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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La primera reforma

El Parlamento que hoy se estrena con la sesión de investidura de José Luis Rodríguez Zapatero tiene como tarea inaplazable una profunda reforma de su reglamento interno, pendiente desde hace varias legislaturas. El objetivo no puede ser otro que mejorar los mecanismos de control del Gobierno por parte de la oposición y las minorías, hacer posible un reflejo fiel de la pluralidad política de España y agilizar el debate político. Como recordó, no sin cierta ironía, el nuevo presidente del Congreso de los Diputados, el socialista Manuel Marín, Aznar ya prometió en 1996 que el Parlamento sería "el centro de la vida política" española. Pero bajo la mayoría absoluta del Partido Popular el poder legislativo no sólo no ganó en protagonismo, sino que se convirtió en una mera oficina de refrendo de las decisiones del Ejecutivo.

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Zapatero confirmará en su investidura el regreso de las tropas

Zapatero presentará hoy ante el Congreso su candidatura a la presidencia del Gobierno. Los ocho votos de Esquerra Republicana de Catalunya se han convertido en decisivos para su investidura por mayoría absoluta en la primera votación que se llevará a efecto mañana, pero en todo caso el líder socialista será investido presidente este fin de semana y tendrá por delante una legislatura en la que no caben mayorías alternativas.

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Esta sesión de investidura es el primer cometido del nuevo Congreso de los Diputados. Durante los próximos años este órgano de representación de la soberanía popular debe ser capaz de cumplir sus otras grandes misiones de expresión del pluralismo y control del Ejecutivo. Y para ello debe abordar sin tardanza la reforma de su reglamento, entre otras cosas, para que el ejercicio real del pluralismo no obligue a chapuzas como el préstamo de diputados para poder constituir grupos parlamentarios, algo que en ocasiones roza el fraude de ley. Sin duda, sería incomprensible que Izquierda Unida no pudiera formar grupo propio después de haber obtenido más de un millón de votos, o Esquerra Republicana de Catalunya con ocho diputados, pero estas decisiones no pueden quedar al albur de la buena voluntad de la mayoría de turno o de sus necesidades de conseguir apoyos coyunturales, sino de una norma general que en todo caso contribuya a hacer del Parlamento un foro político plural.

El vigente reglamento se ha revelado obsoleto desde el momento mismo de la constitución de grupos parlamentarios. También es urgente revisar las normas que rigen la creación y funcionamiento de las comisiones de investigación, que no pueden depender sin más de la voluntad de la mayoría gubernamental. La experiencia acumulada durante las últimas legislaturas obliga igualmente a revisar la excesiva rigidez en los debates políticos o en las sesiones de control del Gobierno, que otorgan a éste ventajas reglamentarias excesivas. El Ejecutivo ya tiene de por sí suficientes foros donde expresarse y conviene que el Parlamento otorgue mayor capacidad de réplica a la oposición. Marín afirma que la reforma del reglamento es su principal prioridad; Rodríguez Zapatero se compromete a que el Parlamento sea el centro de la vida política. Hay que tomarles la palabra.

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