Vanguardia 'high tech' en Bilbao
Más que hacer una glosa general de toda la obra de Norman Foster, demasiado extensa y de casi imposible resumen, voy a intentar centrarme en una época concreta y en un proyecto concreto, es decir el final de la década de los 80 y principios de los 90 y el metro de Bilbao.
Esa época es sin duda un momento crucial en la obra de Foster, ya que a una madurez ya contrastada, se unía un estudio de un tamaño suficientemente pequeño para que las obras que salían del mismo estuvieran plenamente imbuidas de la personalidad del autor.
En esa época se estaban finalizando las obras del Hong Kong and Shanghai Bank, uno de sus edificios cumbre, e iniciándose el aeropuerto Stansted, tal vez una de las obras más elegantes del arquitecto británico, además de otros proyectos menores en tamaño pero de gran sensibilidad como es la ampliación de la Royal Academy of Arts de Londres.
Durante esos años hubo una famosa exposición de los tres más prestigiosos ingleses de la época, Rogers, Foster y Stirling, este último también premio Pritzker en 1981. Este trío de arquitectos representaba la aportación inglesa a la denominada "arquitectura high tech" que pretendía aplicar a sus proyectos los avances en la tecnología y en los nuevos materiales. En las primeras obras, especialmente de Stirling (Facultad de Ingeniería de Leicester, Biblioteca de Cambridge), la tecnología no estaba a la altura de los proyectos que planteaban estos arquitectos.
Valga como ejemplo el caso de la Biblioteca de Cambridge que se salvó de su derribo, planteado por su alto costo de reparación, gracias al empeño del arquitecto chileno Marcial Echenique, en ese momento miembro del Board de la Universidad, que logró cambiar una decisión de trágicas consecuencias para la arquitectura moderna, consiguiendo la aprobación de un presupuesto especial para su reparación.
Cuando el Gobierno vasco decidió organizar el concurso de arquitectura para las estaciones del metro de Bilbao, Foster tenía un estudio en una lonja de Great Portland Street en cuyo escaparate, además de alguna maqueta del Hong Kong and Shanghai Bank, estaban expuestos unos modelos de mesas diseñadas para Tecno que ya sugerían las soluciones estructurales aplicadas luego a las mezaninas de las estaciones del metro de Bilbao.
Creo sinceramente que el proyecto del metro de Bilbao es una de las obras más logradas de Foster, en donde no sobra ni falta nada. Recuerdo la unanimidad del jurado a la hora de seleccionar el proyecto del metro en competencia con otros 6 arquitectos, todos ellos de gran prestigio. La propuesta del arquitecto británico era sencilla, directa, clara y elegante. La solución arquitectónica responde muy claramente a la funcionalidad de un sistema de transporte como es el metro, facilitando su uso al viajero que tiene una percepción muy clara y directa de su funcionamiento. La sutil aparición del metro en la escena urbana, a través de las bocas de entrada, familiarmente conocidas por "fosteritos", forman ya parte del paisaje de la ciudad y, como ocurrió en París con las entradas del metro diseñadas por Guimard, se han convertido en uno de sus símbolos.
Mención aparte merece la estación de Sarriko, donde se ha conseguido la introducción de luz natural a través del lucernario de acceso, aprovechando la posibilidad de crear un amplio espacio de más 20 metros de altura, con una elegante e ingeniosa solución estructural de los muros de contención y la mezanina.
Pienso que no es una casualidad que en Bilbao estén interviniendo, o hayan intervenido tres premios Pritzker, además de Stirling, que en su día hizo una propuesta para la futura Intermodal. Es el resultado de la apuesta por la excelencia que la sociedad civil y las instituciones han hecho para la regeneración de un área metropolitana que entró en una profunda crisis como consecuencia de la obsolescencia de gran parte de su tejido industrial.
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