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El caos frena las adopciones en Haití

La corrupción y el desmoronamiento político retrasan las solicitudes de 30 familias españolas

Juan Jesús Aznárez

A fines de febrero, cuando la caída del presidente Jean Bertrand Aristide parecía inminente y Puerto Príncipe era una jungla, Rosa Andrée Bony, directora del Instituto de Bienestar Social e Investigación, huyó hacia República Dominicana con un millón de dólares en los bolsillos y un niño en brazos. Había robado a destajo, según los cargos, durante los procesos de adopción de niños haitianos, una treintena solicitados por familias españolas. La fuga de la funcionaria y el paralelo desmoronamiento del Gobierno bloquearon los procesos de adopción. "Pido a las familias paciencia", subraya Jacob J. Bernard, director del orfanato Hogar de la esperanza.

El acceso al orfanato del barrio Fort Mecredi, en una de los arrabales capitalinos tomados por los disturbios, es trabajoso porque algunas de las calles aún están cortadas por contenedores o montañas de basura. "El pecado es el primer paso hacia el infierno", escribió alguien en la pizarra de un aula de la menesterosa casona que alberga a 59 niños, negros la mayoría, aproximadamente 40 en adopción y 18 asignados a hogares españoles. "Alabemos al Señor", dice otra de las leyendas de la escuela-orfanato fundada en el año 1986 por una dama caritativa y batista de Boston. "Todas las oficinas están cerradas. ¿Qué podemos hacer?", insiste Bernard.

El 25% de los críos de Haití sufre desnutrición crónica y un 40% es maltratado
La directora de Bienestar retrasaba o aceleraba el proceso según pago bajo cuerda

"¡Papá, papá!". La carencia de mimos es tal que conmueve la pasión de los niños por obtenerlos. Retozones chavalillos de dos, tres, cuatro o cinco años se cuelgan del cuello de los dos periodistas españoles, se aferran a sus piernas, les sonríen y besan; sus "papa" o "mama"" en créole, la lengua nacional, suenan al "papá" o "mamá" en español. Cleana será hija de una pareja española que la espera como agua de mayo. Tímida al principio, pronto es ternura y curiosidad. Los críos ansían el juego y la caricia de los extranjeros blancos. "Le están pidiendo que los abrace", dice una empleada. Los brazos en alto y las miradas implorantes lo decían todo.

Parejas estadounidenses y francesas suman el mayor número de peticiones de adopción, varios cientos, y la treintena solicitada por las españolas aguarda en tres o cuatro orfanatos. "Desde el principio estamos volcados en estos casos, pero volcados", dice el embajador español, Paulino González Corugedo. "Pero el problema es que no hay interlocutores. No hay legalización posible en el Ministerio de Asuntos Exteriores". El embajador y Pilar Méndez, cónsul, se consideran injustamente tratados en España, donde padres de acogida les reprocharon malos modos cuando la delicadeza era imprescindible y ningún temple en el manejo de la crisis o simplemente desidia. "Nos han llegado a bloquear los servicios con 400 correos en cadena y faxes insultantes", señala el jefe de la legación. "Pero los primeros perjudicados son ellos porque limitan nuestra capacidad de trabajo. Estamos haciendo todo lo que podemos".

El proceso de adopción en Haití, país no signatario de la Convención de la Haya sobre Adopciones, es relativamente corto, entre seis meses y un año, pero obliga a desembolsos importantes para completarlo con agilidad: más de 6.000 euros de promedio por familia. La directora general del Instituto de Bienestar retrasaba unos expedientes o aceleraba otros según el dinero recibido bajo manga. Las familias fueron exprimidas por funcionarios de Exteriores, magistrados del Tribunal de Paz, del Tribunal Civil, Emigración. La ronda de papeleos ha sido, a veces, de doble recorrido y corrupta. "Esperamos que las nuevas autoridades efectúen algún nombramiento para desbloquear los casos", agrega el embajador español.

El perfil de Jacob J. Bernard es singular: además de dirigir el orfanato ' y el sistema de adopción New Link Life, es propietario de la agencia Nacia, que tramita peticiones de adopción. Tres personas trabajan en su despacho, un costado del Palacio Nacional. La cita es telefónica porque Bernard no acude a la agencia al temer ser secuestrado, dice, por los chimeres

, matones del depuesto presidente. "Soy propietario y quieren dinero". Todos los actores de la cadena de adopción quieren dinero. El director, al parecer estadounidense, de un orfanato en Etiopía llegó a trasladar niños etíopes a Haití para hacerlos pasar por haitianos, "que tienen mejor salida hacia EE UU y Canadá", según una fuente que conoce esa mafia.

