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Jennifer Vanderbes viaja al alma misteriosa de la isla de Pascua

La joven novelista estadounidense ha sido traducida a 14 idiomas

Antes de cumplir 30 años, Jennifer Vanderbes (Nueva York, 1974) decidió compaginar su puesto de profesora de escritura creativa con el oficio de novelista. Isla de Pascua, su primera novela (Alfaguara), ha sido saludada por la crítica de su país como una revelación y está siendo traducida a 14 idiomas. El libro es el relato cruzado de tres historias que se unen en esa isla "volcánica, mágica, espiritual y misteriosa".

En 1913, Elsa Pendleton viaja desde Londres con su joven y peculiar hermana Alice (a la que adora) y con su viejo marido antropólogo (al que no quiere nada) aprovechando que éste tiene que estudiar las célebres estatuas de los moai. En esa misma época, el capitán alemán Graf von Spee trata de escapar con su enorme flota de sus múltiples enemigos en la I Guerra Mundial llevándola desde China hasta Alemania por el Pacífico. Sesenta años después, en los setenta, una bióloga estadounidense, Greer Farraday, viaja en avión hasta esa isla perdida para estudiar los enigmas de su vegetación o, mejor dicho, de su inexplicable falta de vegetación.

Ésos son los tres relatos que entrelaza Vanderbes en esta novela (traducida al español por Isabel Murillo), que reflexiona sobre la imposibilidad de huir del pasado por muy lejos que uno se vaya y que al mismo tiempo analiza cómo afecta la historia a la naturaleza y el espíritu de lugares tan remotos como esta isla chilena, que, según dice la autora, les resulta fascinante y remota incluso a sus propios moradores: "Es uno de los sitios más espirituales, especiales y mágicos que he conocido, pero lo más curioso es que eso mismo lo sienten también sus habitantes. Los miembros de un clan no van a dormir a los lugares dominados por otros clanes porque dicen que les atraparán sus pesadillas. Su vida y su lenguaje están llenos de metáforas simbólicas y de una lógica muy particular. Por ejemplo, en la lengua local, 'bien' se dice riva riva, 'mal' se dice rocky rocky y 'regular' se dice riva rocky".

Respecto al misterio de las estatuas gigantescas, "de entre seis y nueve metros de altura", que construyeron los lugareños con roca volcánica, Vanderbes aclara que todo sigue siendo igual de misterioso: "No se sabe bien si son religiosas, si reflejan el mal o el bien, si son dioses o diablos, aunque parece más bien que son creaciones artísticas civiles, ancestros más que dioses. Pero lo más incomprensible sigue siendo cómo demonios se las arreglaron para diseminar estatuas tan grandes por toda la isla, si no tenían mulas ni carros y dado que las sacaron de un cráter cercano a la costa. El segundo misterio es que, 50 años después de ser descubiertas por los europeos en 1722, las estatuas aparecieron caídas por el suelo sin que mediara desastre natural. Es una tragedia muy simbólica, pero su sentido no está claro del todo".

Lo que Vanderbes sabe con más seguridad es que su país se ha metido en un gran berenjenal en otro lugar remoto, Oriente Próximo: "Es frustrante, pero hay que buscar una solución. La esperanza es que la gente está participando en política cada vez más".

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