Los obispos Nicolás Castellanos y Pere Casaldáliga
El imperio exterior del catolicismo español
Nicolás Castellanos abandonó en 1991, a los 56 años, el palacio episcopal de Palencia para irse a vivir a una diminuta casa de ladrillos en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Fue un sonado desafio al boato del jerarquizado catolicismo español: un obispo que deja el poder de su diócesis y las solemnes asambleas de la Conferencia Episcopal para trabajar, sin báculo ni mitra, sin dinero y sin sotana, en los arrabales de una parroquia perdida en el rincón de los más pobres.