EE UU comienza a ceder el protagonismo al nuevo Ejecutivo de Irak
La Administración norteamericana, alentada por la resolución de la ONU, reordena su estrategia
Después de haber conseguido romper el catastrófico mes de mayo con la gira europea, la aprobación de la resolución de la ONU y la reunión del Grupo de los Ocho (G 8), George W. Bush puede respirar, pero no demasiado. A menos de cinco meses de las elecciones, su rival demócrata, John Kerry, encabeza varios sondeos, a pesar de llevar 10 días fuera de los grandes escenarios. Y un 53% de los estadounidenses, según una encuesta del diario Los Angeles Times, creen que no ha merecido la pena ir a la guerra. Por eso la estrategia de la Casa Blanca es aprovechar el impulso de las dos últimas semanas e intentar desactivar al máximo la tensión en Irak.
El problema de este plan es, como hasta ahora, que la realidad se empeñe en ir por otro lado. En la tarea de bajar la tensión puede tener repercusiones favorables, sobre todo en el sur del país, el cambio del belicoso clérigo radical chií Múqtada al Sáder, según se desprende del último sermón lanzado el viernes en la ciudad de Kufa, en el que dio un apoyo condicional al Gobierno provisional iraquí que asumirá la soberanía dentro de 17 días y pidió a sus partidarios que sigan "el camino de la seguridad y la paz" y que abran "una nueva página".
"Los combates van a ser una prioridad más baja de lo que han sido hasta ahora"
Por su parte, el general Thomas Metz, nuevo responsable de las operaciones militares en Irak, declaró el viernes a la agencia Associated Press que las prioridades son ahora la protección del nuevo Gobierno y la formación de las fuerzas iraquíes de seguridad. "Los combates van a ser una prioridad más baja de lo que han sido hasta ahora". Metz recordó que la resolución de Naciones Unidas permite a la Fuerza Multinacional llevar adelante las operaciones que considere necesarias para la seguridad del Gobierno y de las propias tropas, pero aseguró que se hará de manera concertada con el Gobierno provisional de Bagdad y que una de las tareas urgentes es definir qué milicias o grupos armados son ahora el enemigo, después de los acuerdos y pactos de las últimas semanas.
El comentarista Thomas Friedman coincide en The New York Times: "Ahora que el Gobierno iraquí va a asumir la soberanía, será cada vez más importante para las tropas de Estados Unidos asumir un perfil más bajo". La incógnita, que se desvelará muy pronto, es saber si esta estrategia de aflojar la mano será aprovechada por los grupos menos recuperables, los formados por seguidores cercanos de Sadam Husein y los extranjeros, y si habrá una ofensiva notable de atentados y acciones armadas antes y después del 30 de junio, y qué hará en ese caso el nuevo Gobierno iraquí.
Pero la sociedad norteamericana parece haber inclinado la balanza -después de las incoherencias, de los errores y de la aún abierta crisis de las torturas en las prisiones- hacia la consideración crítica de la guerra, como se desprende del sondeo de Los Ángeles Times, con el que coinciden encuestas similares. Thomas Mann, de la Brookings Institution, escribe que "el caos, las bajas y los malos tratos a los presos en Irak han llevado a una mayoría de estadounidenses a concluir que los costes de la intervención son mayores que los beneficios". Mann recuerda que Bush tiene el respaldo de poco más del 40% y cree que hay una mayoría a favor del cambio, aunque admite que "no se sabe aún si Bush podrá mejorar las condiciones sobre el terreno (en casa y fuera) y en las mentes de los votantes".
Bush, que se ha empleado a fondo en intentar demostrar que ha reconquistado la escena internacional, tiene aún dos reuniones importantes -la cumbre EE UU-Unión Europea en Irlanda y cumbre de la OTAN en Turquía- antes de que termine junio. La cita del G 8 la resolvió con brillantez. Con retraso, ha descubierto la diplomacia. "Ha habido un cambio notable en la política exterior americana", dijo el canciller alemán Gerhard Schröder.
¿Demasiado tarde para el futuro electoral de Bush? A pesar de que en esta ocasión el peso de la política exterior es mayor que en anteriores elecciones, la economía seguirá siendo la clave. Lo que la Casa Blanca intenta con Irak -evitar enfrentamientos, minimizar bajas y soltar lastre a la ONU- es neutralizar la ventaja de Kerry ante los electores en política exterior.
El candidato demócrata sufrió ayer un serio revés, aunque en cierta manera era esperado. El senador republicano por Arizona y candidato a presidente en las primarias del año 2000, John McCain, ha decidido no formar con Kerry el tándem electoral de los démócratas en las elecciones de noviembre. Muchos demócratas se habían hecho ilusiones con un ticket Kerry-McCain aparentemente imbatible. Una reciente encuesta de la CBS mostraba que esa pareja sacaba 14 puntos de ventaja al dúo Bush-Cheney, el 53% contra el 39%.
Por esas mismas razones de índole electoral, los expertos más críticos de la Administración saludaron la resolución de la ONU, pero aprovecharon para recordar cuándo y cómo llega. En opinión de Lawrence Korb, del Centro Americano para el Progreso -un think tank (centro de estudios) cercano al Partido Demócrata-, "si el presidente hubiera demostrado la misma disposición para escuchar a la "vieja Europa" hace un año, Estados Unidos habría tenido menos bajas, habría gastado mucho menos dinero y tendría mucha más legitimidad en Irak y en el mundo". Para Ivo Daalder, de la Brookings, "el presidente y su Gobierno parecen haber entendido finalmente los límites del poder unilateral americano".
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