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Reportaje:LA EUROPA DE LOS 25 | NUEVOS VECINOS / UCRANIA

La esquizofrenia de Ucrania

Preocupado por su seguridad personal, el presidente hipoteca el futuro del país entre la UE y Rusia

Pilar Bonet

¿Hacia la Unión Europea o hacia Rusia? El dilema que tensa la política de Ucrania desde su independencia en 1991 sigue vivo en este país de 50 millones de habitantes, que Bruselas, con el impulso de Washington, por una parte, y Moscú, por la otra, quieren mantener en sus respectivos ámbitos de influencia, a ser posible a bajo coste, en nombre de sus propias estrategias en el continente.

Si se juzga por las declaraciones del presidente Leonid Kuchma, el dilema no existe. De forma simultánea, el líder ucranio guía a su país en dos direcciones opuestas, es decir, hacia la integración en la UE y hacia un Espacio Económico Común (EEC) con Rusia, Kazajistán y Bielorrusia. Y si el sueño de integrarse en la UE no es sustentado por ninguna promesa, la integración con los vecinos postsoviéticos se plasma en un acuerdo suscrito por los líderes de los cuatro países en septiembre de 2003, que contempla la unión aduanera. No obstante, el documento no ha sido aún ratificado por la Suprema Rada (el Parlamento) y su futuro es incierto.

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La sensación de esquizofrenia no se resolverá antes de las elecciones presidenciales del 31 de octubre próximo, en las que Kuchma no compite. Su imagen se ha visto empañada por el asesinato del periodista Georgui Gongadze, presuntas ventas de un sofisticado radar (el Kolchuga) al régimen de Sadam Husein, escándalos de corrupción y represión de libertades.

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La política de Kuchma hoy está marcada por la preocupación por su seguridad cuando abandone la presidencia. Washington lo ha tratado mucho peor que a un dictador centroasiático, pero Kuchma ha hecho todo lo posible para probar su lealtad a EE UU y a los aliados de la OTAN. Ucrania envió 1.600 soldados a Irak y ha puesto su territorio al servicio de la Alianza.

El apoyo que Putin le prestó a Kuchma en sus peores momentos se ha traducido en una mayor integración económica con Rusia. Borís Tarasiuk, jefe del comité de Europa de la Suprema Rada, opina que el acuerdo de EEC firmado por los dirigentes postsoviéticos es "totalmente incompatible" con los proyectos de integración europea. Rusia, afirma, no está interesada en una zona de libre comercio con Ucrania, como lo demuestra la falta de aplicación de acuerdos firmados en el 93 y el 94.

Fruto de la preocupación de Kuchma es la reforma constitucional que está siendo debatida en la Suprema Rada. Su fin es hacer que el sistema político sea más parlamentario y menos presidencial. En otras palabras, tender una trampa a Víktor Yúshenko para el caso de que este contrincante de corte occidental logre la presidencia. La reforma en ciernes convertiría al presidente en una figura decorativa y haría depender el puesto de primer ministro de la mayoría parlamentaria, lo cual en teoría podría permitir al mismo Kuchma reciclarse al frente del Gobierno o mantener al actual primer ministro, Víktor Yanukóvich, en su puesto. Kuchma se ha ganado a los comunistas y socialistas para la reforma. A cambio, ha firmado leyes que sustituyen el sistema electoral mixto (proporcional y por circunscripciones nominales al 50%) por un único sistema proporcional. Eso fortalecerá a los partidos, pero también consolidará prácticas monopolistas en un entorno político inmaduro. Con sólo 119 de los 450 escaños de la Rada, la oposición liberal, aglutinada en torno a Yúshenko y la liberal Yulia Timoshenko, no puede parar la reforma constitucional.

La UE protesta de forma sistemática ante las transgresiones más evidentes de la democracia y la libertad de prensa, como el hostigamiento que ha silenciado a las emisoras Radio Liberty, Cinco Canal y Radio Continent. Sin embargo, en opinión de Tarasiuk, las relaciones con Bruselas están estancadas en parte por la falta de visión conceptual de la EU sobre el objetivo de la colaboración y en parte por la actuación de Kuchma. De momento, la UE ofrece a Kiev un puesto como vecino, al mismo nivel que Marruecos o Líbano, pero no un tratado de asociación, como pretenden los ucranios. "Cuando Albania o Rumania fueron considerados como países asociados estaban mucho peor que nosotros", señala Anatoli Grytsenko, presidente del Centro de Estudios Olexandr Razumkov.

Los diplomáticos de la UE recurren a la gastronomía para explicar por qué Bruselas no abre una perspectiva de asociación y posteriormente de integración a Ucrania. La última ampliación es como un "plato de potaje", decía uno de ellos. "Durante la larga y difícil digestión del guiso, la UE no puede ni pensar en otra comida", afirmaba.

Según un sondeo citado por Grytsenko, un 60% de los ucranios está a favor del ingreso en la UE y un 65% a favor de la integración en el EEC.

La UE supone el 21% del comercio exterior de Ucrania, y cerca de un 36% del mismo tras la ampliación. La UE ampliada será el principal mercado de exportación de Ucrania, ligeramente por encima del postsoviético. Pero la alta dependencia energética hará que las importaciones ucranias sigan dominadas por Rusia a medio plazo.

La competencia de intereses económicos extranjeros en Ucrania tiene a menudo una dimensión política, pero hay nuevas realidades. Anatoli Chubáis, el presidente del monopolio de la electricidad ruso, fracasó en su intento de participar en la privatización del sistema de energía eléctrica ucranio. Según el diputado Olexandr Gudima, la razón es "el surgimiento de un empresariado ucranio con sus propios intereses".

Leonid Kuchma vota en las elecciones generales de  abril de 2002.
Leonid Kuchma vota en las elecciones generales de abril de 2002.REUTERS

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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