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Reportaje:

El islam crece en Ruanda

Diez años después de las matanzas, el número de musulmanes aumenta en el país por el descrédito de la Iglesia católica

Cuando 800.000 de sus paisanos tutsi fueron asesinados salvajemente en la masacre que empezó hace ayer 10 años, muchos ruandeses perdieron la fe, no sólo en su Gobierno, sino también en su religión. Hoy día el islamismo es la religión que crece con mayor rapidez en un país que sigue siendo predominantemente católico. Muchas personas, disgustadas por el papel que desempeñaron en el genocidio algunos sacerdotes y monjas católicas, han rechazado cualquier religión organizada y son muchas más aún las que se han vuelto hacia el islamismo. "Hubo gente que murió en mi iglesia, y el cura ayudó a los asesinos", dice Yakobo Djuma Nzeyimana, de 21 años, que se hizo musulmán en 1996. "No podía volver y rezar allí. Tuve que encontrar otra cosa". Nzeyimana, que vestía un bonete negro de oración, fue uno de los casi 2.000 fieles que asistieron al Mardjid al Fath del pasado viernes.

Un sacerdote español bendijo a sus fieles antes de huir y abandonarlos a la muerte
"Nadie murió en una mezquita. Ningún musulmán quería que otro musulmán muriera"
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El gentío era tan grande que algunos musulmanes pusieron sus alfombras de oración sobre el polvo que hay fuera de la mezquita y rezaron bajo el calor del mediodía. La comunidad musulmana goza ahora de tantos conversos que se ha embarcado en una campaña para construir mezquitas que puedan dar cobijo a todos los fieles. Hay unas 500 mezquitas diseminadas por toda Ruanda, aproximadamente el doble de las que había hace una década. Aunque no se ha realizado un censo exacto, los líderes musulmanes de Ruanda calculan que tienen un millón de seguidores, aproximadamente el 15% de la población. Esto indica también que han doblado su número en los últimos 10 años. Los líderes musulmanes atribuyen este aumento a su capacidad para proteger de una muerte cierta a la mayoría de los musulmanes, y a otros muchos ruandeses, en la matanza de 1994. "Los musulmanes se organizaron bien en 1994 y yo quería ser como ellos", asegura Alex Rutiririza, explicando por qué se convirtió al islamismo el año pasado.

Rutiririza relata que el lugar más seguro entonces, cuando estaban matando por todas partes, era un vecindario musulmán. Entonces, igual que ahora, muchos de los musulmanes ruandeses vivían apiñados en el barrio Biryogo, de Kigali. Durante los asesinatos en masa, las milicias mantuvieron rodeado el lugar, pero los hutus musulmanes no cooperaron con los hutus asesinos. Dijeron que se sentían mucho más conectados a través de la religión que de la etnia, y los tutsis musulmanes se libraron. "Nadie murió en una mezquita", dice Ramadhani Rugema, secretario ejecutivo de la Asociación Musulmana de Ruanda. "Ningún musulmán quería que otro musulmán muriera. Nos enfrentamos a las milicias y ayudamos a salvarse a muchos que no eran musulmanes". Rugema, un tutsi, cuenta que le debe la vida a un musulmán desconocido que escondió en su casa cuando le perseguían miembros de la Interahamwe. Rugema dice que arrestaron a dos imames en las afueras de Kigali por haber participado en la masacre. Pero ambos fueron liberados a los dos años por falta de pruebas. "Estamos orgullosos de la forma en que el islam ha salido del genocidio".

A pesar de todo lo que ha avanzado el islamismo, nadie insinúa que esté a punto de suplantar al cristianismo como religión dominante del país. El catolicismo, que llegó a finales del siglo XIX con la orden de los Padres Blancos, sigue estando profundamente enclavado en la cultura. El pasado Domingo de Ramos, los fieles que salían de misa con los ramos en la mano cubrieron las calles de toda Ruanda. Entre ellos había gente como Mediatrice Mukarutabans, que sobrevivió a la masacre en su iglesia, lo que, según dice, la ha hecho ser aún más practicante. "Dios me salvó", expresa tras la misa en la iglesia de San Francisco Javier, en el este de Ruanda. "Estaba poniendo a prueba mi fe. Desde el genocidio, estoy transformada. Ahora puedo soportar mucho, tengo una conexión mayor con Dios". La iglesia de Mukarutabans tiene un nuevo cura. El que había estado allí en 1994, un sacerdote español, intentó convencer a las milicias atacantes para que perdonaran a su congregación. Llegó incluso a ofrecerles dinero si se iban. Pero los milicianos no cedieron. Tras alcanzar un empate, los atacantes ofrecieron al sacerdote la oportunidad de salvarse él solo y huyó. Mukarutabans dijo que se había sentido defraudada por la decisión del sacerdote de abandonar a su congregación, pero que comprendía su miedo. "Le estamos agradecidos porque hizo todo lo posible para salvarnos", dice. "Pero cuando llegó la hora de la verdad, nos bendijo y nos abandonó a la muerte".

Los líderes de la iglesia se han esforzado mucho desde 1994 para predicar un mensaje que cure las heridas y distanciar a la iglesia de los miembros del clero que no fueron capaces de proteger a sus congregaciones. Dicen que, tras un periodo de declive, están recuperando la asistencia y que el cristianismo sigue desempeñando un importante papel en la recuperación desde 1994. Pero el dolor de 1994 perdura y hay muchos, como Alex Rutiririza, que siguen buscando una alternativa al cristianismo. Sin embargo, Rutiririza ha descubierto que, en un país en el que los cristianos son el 70% de la población, la conversión puede ser un proceso difícil y complejo. Su mujer permanecía con los metodistas, mientras que sus hijos se unieron a él en la mezquita. Cuenta que fue condenado al ostracismo por su congregación metodista a raíz de que decidiera hacerse musulmán. Ahora que ha dejado el cristianismo, los vecinos se han alejado de él.

La comunidad a la que se incorporó Rutiririza es un grupo básicamente autosuficiente, que recibe una ayuda relativamente escasa del mundo musulmán. Libia construyó en Ruanda un gran centro cultural para musulmanes hace más de 20 años, y Arabia Saudí también proporciona financiación para algunas de las mezquitas.

Es también un grupo básicamente encerrado en sí mismo y no es un probable candidato para dar refugio a células de Al Qaeda. Aunque los musulmanes de Ruanda dicen estar al tanto de las cuitas de los seguidores del islam de otras partes del mundo -las guerras de Afganistán e Irak, por ejemplo, y el conflicto de Oriente Próximo-, su objetivo primordial se centra en su propia lucha, en reconstruir sus vidas. "Nuestra principal prioridad es nuestro país", dice Rugerna. "Los musulmanes de otros países tienen también que afrontar muchos problemas, pero estamos más centrados en lo que pasa aquí que en Afganistán o Irak. En Ruanda no hay Al Qaeda".

El presidente de Ruanda, Paul Kagame, junto a su esposa, durante el acto de conmemoración del genocidio de Ruanda, ayer en Kigali.
El presidente de Ruanda, Paul Kagame, junto a su esposa, durante el acto de conmemoración del genocidio de Ruanda, ayer en Kigali.ASSOCIATED PRESS

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