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Columna
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'Quousque tandem Catilina...'

Contra lo que se piense corrientemente, el latinajo de ahí arriba no lo escribió Jorge Oteiza sino Cicerón. El bueno de Cicerón estaba más que harto de las maniobras del político Catilina, unas maniobras que, por cierto, le olían a conjura, y por eso le preguntó hasta cuándo tenían que tener paciencia: "Catilina, ¿hasta cuando abusarás de nuestra paciencia? ¿Por cuánto tiempo ese furor tuyo nos esquivará? ¿Hasta qué límite tu audacia desenfrenada se agitará? ¿Nada, ni la guardia nocturna del Palatino, ni las centinelas de la ciudad, ni el temor del pueblo, ni la afluencia de todos los buenos, ni este lugar bien protegido donde se reúne el Senado, ni los rostros y semblantes de éstos te han hecho vacilar? ¿No adviertes que tus designios han sido descubiertos?". Hombre, si dejamos aparte eso de que el Senado está bien protegido, que dice Cicerón, y lo sustituimos por blindado gracias a Rubalkaba y su guardia pretoriana, la situación se parece bastante a la de ahora. Podríamos estar oyendo a Cicerón -una vez salvadas las distancias oratorias y las que imponen el decoro y la modestia- en la persona Patxi López cuando dice que se le está acabando la paciencia porque cuando entran al trapo del diálogo y ofrecen una reforma del Estatuto haciendo caso al lehendakari Catilina que aseguraba que su plan no era sino otro Estatuto, sólo reciben desplantes y dilaciones: "Cuando hablan de diálogo no es más que una fachada para ocultar lo que quieren hacer, que es la imposición del plan Ibarretxe, que es un plan nacionalista, sólo para nacionalistas".

Ya le habían pegado un desplante a Egiguren el mismo día que éste les presentó la oferta de reformar el Estatuto y se lo volvieron a pegar a López, que manifestaba que más que decepcionados, los socialistas habían constatado lo que pensaban, "que detrás de las palabras que utilizan , tanto el lehendakari como los dirigentes del PNV, de diálogo, de entendimiento, no hay nada más que un intento de ocultar otra realidad, que es que ellos han hecho una apuesta por el nacionalismo más radical y más rancio". En suma, los socialistas habrían constatado que los nacionalistas les han dicho que si quieres arroz, Catilina, quiero decir, Catalina. Resulta enternecedor que Catilina, o Miren Azkarate o Josu Jon Imaz, suelten que por ahí no van a pasar, es decir por dejar de lado el plan, y sin embargo se congratulen por los cambios de modales de sus interlocutores: no queremos dialogar de nada pero os agradecemos que queráis dialogar. Bueno, más que enternecedor resulta cínico, ¿cómo cabe calificar, si no, el hecho de que Catilina Azkarate se felicite de que el PSE-EE considere que el Estatuto de Gernika "se puede y se debe reformar", si les importa un pimiento cualquier intento de reformarlo? La propia Catilina lamentaba que los socialistas pidieran de entrada que el PNV retirase su plan para empezar a hablar, ¿cómo pretenderá hablar sin condiciones con alguien que no puede admitir las condiciones que supone el plan? Hombre, también mueve a risa el argumento de Catilina sosteniendo que hay partir del plan porque llevan dos años con él; ¿desde cuándo dos años representarían un obstáculo para un partido que piensa en milenios?

Imaz de Catilina también guardaba los mejores augurios para la era de "diálogo y franco" abierta por el 11-M, pero la vaciaba de contenido poniendo las barreras del plan y del autogobierno que debe refrendar el pueblo vasco ("la prueba del algodón"). Lo más chusco de todo esto es que el callejón de salida del diálogo sin límites y la imposibilidad de reformar el Estatuto sea visto por Otegi como "cantos de apareamiento", y ahí es como para inquietarse. Porque si Catilina tiene cifradas sus esperanzas en Cataluña, no sería malo recordarle que tuviera en cuenta la mala calidad del semen de los barceloneses, que se encuentra entre los peores del mundo según un reciente estudio. Y, claro, estas cosas no conviene dejarlas a humo de pajas dado el serio problema demográfico que nos aqueja. ¿O sí?

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