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La deuda del cine

Edward Hopper estableció un diálogo de doble dirección con las artes escénicas, en especial el cine. "Cuando no estoy con humor para pintar, me voy al cine durante una o más semanas", dijo el pintor en una ocasión. Cinematográfico es, con frecuencia, el ambiente que emana de sus escenas urbanas y rurales al tiempo que la arquitectura de las salas de teatro y cine sirven de marco de otras composiciones.

En algunas de sus obras, las figuras reposan ausentes en los palcos y butacas o se esconden entre los pasillos, como la acomodadora del lienzo New York movie, de 1939, uno de los grandes ausentes en la retrospectiva de la Tate Modern. Sí se incluye en la muestra la despedida pictórica de Hopper Dos comediantes, en la que la pareja de actores, identificados con el propio artista y su esposa Joe, saludan al público al término de una función imaginaria.

La influencia fue mutua y la huella de Hopper sigue presente en la filmografía contemporánea. El crítico cinematográfico del dominical The Observer se remonta a Fritz Lang para descubrir el origen de la perspectiva en picado que introduce el pintor en sus grabados de los años 20. Y reconoce que fueron los filmes de la época dorada de Hollywood, en los años 30 y 40, los que inspiraron a Hopper para pintar sus características ciudades anónimas, abstractas, solitarias.

Trasnochadores, su obra maestra de la pintura negra, surgió en respuesta a la novela de Hemingway Los asesinos y en su adaptación al cine, el realizador Robert Siodmak reconstruye el mismo cuadro en blanco y negro. El filme marcó el principio de una apropiación artística de los tópicos y estética de Hopper, reivindicación que continúa hasta nuestros días.

Ciclo

Por eso, como complemento a la exposición, la Tate Modern honra la deuda que el cine ha contraído con el artista neoyorquino. Ha encargado a Todd Haynes, director de Lejos del cielo, la selección de una serie de películas históricas y de reciente realización estéticamente inspiradas en la obra del pintor. Con la proyección del ciclo, que viene acompañada de charlas paralelas, se explorará la relevancia del cine en la obra de Hopper y, a su vez, la importancia del artista en la evolución del cine.

Desde Gigante, el filme de George Stevens que descubrió la química del trío de actores, Rock Hudson, Elizabeth Taylor y James Dean, hasta Blue velvet, de David Lynch, pasando por los clásicos La sombra de una duda, de Alfred Hitchcock, o Matar a un ruiseñor, de Robert Mulligan, entre otras, se proyectarán en el auditorio de la Tate Modern desde el próximo 4 de junio y hasta principios de agosto.

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