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CÁMARA OCULTA | NOTICIAS Y RODAJES
Columna
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Ojos verdes

Cuando Raquel Rodrigo era una de las estrellas más populares del cine español no hacían falta leyes sobre la excepción cultural que protegieran al cine. En aquellos años de la Segunda República, las películas extranjeras se proyectaban con subtítulos, y la industria del cine americano estaba lejos de lograr su sueño de dominar el mundo. Raquel Rodrigo no tenía el talento de Imperio Argentina, ni era tan guapa como Antoñita Colomé, ni siquiera tuvo la leyenda de republicana en el exilio como Rosita Díaz Gimeno, pero hizo películas con gracia y talento, como La verbena de la Paloma, Doña Francisquita o La reina mora, rodadas antes de la guerra, o El barbero de Sevilla, filmada luego en la Alemania nazi, en las que lució su versatilidad para el canto.

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En cierta ocasión rememoró ante un grupo de jóvenes aquellos años en que la policía debía controlar los tumultos de admiradores que se producían a su paso, mientras que ahora suspiraba por un papelito en la televisión por pequeño que fuese. Le habían cambiado los tiempos, también al cine español, aunque siguió trabajando hasta el final: entre otros directores, Basilio Martín Patino la recuperó para su falso documental andaluz Ojos verdes, prácticamente inédito en las televisiones y ahora en DVD, donde Raquel Rodrigo interpreta a una anciana que en su juventud había inspirado tan mítico sobrenombre.

Corren otros tiempos y ahora la excepción cultural parece un tema ineludible. O la diversidad cultural, como se la ha recalificado rebajando sus ambiciones. Los 190 países miembros de la Unesco llegaron a acuerdos básicos sobre el tema intentando que las expresiones culturales no se consideren meros productos de mercado y que, en consecuencia, gocen de protecciones especiales. Más claro aún, hay que protegerse de la invasión de Hollywood.

Excepción cultural

Los franceses, ya es sabido, encabezan esta reivindicación desde hace tiempo. Son un modelo a seguir, según ha manifestado esta semana el presidente de la federación de asociaciones de productores de todo el mundo, Andrés Vicente Gómez, ante las perspectivas de un nuevo horizonte político español. Por supuesto, el productor ha hecho especial hincapié en el ejemplo más importante: el centro autónomo cinematográfico francés, "cuyos fondos -de 447,9 millones de euros- se cubren con el impuesto de las televisiones -el 5% de sus ingresos por publicidad y pagos de abonados-, y con el 11% con que se gravan las entradas de los cines".

El Gobierno de Aznar nunca ha sido partidario de la excepción cultural, todo lo contrario, y así de claro lo expuso el presidente en funciones durante su famoso discurso en Washington: "La excepción cultural es el refugio de las culturas que están siendo derrotadas, de las que están en retroceso", considerando el hombre que el castellano es un arma suficiente para abrir mercados internacionales. Ahora, según ha dicho Gómez, el reto del nuevo Gobierno es el de "facilitar las herramientas para que este cambio sea posible".

Cambios que, si llegan algún día, no alcanzarán ya a Raquel Rodrigo, "la novia de España", como se la definió en su día, fallecida anteayer en el olvido, sin haber tenido oportunidades de prolongar su talento en un cine que ya en la posguerra regaló su lengua al Hollywood invasor, con la imposición franquista del doblaje obligatorio. Ahí empezaron los problemas.

Raquel Rodrigo, en una foto tomada en 1941.
Raquel Rodrigo, en una foto tomada en 1941.EFE
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