Una mayoría desaprueba la gestión de Bush por primera vez durante su mandato
Sólo uno de cada tres norteamericanos está satisfecho con la marcha general del país
Hace ocho años que EE UU no conocía un malestar tan amplio en la opinión pública como el de hoy: solamente un 33% de los estadounidenses está contento con la forma en que van las cosas. Nunca, desde que está en la Casa Blanca, George W. Bush había tenido más gente en contra que a favor, como ahora. La historia de los últimos treinta años le ofrece a Bush más inquietud que otra cosa: los dos presidentes que fracasaron en la reelección -su padre y Carter- estaban tocados a cinco meses y medio de las elecciones, lo contrario que Reagan y Clinton, los dos que fueron reelegidos.
El presidente que se presenta a la reelección tiene enormes ventajas frente al aspirante. Su arma es conseguir transformar las elecciones en un referéndum, más fácil de ganar que unos comicios cuando se organiza desde el poder. Por eso, desde la derrota en 1932 de Herbert Hoover ante Franklin D. Roosevelt, y salvo las circunstancias excepcionales de Gerald Ford, todos los titulares de la Casa Blanca han sido reelegidos menos dos: Jimmy Carter y George Bush padre. Poco antes de los veranos electorales de 1980 y 1992, ambos tenían índices de popularidad en torno al 40% que ya no se levantaron durante el otoño.
En el caso opuesto se sitúan Ronald Reagan y Bill Clinton, que derrotaron con facilidad en 1984 y en 1996 a Michael Dukakis y a Bob Dole tras haber abordado la recta final con porcentajes del 50 al 60%. Los que iban mal en el verano acabaron mal en otoño; los que iban bien, ganaron la reelección.
¿Cómo va George W. Bush de cara al próximo 2 de noviembre? Mucho peor que hace unos meses, pero todavía fuera de lo irremediable. Además de que "cinco meses y medio son un mundo en los sondeos, porque puede haber muchas variables", como señala uno de los responsables del Pew Center, hay datos nuevos en cada elección que no permiten extrapolar resultados anteriores. Lo que le ocurre a Bush es que ha perdido el capital de opinión pública que tenía hasta diciembre (63% de apoyo tras la captura de Sadam) y que la recuperación es difícil, porque en parte depende de acontecimientos que no controla.
Según el último sondeo de Gallup, su aceptación global ha descendido al 46%. Según la encuesta del Pew Center, al 44%. Este instituto añade que sólo una de cada tres personas está contenta con la situación general. Las preguntas han sido hechas en plena turbación nacional por las torturas en Abu Ghraib, y también con un precio de la gasolina por las nubes: hace 23 años que no costaba tan cara. Los dos dólares por galón -1,62 euros los 3,78 litros- serían un maná en Europa, pero el salto psicológico de la barrera de los 2 dólares afecta al humor nacional en EEUU.
El 51% de los norteamericanos creen que lo de Irak no va bien -es la primera vez que la mayoría opina eso en el barómetro del Pew Center- pero sigue habiendo un 53% contrario a la retirada de tropas -frente al 42% a favor- hasta que no haya un Gobierno estable. Bush mantiene una pequeña ventaja frente al demócrata John Kerry cuando se pregunta quién sería mejor para lidiar con Irak y con el terrorismo, y Kerry destaca en economía y asuntos sociales. En intención de voto, el demócrata está ligeramente por delante, pero su problema sigue siendo el ecologista Nader: cuando el sondeo se basa en la rivalidad Kerry-Bush, el resultado es 50 contra 45; cuando entra Nader en juego, los cinco puntos se quedan en tres. Bush gusta más que Kerry en carácter: se le ve como determinado y se aprecia su testarudez -dispuesto a tomar decisiones difíciles o impopulares- frente a la imagen de Kerry: el 42% cree que cambia demasiado de opinión. Los 60 millones de dólares de la campaña republicana gastados en anuncios que le pintan como chaquetero y poco de fiar han dado resultado, mientras que la publicidad de los demócratas y de sus organizaciones paralelas no ha tenido el mismo efecto en Bush.
Kerry ha apretado el acelerador para rentabilizar el mal momento de Bush, pero su mensaje aún no traspasa. En el cartucho que todavía guarda -la elección de aspirante a vicepresidente- destacados demócratas insisten en que hay que dar la campanada con el republicano independiente John McCain. Él lo descarta, pero muchos líderes y votantes creen que en unas elecciones tan polarizadas, la única posibilidad de ganar a Bush-Cheney es con un ticket Kerry-McCain. "Sería el equivalente político del fichaje de Alex Rodríguez por los Yankees [el contrato beisbolístico de la temporada]", declara a The New York Times el estratega demócrata Chris Lehane.
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