamente igual y completamente distinto. Cuando leo a los latinoamericanos, a veces tengo que usar el diccionario, y eso me parece estupendo, refleja la riqueza verbal.
P. Aunque a veces la Academia no acepta palabras o expresiones hasta que se popularizan en España...
R. Ése es el gran tema. Lo verdaderamente serio del proyecto de la Academia. Eso es para lo que está, para debatir ese asunto.
P. ¿Lo va a plantear?
R. Sí, y creo que ellos lo tienen en la cabeza también. No hay que tenerle miedo al idioma.
P. ¿Qué hacer con esas voces no reconocidas?
R. Allí hay unas palabras maravillosas. Yo he visto una película como Y tu mamá también, en la que hay dos mexicanos y una española, y tiene un lenguaje sorprendente. Es una película para que la veamos todos los académicos y tomemos buena nota, porque eso que hablan esos muchachos es castellano, aunque me perdí la mitad.
P. ¿No se enfadó?
R. ¡Qué va! Me pareció divertidísimo. Aprendo, enriquezco mi vocabulario. No hay que olvidar que el español es una obra en progreso con 450 millones de hablantes. Es un organismo vivo, viviente. Hay que tomar en serio la frase de Wittgenstein: "Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo". Aunque también puede ser al revés: "Cuanto menos límites tenga mi lenguaje, más grande será mi universo". Yo espero influir en el sentido de reventar el diccionario, hacerlo implosionar desde dentro para engrandecerlo. Si Lázaro Carreter se veía a sí mismo como el guardián de la lengua, a mí me gustaría ser el pastor de la lengua junto con otros pastores. Me gustaría ser el pastor que lleva la lengua de un lado para otro, que la deja vivir y que la conduce a los pastos donde está la lengua. Todos los hombres de letras, de la palabra, e incluyo a los periodistas, pastoreamos la lengua que a su vez es la casa del Ser, pastoreamos el Ser.
P. ¿Cree que le sobra algo al idioma español?
R. Voy a arriesgar: le sobra mimetismo con la lengua inglesa, y un cierto paletismo y apocamiento frente a ella.
P. ¿Y qué le falta?
R. Grandeza de ánimo, la megaloxigía, la palabra que utiliza Aristóteles para referirse a la magnanimidad, a la grandeza de ánimo, y a la voluntad de emprender grandes empresas. Manejamos un instrumento en permanente formación donde cabe desde la informática hasta el lenguaje de América o el spanglish.
P. Ahora aumenta cada vez más la inmigración en España...
R. ¡Alabado sea Dios, España ha cambiado de color y ha cambiado de lengua!, y eso no era visible hace 10 años. Ahora se ha oscurecido el color de la piel, es una cosa maravillosa. Estamos empezando a dejar de ser hombres blancos, nos estamos haciendo a todos los matices de lo achocolatado, y de lo oscuro, pero a la vez también de lo blanco. Embellecido por los soles. La frase que más le gustaba a Juan Ramón del poema de Bernardo López García era "Desde la cumbre bravía / que el sol indio tornasola". Bueno, pues ahora el sol indio está tornasolando a España.
... Y Álvaro Pombo se levanta de su sillón como el Hermes de uno de sus propios versos: "Dentro de la caverna, toda tristeza es imaginaria".
El poeta, novelista y ensayista Álvaro Pombo García de los Ríos (Santander, 1939) ocupa desde ayer el sillón j de la Real Academia Española. En su discurso de ingreso, titulado Verosimilitud y verdad, rindió homenaje a su predecesor, Pedro Laín Entralgo, y dio muestras de una gran sensibilidad y de su sentido socrático de ver la vida al mostrar las brumosas fronteras que existen entre realidad y ficción en el mundo de la creación literaria.
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