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Madrid-Kosovo

Francisco Veiga

El que firma estas líneas entrevistó en dos ocasiones a Ibrahim Rugova, líder de la Liga Democrática de Kosovo en tiempos de la resistencia contra la autoridad serbio-yugoslava. La cosa iba siempre bastante rápida porque todo su proyecto político consistía en que la OTAN interviniera y las potencias occidentales garantizaran la independencia de Kosovo. Pero esa estrategia no era tan peculiar de Rugova; en realidad, venía a ser la de una mayoría de políticos albaneses de Kosovo a lo largo de los noventa; y también, la de otros muchos líderes de las repúblicas ex yugoslavas. En realidad, forma parte de esa característica forma de hacer política en los Balcanes desde hace casi dos siglos: cuando las cosas se ponen feas o no van como desearían los pertinentes líderes nacionalistas, se trata de forzar una intervención de las grandes potencias para intentar después manipular la situación a conveniencia propia.

Independencia de Kosovo equivale a destrucción asegurada de Macedonia
Todas las propuestas son malas para los nacionalistas albaneses excepto la independencia
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Estos días ha vuelto a estallar la violencia en Kosovo, hemos escuchado nuevamente las viejas cantinelas de la última década: que si unos niños ahogados, que si un joven tiroteado. Es el mismo lenguaje victimista de los albaneses y serbios de Kosovo en los ochenta. En el análisis de lo sucedido estos días aparecen explicaciones bien claras. Este mismo año 2004 habrá elecciones en Kosovo y desde hace algún tiempo se desarrolla una áspera polémica sobre el nuevo sistema electoral que según la UNMIK (misión de la ONU en Kosovo) debería ser cerrado, lo que ha encontrado resistencia por parte de los sectores nacionalistas albaneses. Junto con todo ello, está la idea de que el próximo año será el de la aprobación del estatuto de Kosovo, que los albaneses locales identifican con independencia. Una reciente conferencia apadrinada en Suiza por una ONG local se ha dedicado a discutir por adelantado sobre el estatus final de la provincia. Como era de esperar, todas las propuestas son malas para los nacionalistas albaneses, excepto la que contempla una independencia total, sin condiciones y sin estatuto regulador de las relaciones con la minoría serbia. Una propuesta muy "original" que ya se escuchaba durante las discusiones para la independencia de las repúblicas ex yugoslavas en 1991. Pero esta salida conllevaría una nueva limpieza étnica, la expulsión de los últimos serbios presentes en la región; y resulta inaceptable para la Administración internacional. Por otra parte, mientras en Bosnia se ha impuesto una reunificación de Mostar iniciándose la reconciliación de musulmanes y croatas, en Kosovo nadie quiere repetir la experiencia con Mitrovica, cantonalizada de hecho entre serbios y albaneses. Da una idea del talante que la inauguración del nuevo Parlamento de Kosovo ha provocado un incidente con el jefe de la UNMIK, Harri Holken, dado que sus enormes paneles decorativos están dedicados a las gestas históricas de los albaneses... y nadie más.

Así que la caldera estuvo cociendo conflictos durante las últimas semanas y ahora ha estallado en sintonía con los atentados acaecidos en Madrid. Mientras en Europa y Estados Unidos la preocupación sube enteros cada día ante el espectacular atentado del 11-M y sus consecuencias a escala internacional, para los albaneses de Kosovo ha sido el momento áureo para abrir un nuevo frente. El objetivo principal es marear lo suficiente a las potencias intervinientes para que terminen arrojando la toalla, lo que da una idea muy clara del tipo de independencia que desean los instigadores del pogromo.

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Por si faltara algo, en Belgrado acaba de formarse un débil Gobierno dirigido por el nacionalista Vojislav Kostunica y los radicales se han convertido en el partido más votado en las elecciones. Por lo tanto, la ocasión la pintan calva para los nacionalistas albaneses y serbios. Estos últimos han entrado a trapo en los incidentes de Kosovo porque les dan pie para otra maravillosa e irrepetible huida hacia delante en un panorama político fragmentado, plagado de políticos inútiles que, como sus hermanos albaneses, no tienen ni idea de lo que harán pasado mañana.

Si en la mayor parte de los Balcanes gobiernan o conspiran letales políticos sin ideas, en Occidente las cosas no andan mucho mejor. Aunque brevemente, han vuelto a aflorar los aprendices de brujo que claman por supuestas soluciones propias de hace un par de siglos, cuando la soberanía nacional se resumía en la frontera, esa institución que en los Balcanes es muchas veces principio y fin de toda acción política. Por lo tanto, hemos de suponer que en una Europa que lucha por la expansión del espacio Schengen a todos sus componentes, la solución que predomina entre los albaneses de Kosovo es, pura y simplemente, la de siempre: independencia sin condiciones. La Administración internacional ya ha sido instrumentalizada y no da más de sí, se ha convertido en un estorbo porque ya no sirve a los intereses de los nacionalistas albaneses. Y ojo con mencionar la contradicción básica: ¿Qué hacer entonces con la integridad estatal de Macedonia? La diplomacia occidental ha intentado que los conceptos de Estado nacional y federación coexistieran en los Balcanes, pero a la chita callando. La realidad es más tozuda, y por ello, independencia de Kosovo equivale a destrucción asegurada de Macedonia, y ésta a su vez, a desestabilización del sur balcánico. Eso constituye un peligro de tal calibre para el proceso de integración europea, de la "vieja Europa", que una vez más, todo este preparado incidente kosovar huele a cuerno quemado en relación al berrinche norteamericano con el rumbo que han tomado las cosas en España y por lo tanto en Irak, y por ello en la Casa Blanca. Porque también es casualidad que hace un año, coincidiendo con la inminente invasión del país árabe, apareciera un Ejército Nacional Albanés que anduvo organizando acciones violentas por Macedonia y Kosovo a lo largo de la primavera y el verano.

La primavera es otra cuestión. Los conflictos balcánicos suelen despuntar en primavera y desarollarse en verano: desde las guerras de Croacia y Eslovenia, en el remoto 1991, hasta los atentados políticos en Serbia, pasando por el inicio del conflicto bosnio, la insurgencia en Kosovo, las guerrillas albanesas aquí y allá. Mortales marzos, feroces julios. Conflictos a caballo de las estaciones que dan idea de la importancia que tiene en los Balcanes la simple contumacia, sustitutiva del arte de la política, la capacidad de negociación y la conciliación de intereses. Kosovo es una región europea donde los juristas de la Administración internacional han tenido que tolerar y hasta aplicar más o menos bajo cuerda el Kanun de Leke Dukagjini, transmitido oralmente desde el siglo XV que se utiliza para solventar numerosos conflictos relacionados con la propiedad y la familia, pero también establece reglas para los ajustes de cuentas por honor. Es la venganza de sangre, la gjakmarrje, la ley del koka për kokë que cada vez se extiende más entre los mismos albaneses. Un panorama muy poco prometedor para los inversores y para el turismo, para la integración de la zona en la UE del siglo XXI.

Francisco Veiga es profesor de Historia de la Europa oriental en la UAB y autor de Slobo (2004) y La trampa balcánica.

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