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Entrevista:Richard Clarke | Ex coordinador antiterrorista de la Administración Bush | LA POSGUERRA DE IRAK

"Al día siguiente del 11-S Bush ya pensaba en cómo utilizar el atentado contra Sadam"

Richard Clarke entró en 1973, con 22 años, en la Administración de EE UU. En mayo de 1998, después de trabajar en los Gobiernos de Nixon, Reagan y Bush padre, el presidente Bill Clinton le nombró coordinador para Seguridad, Protección de Infraestructuras y Contraterrorismo, cargo de nueva creación que siguió ocupando durante la Administración del presidente George W. Bush. Su libro Contra todos los enemigos lleva vendidos 500.000 ejemplares desde marzo pasado en EE UU y será publicado en España la próxima semana por la editorial Taurus.

Clarke, un hombre muy seguro de sí mismo y con ácido sentido del humor, ha sido señalado como el enemigo número uno de la Administración de Bush por sus revelaciones. Tras informar, desde enero de 2001, a los asesores del flamante presidente Bush sobre Osama bin Laden y Al Qaeda, y acerca de sus planes de atacar a EE UU en su propio territorio, Clarke trató infatigablemente de aplicar una política para prevenir los atentados del 11-S, sin éxito. "Bush no hizo nada. Y quería que el autor de los atentados fuera Sadam Husein. Era la excusa para cargarse el régimen iraquí", dice Clarke a EL PAÍS. Ninguna de las acusaciones de Clarke, que coordinó la acción del Gobierno el 11-S, contra Bush han sido desmentidas.

"Bush cree que tiene el don divino de la sabiduría. Tiene una idea de su relación con Dios que afecta a la manera en que realiza su trabajo"
"El presidente Bush no hizo nada para prevenir los ataques del 11 de septiembre de 2001 y al invadir Irak desvió la lucha contra el terror"
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Clarke afirma que Sadam no era ninguna amenaza para EE UU "y menos aún para España"

Pregunta. ¿Ha redactado usted el auto de procesamiento del presidente George W. Bush?

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Respuesta. No. O al menos no ha sido mi objetivo.

P. ¿Cuál ha sido el principal fallo de la Administración de Bush en su guerra contra el terror?

R. La Administración de Bush no hizo nada en relación al terrorismo antes de los ataques del 11-S. Y después del 11-S, desvió recursos de la guerra contra el terror hacia la guerra en Irak.

P. ¿Qué podía hacer Bush -y no hizo- durante los ocho meses que precedieron al 11-S y después de los atentados?

R. Muchas cosas. Lo primero: adoptar una política agresiva de persecución de Al Qaeda. Es decir: ir a por Al Qaeda. Pero más importante, cuando meses antes del 11-S se le informó de que estaba en marcha un ataque en EE UU, podía haber organizado al Gobierno en su más alto nivel, es decir, el de su Gabinete, para que movilizara a la CIA y al FBI en la tarea de utilizar de manera más rápida y eficaz las informaciones que aparentemente ya disponían. Tenían los nombres de terroristas que residían en Estados Unidos. Sabían, por ejemplo, que había terroristas inscritos en escuelas para entrenarse en la conducción de aviones. Estos datos estaban sepultados en los archivos de las dos organizaciones. Si Bush hubiera tenido a nivel de su Gabinete gente dedicada de cuerpo y alma a prevenir de manera coordinada el ataque, se habría conocido esa información, y por esa vía hubiera sido posible hallar a los secuestradores de los aviones. Esto en lo que se refiere a antes del 11-S. Y después fue peor. Bush ordenó atacar Afganistán como la fase de operaciones número uno. Yo creo que él ya sabía que iba a haber una fase dos, es decir, Irak. EE UU envió un número exiguo de tropas a Afganistán. Nuestras fuerzas no llegaron a Kandahar hasta ocho semanas después de que la aviación empezó el bombardeo, lo que permitió escapar a Bin Laden. Y enviamos tan pocas tropas, unos 10.000 soldados, que ni conseguimos cazar a la dirección de Al Qaeda ni estabilizar la situación...

P. Según Paul O'Neill, el ex secretario del Tesoro, en la Administración Bush imperan el secretismo y los compartimentos estancos. ¿A eso se refiere cuando habla de la falta de compromiso de Bush?

R. Claro, O'Neill tiene razón. Es un republicano honesto. El periodista Bob Woodward describe el mismo ambiente en su libro Plan de ataque. Hay un pequeño grupo de gente del Consejo Nacional de Seguridad, los llamados neoconservadores, a la que Bush escucha. Nunca pide opiniones alternativas, no le gusta ni el análisis ni la evaluación. Cree que tiene el don divino de la sabiduría...

