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Obispos católicos de EE UU niegan a Kerry el derecho a comulgar

La postura abortista del candidato demócrata provoca la polémica

Cuando John F. Kennedy intentaba alcanzar la Casa Blanca hace 44 años, sus enemigos le acusaban de ser demasiado católico. Para John Kerry, el primer demócrata católico que aspira a presidente desde la muerte de Kennedy, el problema es el contrario: varios obispos le acusan de no ser suficientemente recto en sus principios religiosos. Alguno de ellos ha anunciado públicamente que Kerry no es apto para recibir el sacramento de la comunión porque defiende el derecho al aborto. Al menos un cardenal ha salido en defensa de Kerry para tratar de frenar la politización religiosa de la campaña electoral.

De Kennedy se decía que su catolicismo era profundo, casi místico, aunque sólo de cintura para arriba. Sus detractores trataron de frenar su ascenso a la Casa Blanca con sugerencias veladas o abiertas sobre sus creencias. Alguno llegó a decir que Kennedy consultaría con el Papa cada decisión política y hablaría con él cada mañana.

"Sus adversarios dijeron que, si era elegido presidente, su primera decisión sería construir un túnel entre la Casa Blanca y Roma", recuerdan 48 congresistas demócratas y católicos en carta que a Theodore McCarrick, cardenal de Washington. McCarrick lidera un comité de obispos católicos que debate el papel de Iglesia en la vida política de este país. Convenientemente, las conclusiones del análisis no se publicarán hasta después de las elecciones del 2 de noviembre.

Discrepancia

La polémica, imposible de disipar en los próximos meses, es relativamente sencilla: varios obispos católicos han expresado su convencimiento de que al candidato demócrata, John Kerry, debería negársele el sacramento de la comunión por haber expresado su defensa al derecho al aborto. Aunque quienes defienden esto la hacen seguros de que no se enfrentarán personalmente a un "duelo en el altar" con Kerry, al menos uno de ellos, el arzobispo de San Luís, Raymond Burke, ha anunciado que Kerry no recibirá la comunión si decide asistir a una de sus misas.

Kerry tiene ahora un defensor en el cardenal de Baltimore, William Keeler, que se opone a la politización de un sacramento. Según Keeler, no deben ser los sacerdotes sino los fieles quienes juzguen el estado de su conciencia y la coherencia de sus actos con el ideario católico. "Nuestra postura", dice Keeler, "es que los católicos tienen la responsabilidad de examinar su propia conciencia para determinar si están en un estado adecuado para la recepción del sacramento. No necesitamos que los obispos entre en eso", dijo en una entrevista.

No es la primera vez que los obispos conservadores convierten el derecho al aborto en una lacra que incapacita para el catolicismo. El propio Francis Arinze, el cardenal nigeriano que suena entre los posibles sucesores al Papa Juan Pablo II, ha expresado recientemente esa misma opinión: quiere que los sacerdotes se nieguen a dar la comunión a los políticos proabortistas.

En EE UU, los demócratas están tradicionalmente más próximos al catolicismo que los conservadores republicanos: aunque los demócratas se enfrentan a la doctrina católica en la cuestión del aborto, comparten con esta religión la oposición a la pena de muerte o a las guerras como solución de conflictos internacionales. Si el debate perdura, los republicanos pueden obtener un beneficio marginal de esta polémica, no demasiado grande en niveles porcentuales pero de enorme valor si los resultados acaban siendo tan ajustados como indican las encuestas. Según un sondeo publicado hace unos días, un 13% de los electores católicos pueden escoger el sentido de su voto en función de lo que aconseje la doctrina impartida por sus obispos.

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