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Reportaje:FÓRUM DE BARCELONA | Exposiciones

Un ejército de 10 guerreros

Los efectivos de terracota de Xi'an desplegados por el Fórum son escasos, pero se han convertido en la mayor atracción

Jacinto Antón

Son pocos, es cierto, pero sólo eran media docena los doce del patíbulo, y muchos menos los siete samuráis, los otros tantos magníficos o los tres mosqueteros, y todos cumplieron bien su misión. Por otro lado, ¿no ha escrito Sun Tzu que mandar un gran ejército es lo mismo que mandar a unos pocos hombres: una cuestión de organización? Los 10 célebres guerreros de terracota chinos que se exhiben en el Fórum están estupendamente organizados, y así parecen más.

Toda la exposición está consagrada, mediante espejos y otros medios, a crear la ilusión de número para evocar en lo posible el inmenso despliegue original -8.000 efectivos- del ejército funerario en Xi'an del primer emperador de China, Quin Shihuang, del que los soldados destacados en Barcelona forman parte. "El arte de la guerra se basa en el engaño", sentenció también Sun Tzu. En el capítulo de la estrategia expositiva hay que mencionar la quinta columna de aguerridos soldaditos Han -más pequeños- que se exhiben y la presencia de figuras de tres mozos de cuadras arrodillados, dos personajes que parecen estar pescando y un acróbata descabezado procedentes de fosas subsidiarias del ejército del emperador. Menos justificable es quizá que se incluya la copia de un caballo y de un carro.

"Clavado a Jackie Chang, tío", exclama un adolescente de aire 'rapero' ante un general

Sea como fuere, el público que acude en masse a contemplar a los famosos soldados de terracota del belicoso Hijo del Cielo y ha convertido la exposición en el mayor éxito del Fórum, parece pasárselo estupendamente. Algunas visitas se desarrollan con tanto entusiasmo -en especial las de los muchísimos escolares que han acudido esta semana- que cabe una cierta preocupación por la integridad física de los guerreros, dado que se ofrecen a la vista sin más protección que un pequeño foso individual.

"¡Adelante!". El grito surgió de la garganta de medio centenar de niños que, tras la espera de la cola en la entrada -media hora- y el aperitivo de un audiovisual que trata de explicar en breves minutos las dos dinastías -Quin y Han- a las que se refiere la exposición, entraron en la sala con el entusiasmo contenido de nómadas que irrumpieran por fin en una brecha de la Gran Muralla. El primer guerrero, un auriga con cota de malla, pareció a punto de perder su flema milenaria y echar a correr ("si hablan de manera beligerante y avanzan agresivamente, deberá retirarse" -de nuevo Tzu, El arte de la guerra, capítulo nueve, Maniobras). El grupo infantil, trufado con una pareja de turistas holandeses y dos viejecitas que se habían visto arrastradas, rodeó al bravo auriga y avanzó a lo largo de la hilera de los camaradas de éste con un júbilo que contrastaba con la atmósfera pertinentemente sepulcral de la exhibición, que quiere sugerir (y lo hace muy bien) el ambiente de la excavación de los soldados. Éstos se yerguen sobre un suelo de trozos de corteza de árbol y los baña una luz crepuscular tipo la escena postrera de Excalibur. Son ocho los guerreros alineados, incluidos uno arrodillado y un funcionario (al que se cuenta generosamente en el contingente: el valor se le supone) que cierra la fila. A la derecha, en la pared hay otros dos guerreros a los que un juego de espejos multiplica en un trompe l'oeil extraordinario. "Clavado a Jackie Chang, tío", exclamó un adolescente con aire rapero ante el cuarto militar, un general (hay dos) de 1,97 metros y anchas espaldas. La celeridad con que los escolares -y la mayoría de los visitantes- recorren la exposición les impide observar detalles de las impresionantes figuras, como el realismo de las corazas de placas, la perilla de un oficial, el barbuquejo de un soldado de caballería, la policromía en una armadura, los diferentes tocados o los cordones de los zapatos. También se pierden material muy interesante que se exhibe en las vitrinas laterales, como un trozo de ballesta (arma fundamental en los ejércitos chinos de la época de los Reinos Combatientes), un hacha- puñal, una cigarra de jade o dos, ejem, penes Han de bronce cuyo propósito los estudiosos sólo se atreven a suponer. Claro que como las cartelas de todos los objetos sólo están escritas en catalán habrá mucha gente que tampoco se enteraría de nada. El propósito obvio de la exposición, que ofrece escasísima información escrita, es que la gente disfrute estéticamente con las piezas y no se entretenga demasiado para garantizar la fluidez de acceso. No obstante, entre flujo y reflujo de público -regulado por el audiovisual previo- suelen quedar personas que profundizan a su gusto y en una relativa soledad en las maravillas de la sala. Al fondo de la misma, otro espejo alarga la fila de guerreros, prolongando hasta el infinito su eterna guardia de terracota y englobando provisionalmente a los visitantes en el contingente del emperador chino, devenido así, con los modernos reclutas de carne y hueso, por fin un verdadero ejército.

Los guerreros de Xi'an, en la exposición del Fórum.
Los guerreros de Xi'an, en la exposición del Fórum.MARCEL.LÍ SÁENZ

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Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

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