P. Eso se desprende del libro de Woodward, pero ¿cree que Bush piensa eso?

R. Sí, Bush tiene una idea de su relación con Dios que afecta a la manera en que realiza su trabajo.

P. Entre las cosas que usted proponía figuraba la de intentar matar a Bin Laden...Usted le vio por vídeo, en tiempo real.

R. Sí, eso ocurrió durante el mes de octubre de 2000, durante la Administración de Clinton. Al estudiar nuevos métodos para localizar a Bin Laden, surgió la idea de usar aviones no tripulados que, a través de sus cámaras de vídeo, pudieran transmitir imágenes vía satélite a Washington en tiempo real sobre los campos de Al Qaeda. La Casa Blanca ordenó a la CIA llevar a cabo el experimento. Uno de esos aviones, llamados Predator, fue enviado a Afganistán. La CIA dijo que esta primera iniciativa debía tener un objetivo limitado: localizar a Bin Laden. Vi esas imágenes en tres ocasiones durante el año 2000. Solíamos trasladarnos, hacia la medianoche, a un sitio en el norte del Estado de Virginia, próximo a Washington, donde instalamos una pantalla gigante de vídeo. En las imágenes aparecía la ciudad de Kandahar. Y podías ver a Bin Laden caminando dentro de un complejo paramilitar en las afueras de la ciudad. El avión no llevaba entonces misiles. Tampoco teníamos submarinos próximos para ordenar un ataque. La Fuerza Aérea, pues, se puso a trabajar en un Predator armado con pequeños cohetes o misiles. Tenían que estar listos en la primavera de 2001. Hay testimonios en el sentido de que una semana antes de los ataques del 11-S, el director de la CIA, George Tenet, dijo, en la Casa Blanca, que sería un error utilizar estos aviones para disparar misiles sobre Bin Laden. Los Predator armados fueron a por Al Qaeda en Afganistán después del 11-S. Y con bastante éxito.

P. Bush recibió el llamado Informe Diario Presidencial de la CIA, en el que se advertía de un posible ataque en Estados Unidos el 6 de agosto de 2001. ¿Cuántas advertencias hubo?

R. Este informe ha tenido gran notoriedad y, después de una resistencia inicial, ha sido desclasificado por la Casa Blanca. Pero no se trata solamente de este informe. En 40 ocasiones diferentes -cuatro, cero, insisto-, la CIA aportó al presidente Bush información de que Al Qaeda preparaba un ataque en EE UU. El presidente estaba muy bien informado sobre el riesgo de un ataque.

P. ¿Cómo, cuándo y por quién fue informado?

R. En enero de 2001, poco después de que Bush fuera consagrado presidente por el Tribunal Supremo, informé a varios miembros de la nueva Administración sobre Al Qaeda y el peligro de un ataque en EE UU. Hablé con aquellas personas que serían muy relevantes en la futura Administración de Bush: Condoleezza Rice, futura consejera de Seguridad Nacional; Steve Hadley, su segundo; Dick Cheney, el próximo vicepresidente, y Colin Powell, quien sería secretario de Estado. Les conocía a todos porque había trabajado con ellos en la primera Administración de Bush, la del padre del actual presidente. El 25 de enero de 2001, unos días después de que asumiera la nueva Administración, escribí a Condoleezza Rice. Le solicité una reunión de responsables a nivel del Gabinete para hablar sobre Al Qaeda. Me dijo que el asunto debía ser tratado primero por el segundo nivel de responsables. Esa reunión no tuvo lugar hasta abril de 2001. Después de hacer un resumen sobre la situación y advertir del peligro que suponía Al Qaeda, se abrió el intercambio de opiniones. Allí estaba Paul Wolfowitz, el segundo de Donald Rumsfeld, secretario de Defensa. Preguntó por qué comenzábamos la reunión hablando del "tal Bin Laden", y señaló que Irak patrocinaba el terrorismo. No salió nada en limpio de esa reunión. Durante la primavera de 2001, Tenet, con quien yo mantenía contactos permanentes, me llamó con mayor frecuencia. Me hablaba de células de Al Qaeda descubiertas por los servicios de seguridad de Italia, Francia y Alemania; de la amenaza a la flota norteamericana en Bahrein; e, incluso, me aportó datos sobre un intento de atentado contra la reunión del G-7 en Génova, en junio de 2001. A finales de ese mes de junio, estábamos convencidos de que los ataques se acercaban a EE UU. En la primera semana de julio de 2001 puse al Grupo de Seguridad y Contraterrorismo en estado de alerta total. Y pedí que todas las agencias que lo integraban cancelaran sus vacaciones de verano y viajes oficiales. Convoqué una reunión en la Casa Blanca de representantes de la Administración de Aviación Federal, el Servicio Secreto, los Guardacostas y otros. Pedí a la Aviación Federal que enviase una nueva advertencia a las compañías aéreas y aeropuertos, y sugerí control especial en los puertos de entrada.

