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CAMBIO POLÍTICO | Los compromisos del nuevo presidente
Columna
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Piedra de toque

De todas las propuestas que hizo José Luis Rodríguez Zapatero en su discurso de investidura, y fueron muchas y de mucho calado, no hay duda que hay una que destaca sobre todas las demás: la propuesta de reformar la Constitución. Destaca tanto que se la puede considerar como la piedra de toque de esta legislatura que está empezando. Por muy bien que se hagan las cosas en todos los demás terrenos si no se consigue llevar a buen puerto la reforma de la Constitución me temo que habremos fracasado.

Habremos fracasado todos. No el Gobierno, sino la sociedad española. La reforma de la Constitución es la máxima expresión del principio de legitimidad democrática del Estado. Justamente por eso no se puede hacer uso de ella todos los días, pero no se puede dejar de hacerlo periódicamente. Una sociedad que no es capaz de reformar su Constitución es una sociedad cuyos ciudadanos no son capaces de renovar expresamente su voluntad de vivir juntos. Y esto más pronto que tarde acaba pasando factura.

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La reforma de la Constitución es la asignatura democrática pendiente de la sociedad española. A diferencia de lo que ha ocurrido en los demás países de la Unión Europea, en los que se han reformado las constituciones con plena normalidad, en España no hemos sido capaces de hacerlo prácticamente nunca. Únicamente en 1845 hicimos la reforma de la Constitución de 1837. De ahí pasamos a la reforma de 1992, que no fue propiamente una reforma constitucional sino un incidente en el proceso de ratificación del Tratado de Maastricht. Durante los muchos años de vigencia de las constituciones de 1845 y de 1876 y los pocos de la Constitución de 1931 se habló con frecuencia de reformas de la Constitución, pero nunca se consiguió hacer ninguna. De forma parecida, durante estos veinticinco años de vigencia de la Constitución de 1978 también se ha hablado con frecuencia y cada vez más de reformar la Constitución, pero todavía está por ver si vamos a ser capaces de reformarla. Y mientras no lo hagamos, la Constitución de 1978 no será una Constitución normalizada. Hablar y debatir es importante. Pero en algún momento hay que tomar decisiones sobre los temas sobre los que se ha hablado, porque si no, se pudren. De esto sí tenemos mucha experiencia en España.

La reforma de la Constitución es, además, importante porque se trata de la única reforma que exige inexcusablemente el concurso del PP. Todas las demás reformas, la de los estatutos de autonomía, la del reglamento del Congreso, la de RTVE... pueden ser aprobadas sin el concurso del PP. Sería una barbaridad que se hiciera así, pero se puede hacer. La debilidad del PP en Cataluña y Andalucía le impide tener la posibilidad de bloquear siquiera la reforma estatutaria. Los dos tercios que se exigen en el Parlamento de Cataluña y los tres quintos en el Parlamento de Andalucía se alcanzan holgadamente sin el PP. Es algo que le debería hacer reflexionar. ¿Cómo se puede alardear de tener un discurso para toda España cuando se es un partido casi irrelevante en las dos comunidades autónomas más importantes? ¿Se puede tener un discurso para España sin tener un discurso específico para Cataluña y Andalucía? Únicamente para la reforma de la Constitución es inexcusable el concurso del PP. Es, por lo tanto, en la forma en que se sitúe respecto de la reforma en donde va a estar la clave de su disponibilidad para entrar en diálogo con los demás agentes políticos, no sólo con el PSOE y el Gobierno sino con todos. El bloqueo de la reforma de la Constitución sería una señal de autoexclusión del debate político general en la legislatura.

La reforma es, pues, la piedra de toque de la legislatura. Es una asignatura pendiente, no del Gobierno sino del conjunto de la sociedad española, que únicamente puede ser aprobada entre todos. Veremos si somos capaces de hacerlo.

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