"Es la edad de oro para la biología del cáncer"

Su acento ya le debe más a Nueva York que a su Barcelona natal. Nació en 1953, así que tiene la misma edad que la doble hélice del ADN, y es el único español en el parnaso de los 50 científicos más citados de los últimos 20 años. Se doctoró en la Universidad de Barcelona y emigró a EE UU a finales de los setenta. Ahora dirige el Programa de Biología y Genética del Cáncer del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York, donde es responsable de un equipo de 250 investigadores y de un presupuesto de 30 millones de dólares.

Pregunta. ¿Cómo se siente?

Respuesta. Es un honor colosal, y probablemente yo puedo apreciarlo mucho mejor que el resto de los galardonados. Estoy muy contento y, sobre todo, muy estimulado para seguir adelante.

P. ¿Qué papel tiene la genómica en la oncología?

R. Es uno de los dos pilares fundamentales de la nueva oncología. No sólo está acelerando enormemente la investigación básica, sino también sus aplicaciones clínicas. La genómica interviene en el diagnóstico del cáncer, en la subclasificación de cada tumor, en la determinación de su pronóstico y en la decisión sobre la terapia óptima.

P. ¿Y el otro pilar?

R. El desarrollo de fármacos contra dianas moleculares específicas. Ya hemos visto los primeros logros, pero el trabajo es muy activo y su impacto será enorme.

P. Suele decirse que el cáncer no es una enfermedad, sino 200. ¿Habrá que descubrir el tratamiento 200 veces?

R. Es cierto que el cáncer es un fenómeno muy complejo, pero también es verdad que, como en toda red compleja, hay unos cuantos nodos esenciales. Esos nodos son los que se estropean más a menudo, y sobre ellos se puede intervenir de manera más eficaz. Hay que desmitificar la complejidad del cáncer, como hay que desmitificar su maldición.

P. Si los tratamientos tienen que ser cada vez más individualizados, ¿podrán los sistemas sanitarios soportar el coste?

R. Los costes de los nuevos tratamientos son muy altos, en efecto, pero ello se debe en gran parte a que las compañías farmacéuticas cargan en el precio del fármaco exitoso el coste de todos los fracasos anteriores. Desarrollar un nuevo medicamento puede llegar a costar 800 millones de euros, y la mayoría de las moléculas candidatas se quedan por el camino.

P. ¿Irán reduciéndose los precios?

R. Sí, al igual que ocurre en la electrónica y otras tecnologías. Pero la sanidad es el gran agujero de las economías actuales, y éste es un problema que trasciende al tratamiento del cáncer. Paradójicamente, el incesante aumento del gasto sanitario es una consecuencia directa de las buenas noticias. Antes del descubrimiento de los antibióticos, no había gasto en antibióticos. El avance cuesta.

P. ¿Recomendaría a un estudiante de primero de carrera que se orientara hacia la oncología, o para cuando se licencie ya lo habrán descubierto todo ustedes?

R. Se lo recomendaría con fervor. Estamos en plena edad de oro de la biología en general, y de la investigación del cáncer en particular. Es un momento ideal para investigar, porque hemos acumulado una gran masa de conocimientos, y ahora es posible formular buenas hipótesis, es decir, hipótesis que tienen una alta probabilidad de dar en el clavo. Cuando yo empecé a investigar eso no era posible: dábamos más bien palos de ciego.