P. ¿Qué pasó con la reunión de máximo nivel que usted solicitó en enero de 2001?

R. No tuvo lugar hasta la primera semana de septiembre de 2001. Fue exactamente el día 4, ocho meses más tarde y a una semana del 11-S. Tanto Tenet como yo informamos sobre la amenaza de Al Qaeda. Powell dijo que era necesario presionar a Pakistán para que estuviera de nuestro lado contra el régimen talibán en Afganistán y contra Al Qaeda. Rumsfeld dijo que había otros focos del terrorismo, por ejemplo Irak, y que deberíamos prestarle atención. Propuse que el nuevo avión no tripulado, el Predator, ya armado, volara sobre Afganistán y atacara a Al Qaeda. Ni la CIA ni el Pentágono dieron su conformidad.

P. Si bien la CIA confirmó el 12 de septiembre de 2001 que Al Qaeda y Bin Laden eran responsables de los atentados, ese mismo día salió en la Casa Blanca el tema de Irak, ¿Cómo surgió?

R. Es increíble, a la gente le cuesta creerlo. Yo mismo pensé al día siguiente que, por fin, íbamos a concentrarnos en Al Qaeda. Pero esa mañana, Wolfowitz volvió a plantear que un ataque como éste debía tener un Estado detrás y mencionó a Irak. Esa tarde, Rumsfeld dijo que debíamos ampliar el foco y que se debía incluir entre nuestros objetivos a Irak. Un rato después de consultar con sus asesores, Rumsfeld dijo que no había objetivos serios para bombardear en Afganistán y que debíamos estudiar hacerlo en Irak. El presidente Bush no rechazó completamente la idea, pero matizó que en Irak se trataba de cambiar el Gobierno, no sólo de bombardear. Más tarde, el presidente Bush estaba dando vueltas en la Casa Blanca. Nos cogió del brazo a algunos y cerró la puerta. "Miren, sé que tienen muchas cosas que hacer..., pero quiero que, tan pronto como puedan, vuelvan a revisarlo todo, todo. Miren si Sadam ha hecho esto. Fíjense si está vinculado de alguna manera". Pero presidente, le dije, esto es obra de Al Qaeda. "Lo sé, lo sé, pero... vean si Sadam está involucrado. Simplemente miren. Quiero saberlo todo, cualquier rastro...". Le dije que lo haríamos, pero le señalé que con todo mi respeto, ya habíamos estudiado con detenimiento quienes podían patrocinar el terrorismo de Al Qaeda sin hallar ningún vínculo con Irak. Bush insistió una vez más antes de marcharse: "Miren dentro de Irak, Sadam".

P. ¿Ya tenía desde antes, por tanto, la idea de ir a por Sadam?

R. Es sencillo. Bush quería que Sadam estuviese involucrado en los atentados del 11-S, tenía necesidad de ello para sus propios planes. Recuerdo que ya caía la noche en la Sala de Situación de la Casa Blanca cuando ocurrió el encuentro con Bush. El presidente me pidió que le preparáramos un memorándum en el que se subrayara el papel de Irak. Cuando le dije que no había tal vínculo, no le gustó nada. Y dijo que miráramos otra vez. Éste fue el primer signo, inmediato, apenas 24 horas después de los atentados, de que Bush intentaría usar el 11-S como excusa para cargarse a Sadam...

P. Bush, ¿aprovechó el terrorismo para sus propios fines, por así decir políticos, para su propia agenda?

R. No tengo ninguna duda. Miremos los hechos. Los atentados del 11-S borraron de la memoria colectiva, al menos momentáneamente, el proceso tan peculiar a través del cual Bush fue elegido presidente [el recuento de votos en Florida y la intervención del Tribunal Supremo]. Bush se convirtió, después del 11 de septiembre, en el presidente de todos los norteamericanos. Las encuestas le dieron la popularidad que nunca había tenido. Tenía la oportunidad para mantener unido al país, y también para forjar una gran coalición con los aliados, en Europa y en todas partes del mundo, contra el terrorismo. Pero no fue así. Karl Rove, el asesor personal de Bush, aconsejó llevar adelante la campaña de las elecciones legislativas de noviembre 2002 con el argumento de la "guerra contra el terror". Rove y Bush ya tenían entonces in mente otra guerra, y concebían que ésta, la de Irak, sería el argumento de las elecciones presidenciales de noviembre de 2004.

