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Tribuna:DEBATE | ¿Qué se puede hacer con el 'plan Ibarretxe'?
Tribuna
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Ser realistas

La fuerza del plan Ibarretxe no está en quienes lo apoyan, sino en la debilidad de quienes se oponen. Podemos desgañitarnos criticando las maldades del plan -anticonstitucional, antiestatutario y contrafuero- y lo desacertado del procedimiento seguido -unilateralidad-, pero si no somos capaces de darle una respuesta eficaz en el terreno de lo práctico, el plan seguirá adelante y quienes estamos en contra nos tendremos que conformar con la denuncia y la frustración.

¿En qué consiste la respuesta eficaz? En primer lugar, en ganar la batalla de la opinión pública; en segundo lugar, en afrontar las próximas elecciones autonómicas con posibilidades de éxito; y, finalmente, en buscar un compromiso realista después de dichas elecciones. Vayamos por partes.

No basta con proclamar la alternativa. Se trata de hacerla factible
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El 'plan Ibarretxe' empieza a ser visto como una rémora del pasado

La batalla de la opinión pública. Es muy difícil ganar esta batalla insistiendo, únicamente, en las bondades o maldades intrínsecas del texto del lehendakari. Los nacionalistas no han conseguido sumar apoyos a su proyecto, pero sí han ganado la batalla del diálogo. Hasta ahora, la respuesta de los autonomistas ha sido la negativa radical y una oposición planteada más desde Madrid que desde la sociedad vasca. Es necesario cambiar la situación.

El cambio se está produciendo ya. La propuesta de entrar a estudiar una posible reforma del Estatuto, siguiendo las vías legales y mediante consenso, realizada por la oposición socialista en Euskadi y la apertura del diálogo institucional por el nuevo Gobierno, han contribuido a equilibrar la batalla ante la opinión pública. La bandera del diálogo ya no es patrimonio de nadie. Los primeros efectos no se han hecho esperar. El plan Ibarretxe empieza a ser visto como una rémora del pasado, se ha convertido en un serio obstáculo que dificulta el necesario entendimiento. Hasta ahora, el Gobierno nacionalista no ha encontrado las respuestas adecuadas para este nuevo estado de cosas.

La segunda cuestión es la referida a las próximas elecciones autonómicas. No nos engañemos, el plan Ibarretxe es -entre otras cosas- un instrumento electoral del PNV. Un instrumento para aglutinar voto nacionalista radical -en la orfandad, por falta de referente político- y obtener la mayoría absoluta. Si esto se produce, el plan habrá salido fortalecido y, además, habrá sido rentable para el PNV.

Es aquí donde adquiere todo su significado la afirmación con la que abría este artículo: la fuerza del plan Ibarretxe no está en sus impulsores, sino en la debilidad de sus oponentes. Me explico: el PNV ha descubierto que puede radicalizar su proyecto sin que por ello pierda voto moderado. ¿Por qué se produce esto?: porque no tiene ante sí una oposición capaz de atraerse al voto moderado. En cualquier país normal, el Gobierno no puede permitirse la radicalización porque pierde el poder, al mismo tiempo que el apoyo moderado y de centro. En el País Vasco esto no ocurre. El PNV se puede radicalizar sin poner en riesgo su Gobierno.

Está claro que el mérito es del PNV, y el demérito, de la oposición. Mientras no consigamos cambiar esto, el plan Ibarretxe, con sus más y sus menos, seguirá adelante. Hoy por hoy, la oposición vasca es incapaz de atraer ese voto moderado y autonomista que pone en riesgo el PNV al radicalizarse. No basta con proclamar la alternativa. Se trata de hacer factible la alternativa. Es una tarea que corresponde al partido socialista.

La alternativa es tremendamente dificultosa en el País Vasco. Hay mucha gente que prefiere votar a un partido nacionalista cuya deriva radical no le convence, que a un partido socialista cuya política comparte. Es una realidad que hunde sus raíces en la historia pasada y en la sociología presente. El país está dividido en bloques ideológicos -nacionalistas por un lado, autonomistas o constitucionalistas, por otro-, entre los cuales apenas se producen trasvases electorales importantes. Se ha visto a lo largo de toda la transición.

¿Cómo se puede romper, aunque sea mínimamente, esta política de bloques? ¿Cómo conseguir que el votante moderado nacionalista pierda sus prejuicios para votar a la alternativa socialista? Estamos en ello, pero quizá lleguemos a la conclusión de que los socialistas en solitario no lo podamos hacer. Y que habrá que acudir a las próximas autonómicas en coalición con alguna plataforma autonomista, o al menos con personalidades cuyo objetivo fundamental, aunque no sean socialistas, sea la defensa del autonomismo. Puede que sea la vía indirecta para que el voto nacionalista que no está de acuerdo con el plan Ibarretxe opte por la alternativa.

En cuanto a la tercera cuestión que planteábamos, la referida al momento posterior a las elecciones autonómicas, si hemos conseguido neutralizar electoralmente el plan Ibarretxe, estaremos ya en condiciones de negociar. El plan Ibarretxe habrá fracasado si hemos conseguido la alternancia política en Euskadi o, al menos, si hemos conseguido que el nacionalismo vasco no obtenga la mayoría y necesite de la oposición para seguir gobernando. Entonces, lo que se impondrá es el diálogo y la negociación.

¿Es posible algún tipo de negociación? ¿Es posible hallar algún punto intermedio, algún lugar de encuentro, entre el plan Ibarretxe y el Estatuto de Autonomía? Por supuesto que sí. No es un problema teórico, sino de correlación de fuerzas. Lo demás ya es cuestión de realismo, prudencia y responsabilidad. Es cuestión de dejar al margen debates doctrinales e ir a una reforma del Estatuto en lo que sea posible, viable y conveniente para todos.

Jesús Eguiguren Imaz es presidente del PSE-EE (PSOE). Acaba de publicar el libro titulado La crisis vasca. Entre la ruptura y el diálogo.

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