La capital de los premios Pritzker
Bilbao se convierte en un referente de la arquitectura contemporánea con tres ganadores del prestigioso premio
El pasado 22 de marzo, Bilbao una vez más volvía a saltar a las páginas de los periódicos de medio mundo gracias a la arquitectura. Como ya ocurrió con los casos de Frank Gehry y Norman Foster, el prestigioso galardón instaurado por la Fundación Hyatt recaía en alguien que acababa de conseguir un encargo del Ayuntamiento bilbaíno. En este caso, la afortunada ha sido Zaha Hadid (Bagdad, Irak, 1950), una arquitecta más implicada en la reflexión teórica que en la labor práctica, con escasa obra pero de una trascendencia incuestionable, y que tiene en Bilbao uno de sus retos más interesantes.
Los 100.000 dólares del premio le vendrán de perlas al estudio de la iraquí afincada en Londres, pero el prestigio del galardón no sólo le beneficia a Hadid. También sale ganando Bilbao que lleva camino de convertir sus 41 kilómetros cuadrados en un parque temático de la arquitectura contemporánea. Porque si de algo se puede enorgullecer la capital vizcaína es de haber salido de la implacable crisis industrial que arrasó la villa en los años ochenta con un acierto incuestionable: su reconversión de plaza financiera en hito turístico y aún industrial.
La capital vizcaína se enorgullece de haber salido de la crisis industrial con gran acierto
Además de recuperar su autoestima, la villa se va conformando como un observatorio de las últimas tendencias arquitectónicas contemporáneas. Habrá mayor o menor acierto en cada una de las soluciones; quizás haya quien no disfrute con las estaciones de metro de Foster (los famosos "fosteritos") tanto como con el titanio del museo Guggenheim; habrá quien mire con recelo el proyecto de Hadid, todavía en mantillas, pero lo cierto es que la apuesta por los grandes nombres (no sólo los citados pritzker, también se puede hablar de César Pelli con Abandoibarra, Ricardo Legorreta y su hotel Sheraton, Federico Soriano y el palacio Euskalduna, o las intervenciones de diseñadores de prestigio como Mariscal y Antonio Miró en la decoración de hoteles) funciona en un doble sentido: por un lado, el reclamo turístico; por otro el estímulo a los arquitectos locales.
En el primer caso, no hay nada más que echar un vistazo al resto de las capitales vascas y a Pamplona. San Sebastián se puede enorgullecer de contar con otro pritzker, el único por cierto español, en el Kursaal de Rafael Moneo, que recibió el prestigioso galardón en 1996. En Vitoria, Navarro Baldeweg está punto de empezar la construcción de un auditorio después de ganar un concurso restringido en el que, por cierto, participaban otros ganadores del Pritzker, los suizos Jacques Herzog y Pierre de Meuron, quienes lo consiguieron en 2001. En la capital alavesa también está trabajando Patxi Mangado, otro peso pesado de origen navarro, que ha proyectado el Museo de Arqueología de Álava, casi al mismo tiempo que entregaba el Auditorio de Pamplona.
Y en cuanto al estímulo de los arquitectos locales, ahí está la reflexión sobre la necesidad de encargar las grandes obras a figuras venidas de fuera o fomentar la cantera local, procedente de las dos escuelas de arquitectura de San Sebastián y de Pamplona, cada una con su propia tendencia, de las que salen excelentes profesionales. No hay nada más que visitar la capital navarra, donde gracias a la escuela de Arquitectura, pero también a una voluntad institucional y privada por apostar por las inquietudes de los arquitectos locales, se pueden encontrar pequeñas joyas como las viviendas unifamiliares de Toni Vaíllo o Javier Pérez.
En estas dos páginas, tres arquitectos conocedores del trabajo de Frank Gehry, Norman Foster y Zaha Hadid reflexionan desde sus propias experiencias sobre las aportaciones que han supuesto y supondrán las obras de estos tres al desarrollo de Bilbao y de la arquitectura. César Caicoya trabajó con Frank Gehry en la construcción del Guggenheim y conoce bien el gusto por la exuberante expresividad de las formas y texturas del museo de Gehry. José Luis Burgos trabajó en la afinada figuratividad de las estaciones de metro de Norman Foster. E Iñaki Galárraga aborda el proyecto de Zaha Hadid con la mirada del profesor de la Escuela de Arquitectura de San Sebastián.
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