El Pentágono aprobó hace un año 20 técnicas para intimidar a los prisioneros en Guatánamo
Entre las medidas apoyadas por Rumsfeld se incluye la privación de sueño de los detenidos
El Pentágono aprobó hace un año una veintena de técnicas intimidatorias para hacer hablar a los cerca de 600 detenidos en Guantánamo. La lista no incluye las aberraciones ocurridas en Irak, pero sí permite el uso de presiones psicológicas y físicas tales como privarles de sueño, dejarles de pie varias horas o someterles a técnicas de calor o frío, según informa el periódico The Washington Post. Estados Unidos autorizó técnicas similares para las cárceles iraquíes en casos de prisioneros que "posean información valiosa". Muchas de estas presiones están prohibidas en EE UU, según Human Rights Watch.
En teoría, los interrogadores tienen que justificar que es "militarmente necesario" aplicar el grado máximo de intimidación a un prisionero antes de poder ejecutarlo, y cada caso debe ser expresamente aprobado por los altos mandos militares. Algunos tiene que firmarlos el propio secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Una vez autorizados, sólo les permiten usar las técnicas bajo supervisión médica y legal, según el documento citado por el diario estadounidense.
La lista de medidas de la base de Guantánamo se realizó a petición del general Geoffrey D. Miller, que estuvo durante año y medio a cargo del penal en esa base militar de Cuba, y hace un mes fue destinado a Irak. Miller asumió el puesto en Guantánamo con la misión específica de "agilizar los interrogatorios y obtener el máximo de inteligencia de los prisioneros" de la guerra de Afganistán. A fines de 2002 solicitó a sus superiores que le "aclararan" los métodos que podía utilizar. Tras más de tres meses de discusiones entre abogados y militares, el Pentágono elaboró la lista de presiones "aceptables".
En esos debates internos, relatados en parte por dos de los letrados participantes, se llegaron a plantear alguno de los métodos extremos exhibidos en la película Los intocables. "¿Qué tal si disparamos sobre un cadáver y les decimos que ésa será la suerte que corran si no cooperan?", dijo uno de ellos. La propuesta fue inmediatamente rechazada por el grupo, al igual que el uso de electrodos. Otras que sí entraron en la lista de presiones aceptadas incluyen: conseguir que los detenidos se sientan seres humanos inservibles; hacerles desnudarse durante los interrogatorios, siempre que estén solos dentro de su celda y no en público, o que las preguntas se las haga una mujer, algo que pude ser humillante en la mentalidad musulmana. También está permitido someterles a luces muy brillantes durante horas, que les impidan dormir.
El Gobierno de Estados Unidos niega rotundamente que dichas tácticas equivalgan a tortura. Son todas, sostienen, técnicas en consonancia con las leyes internacionales y aplicadas con las salvaguardas apropiadas.
No es ésta una opinión muy extendida. La ONG Human Rights Watch las califica de "trato inhumano". El director de esa organización, con sede en Nueva York, Kenneth Roth, afirma que al estar prohibidas en EE UU deberían estar prohibidas cuando se trate de prisioneros custodiados por soldados norteamericanos. "Pero estamos muy lejos de que sea así", señala.
El portavoz del Pentágono, Bryan Whitman, asegura que son técnicas que se utilizan de forma "controlada, limitada e infrecuentemente". Obviamente, no en Irak, donde los guardias militares han cometido todo tipo de humillaciones y abusos, y quizá asesinatos. La situación en Guantánamo es en apariencia distinta. Entre los cerca de 100 prisioneros liberados no se conocen denuncias de tortura, pero sí ha habido quejas, a consecuencia de las cuales dos guardas fueron castigados. Uno había golpeado a un detenido con una radio y otro le había rociado con agua.
Consentimiento superior
Si los graves abusos ocurridos en la cárcel de Abu Ghraib, próximo a la capital iraquí, se hicieron con el consentimiento o no de los mandos superiores está aún por dilucidarse, pero la elocuencia de las fotos ha producido el mayor escándalo político de la historia reciente de EE UU.
Quizá lo podrían haber evitado si los halcones del Pentágono hubieran aceptado la propuesta de sus oficiales en Irak de que destinaran con carácter permanente a un abogado que supervisara la legalidad de los penales dirigidos por las potencias ocupantes. Esa persona hubiera sido el congresista republicano Steve Buyer.
Buyer se había prestado a ir voluntario en marzo de 2003. Además de ser abogado militar, había supervisado el campo de detenidos gestionado por la Brigada 800 en la guerra del Golfo hace 12 años. Allí trabajó mano a mano con el Comité Internacional de la Cruz Roja, asegurándose de que la policía militar trataba a los detenidos de acuerdo a las Convenciones de Ginebra, firmadas también por Estados Unidos. "Lo hicieron de manera ejemplar", declaró el sábado Buyer en una entrevista con la cadena de televisión NBC.
Varios miembros de la Brigada 800 son los que ahora aparecen en las infames fotografías de los abusos en Abu Ghraib. A dos de ellos ya les han formulado cargos, la soldado Lynndie England y el especialista Jeremy Sivits. Para este último anunciaron ayer un consejo de guerra que comenzará el 19 de mayo en Irak y será público. Le acusan, entre otras cosas, de "maltrato y crueldad con los detenidos"; él ha dicho a la prensa que "sólo cumplía órdenes".
Los soldados de la Brigada 800 están acusados también de abusar de los detenidos en la cárcel de de Bucca, cerca de la ciudad de Basora. También se investiga si son responsables de las muertes de 12 prisioneros en Irak y Afganistán.
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