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La última profecía de Lapierre y Collins

Los reporteros anuncian en '¿Arde Nueva York?' la posibilidad de un atentado nuclear en EE UU

Los veteranos reporteros y novelistas Larry Collins y Dominique Lapierre se han juntado de nuevo, tras 24 años de divorcio laboral, y han vuelto con renovados y alarmistas bríos al género que mejor dominan a cuatro manos, el best seller de política-ficción, suspense y posible apocalipsis, con un título que recuerda a un viejo y célebre libro suyo, ¿Arde París? Ahora sale ¿Arde Nueva York? (Planeta), nueva novela-profecía sobre el próximo atentado de los sangrientos y durmientes muchachos de Bin Laden con teléfonos móviles y bombas simultáneas, sólo que en Nueva York, dentro de seis meses (semanas antes de las elecciones de noviembre en EE UU), con bombas atómicas en vez de convencionales y pidiendo rescate: los terroristas exigen a Bush que obligue a Israel a liberar en cinco días los territorios ocupados palestinos o harán explotar la bomba atómica sobre Manhattan.

Collins: "Si Pakistán cae en manos de unos islamistas un poco locos..."
Lapierre: "Cuando Dios se mete en política, arma unos líos horrorosos"

Visto lo visto, tal y como anda el patio, no resulta fácil distinguir realidad, ficción, paranoia y adivinanzas en esta larga investigación novelada (la pareja ha vivido dos años de indagaciones por medio mundo) que arranca en el Irak de Sadam Husein, viaja por el Pakistán de Musharraf, el desierto de Rajastán, Israel y Palestina, y se mete en los entresijos del FBI, la CIA y una Casa Blanca de cachondeo, donde Bush hijo llama a Bush padre para pedir consejos mientras mira el béisbol por la tele y Condoleezza Rice no deja de decir obviedades en toda la novela.

Ayer, Lapierre y Collins presentaron su libro en Madrid con un entusiasmo juvenil que no niega el pánico ante la situación mundial de inseguridad, y confirmaron que Bin Laden existe ("Vive en las montañas de Waziristán, protegido por el presidente paquistaní, Musharraf"), y que los atentados de Madrid son el signo evidente de que la guerra de Irak no ha resuelto en absoluto el problema del terrorismo, sino al contrario: "Estados Unidos ha gastado 800.000 millones de dólares en esta guerra con la excusa de encontrar unas armas de destrucción masiva que no existían", dice Lapierre. "Y anteayer, en Ucrania, han desaparecido cierto número de ojivas nucleares y no sabemos quién las tiene", remacha Collins.

"Cuando Dios se mete en política, arma unos líos horrorosos", dice Lapierre en referencia al conflicto Israel-Palestina, que en opinión de ambos es el que requiere una solución más urgente. "Eso de ser dos pueblos elegidos y tener que convivir en la misma tierra prometida es muy difícil, pero si cayeran Sharon y Arafat todo sería un poco más fácil", arguye Collins. "Hace unos años se podía ir a cualquier parte en Gaza y la franja occidental, y aunque el odio existía en los dos lados, las venganzas y los suicidas han recrudecido ese odio. Es increíble que los colonos israelíes y los niños palestinos de siete años compartan la misma sensación de odio".

En la novela, Bin Laden da cinco días de plazo a Estados Unidos para resolver el conflicto entre judíos y palestinos. Ante la incapacidad manifiesta de Bush y sus adláteres para arreglarlo en ese tiempo, sólo queda la opción de encontrar la bomba atómica escondida en las calles de Nueva York. Y entonces es el momento de la gente sencilla, de los funcionarios anónimos que velan por la seguridad de la gente.

Para Lapierre, ésa es la lectura más importante del libro: "Si las cosas acaban bien, finalmente es gracias a la inteligencia y el valor de la gente corriente, de los guardias que están sobre el terreno, no de los grandes científicos ni de los políticos". El ejemplo máximo del libro es una funcionaria voluntaria del NEST (Nuclear Emergency Search Team) llamada Gladys, ingeniera nuclear y madre de tres hijos, que se encarga de desactivar la bomba atómica. "Es una mujer estupenda, está disponible 24 horas al día por si hay una emergencia nuclear y no es una superwoman ni nada parecido. Cuando llega su momento crucial, se acuerda de la cara de sus tres hijos y de la voz de su marido diciendo 'no hagas eso'. El futuro del mundo pertenece a esa gente", dice Lapierre.

¿Más que a Bush y sus compinches? Larry Collins: "Es muy probable que Bush caiga en noviembre; si siguen cayendo tres o cuatro soldados americanos cada semana en Irak está seriamente jodido. Conozco a Kerry y tengo mucha admiración por él, será un excelente presidente. La tendencia unilateralista de Bush, ese 'nosotros somos los amos, ustedes sígannos', es realmente nefasta. No tiene nada que ver con su padre, aunque es verdad que le pide consejo a cada rato. Su padre, al que conocí en la mili, era un tipo formidable, un gran estudiante, buen atleta, tenía todos los atributos que le faltan a su hijo".

Para los autores de Oh Jerusalén, El quinto jinete o Esta noche la libertad, el verdadero polvorín de los próximos meses y años es Pakistán. "La posición de Musharraf es muy difícil. Si los americanos le fuerzan a intervenir contra Bin Laden, las fuerzas más radicales del islamismo pueden asesinarle y dar un golpe de Estado. Y ése es el gran peligro. Para los indios es un problema enorme, hemos conocido bien sus servicios secretos y viven hace años en un terror permanente, porque cualquier pequeño avión puede llegar a Nueva Delhi con una cabeza nuclear, sería como un juego de niños", comenta Lapierre.

Aunque Collins mete más miedo todavía: "Pakistán tiene un arsenal nuclear de consideración y misiles de medio alcance que pueden llegar a 2.500 kilómetros de distancia. Si el poder en Pakistán cae en manos de unos islamistas un poco locos y yo fuera Sharon o Bush no estaría muy tranquilo, aunque Israel tenga 200 bombas termonucleares para responder, y, de momento, rige el mismo principio de no agresión de la guerra fría: mutua destrucción segura. ¿Pero quién impediría a unos kamikazes atómicos apretar el botón rojo?".

Larry Collins (izquierda) y Dominique Lapierre enseñan su libro ayer en Madrid.
Larry Collins (izquierda) y Dominique Lapierre enseñan su libro ayer en Madrid.LUIS MAGÁN
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