El doctor Bernard ("consultor de Problemas Psicológicos de Adultos y Niños, según su tarjeta de visita"), es abrazado por algunos niños a su llegada a la casona. "Son mis hijos". La corrupción en Haití en todos los órdenes "es obra del sistema del el Satanás Aristide", reitera el agente. El dinero debajo de la mesa se sucede de un trámite a otro. Durante la violencia callejera que acompañó la renuncia de Aristide, dos orfanatos fueron asaltados por turbas que buscaban comida y dinero. "El nuestro lo respetaron porque da clases y de comer a otros 150 niños del barrio". Pese a todo, hubo momentos de grave incertidumbre.

Los niños de orfanato están ahora protegidos y mejor alimentados que la mayoría de sus pequeños compatriotas de la calle o de hogares donde la miseria es el pan nuestro de cada día. La degradación social y económica acentuó la penuria del grueso de los 8,5 millones de haitianos, el 80% con menos de un dólar al día. El sida y las infecciones son una plaga. Entre 1995 y 2000, la tasa de mortalidad infantil pasó del 74 al 80 por mil, según el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD). El 25% de los niños sufre desnutrición crónica y el 6% desnutrición aguda. Y el 40% es maltratado.

Miles de críos, entre cinco y siete años, vagan por el país, despreciados y sin futuro, y el dinero de las ONG y el enviado por las familias de adopción es maná en las casas de acogida. Las perolas del Hogar de la Esperanza cocían arroz y carne este jueves mientras los críos, en filia india, esperaban turno. El orfanato-escuela se enclava en Fort Mecredi, con más de 250.000 vecinos y una apariencia más salubre y digna que el chabolismo de lata, cartón y vertedero de Cité Soleil o La Saline.

"Algunos niños llegaron con tuberculosis y diarreas, pero sanaron", dice el director de la escuela-orfanato. Desde la azotea, cayendo a plomo el sol antillano, se divisa el puerto de Puerto Príncipe y la acumulación de rancherías. A la espera, los críos ven la televisión, juegan y comen. Les falta el cariño que los treinta habrán de encontrar en España.

Niños asignados para su adopción por familias españolas, el jueves en el orfanato Hogar de la Esperanza, en Puerto Príncipe.
Niños asignados para su adopción por familias españolas, el jueves en el orfanato Hogar de la Esperanza, en Puerto Príncipe.J. J. A.

Nuevo Gobierno y desbloqueo

Los ministros haitianos corrieron a esconderse o abandonaron el país los últimos días de la crisis, cuando el derrocamiento de Aristide era cuestión de días, y la precaria administración de esta nación caribeña quedó paralizada. El nuevo primer ministro, Gerard Latortue, deberá formar Gobierno en los próximos días para recuperar, en lo posible, el funcionamiento del Estado.

También deberán ponerse al día los padres españoles de acogida que todavía no tiene la documentación requerida. Entre los 18 niños asignados en el Hogar de la Esperanza, cuatro o cinco son todavía bebés de pañal y el resto más mayorcitos. Generalmente, antes de la asignación, se les efectúan las pruebas de sida, hepatitis, sífilis y anemia falciforme. La legislación española y haitiana regulan de forma diferente la adopción. Al no ser Haití país firmante del Convenio de La Haya, la adopción ante los tribunales haitianos no lo es en España, que obliga a ulteriores trámites, puramente burocráticos, para aprobarla.

"Hay gente que ha pedido un niño y no tiene ni uno sólo de los papeles requeridos en Haití, y ni tan siquiera el Certificado de Idoneidad que se pide en España", señalan fuentes diplomáticas en Puerto Príncipe. La embajada española se limita a documentar los papeles ultimados en España y Haití y estampar el visado correspondiente en el pasaporte haitiano del niño.

La recomendación del ministerio de Asuntos Exteriores de no viajar a Haití durante las semanas de las revueltas, el asalto de varios orfanatos, y la angustia e impotencia de las parejas adoptantes fueron factores que complicaron todo. Previsiblemente, las nuevas autoridades haitianas intentarán agilizar los trámites pendientes y, olvidando los momentos de crispación y alarma, los padres de acogida y los diplomáticos españoles podrán abordar una relación más fluida y provechosa.

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