P. La dramática experiencia del 11-S fue usada, pues, como un pretexto.

R. Sí, claro. La Administración de Bush la utilizó como una excusa para ir a por Sadam. Porque no hay relación de ningún tipo -insisto, de ningún tipo- entre el 11-S y Sadam. El presidente Bush y sus asesores han conseguido que el 70% de los norteamericanos crean que sí la hay, pero es falso. Irak no era una amenaza para Estados Unidos.

P. ¿Qué papel jugaron las presuntas armas de destrucción masiva?

R. Vamos a ver. Uno podía creer que existían armas de destrucción masiva en Irak. La diferencia con la Administración de Bush es que intentó convencer al mundo de algo irreal: que las armas de destrucción masiva suponían una amenaza para Estados Unidos y los vecinos de Irak. Yo pensaba que el régimen iraquí podía tenerlas, pero siempre aclaré que no suponían una amenaza para nuestro país. Sadam tuvo armas químicas durante 20 años y nunca, nunca, las usó contra EE UU. Y no había razón alguna para pensar que iba a comenzar a utilizarlas contra nuestro país.

P. ¿Qué pensó de los atentados del 11 de marzo en Madrid?

R. El mensaje es elemental. España y todas las naciones occidentales, incluido EE UU, son sociedades abiertas y, por tanto, vulnerables a este tipo de ataques. España no tenía un dispositivo de seguridad para su sistema ferroviario; EE UU tampoco los tiene en sus trenes. Ése es uno de los problemas. Estamos gastando 180.000 millones de dólares en Irak en dos años. Si la Administración de Bush no hubiese optado por desviarse de la lucha contra el terrorismo desencadenando la guerra en Irak, una parte de ese dinero se podía haber invertido en cosas como la seguridad de los trenes y en ayudar a nuestros aliados. Y el problema con esta desviación es aún más serio. Estamos apareciendo ante una nueva generación de árabes y musulmanes como una fuerza de ocupación colonial. Mujeres arrastradas por soldados norteamericanos en las calles, centenares de cadáveres en las calles de Faluya, las torturas en la cárcel Abu Ghraib, en Bagdad. Gente que ya era simpatizante de Al Qaeda, ahora apoya con mayor fuerza a esta organización.

P. Hay mejores condiciones para la propaganda terrorista islamista.

R. Sí, aporta una bandera de liberación nacional... Esto hace las cosas más difíciles. El problema es doble. La guerra de Irak supone una desviación de recursos en la lucha mundial contra el terrorismo y, al tiempo, hace más difícil la batalla contra el terrorismo por la manera en que enfurece al mundo musulmán. Saben que Estados Unidos ha atacado a Irak aun cuando Irak no suponía una amenaza para EE UU.

P. El Gobierno español ha ordenado la retirada de sus 1.300 soldados en Irak. ¿Cuál es su recomendación para luchar en España contra el terrorismo?

R. Tenemos que luchar contra el terrorismo no solamente con nuestros sistemas policiales y nuestros servicios de inteligencia, sino en el terreno de las ideas, de la ideología. Necesitamos ayudar a los musulmanes moderados para que su mensaje llegue al resto del mundo islámico en el sentido de que Al Qaeda es una perversión del islam, que ha secuestrado al islam. Tenemos que ayudarles a explicar que Al Qaeda no es la auténtica religión.

P. Bush y su gente dirían que su mensaje es "blando o conciliador". En España, también lo diría el ex presidente del Gobierno José María Aznar.

R. Lo sé, lo sé muy bien. Promueven como única respuesta la policial y militar. Pero si se aplica en exclusiva esta vía, se irá a un fracaso. Tenemos que hacer ambas cosas.

Richard Clark, el pasado marzo, durante su comparecencia ante la comisión que investiga los atentados del 11-S.
Richard Clark, el pasado marzo, durante su comparecencia ante la comisión que investiga los atentados del 11-S.AP
El jefe del Departamento de Seguridad Interior, Tom Ridge, presenta al asesor en temas de seguridad, Richard Clarke (en el centro), el 9 de octubre de 2001.
El jefe del Departamento de Seguridad Interior, Tom Ridge, presenta al asesor en temas de seguridad, Richard Clarke (en el centro), el 9 de octubre de 2001.AP

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