La BBC se disculpa por el 'caso Kelly'
El Gobierno acepta la petición de excusas "sin reservas" y da por zanjado el litigio
La BBC y Tony Blair dieron ayer por cerrado su contencioso, pero las heridas amenazan con supurar durante mucho tiempo. La corporación vivió un día casi tan dramático como la víspera, que arrancó con la exigencia de Downing Street de una disculpa incondicional. A última hora de la mañana, el carismático director general de la BBC, Greg Dyke, dimitió. Poco después, su presidente en funciones, lord Ryder, presentó sus "disculpas sin reservas por nuestros errores y a los individuos afectados por ellos". Blair las aceptó enseguida con una sonrisa y dio por cerrado el conflicto.
Con la marcha de Greg Dyke, que se suma a la anunciada la víspera por el presidente del Consejo de Gobernadores, Gavyn Davies, parece cerrarse el círculo de dimisiones. El periodista Andrew Gilligan, que ha mostrado su deseo de seguir en la BBC, negocia su futuro con la corporación de la mano del Sindicato Nacional de Periodistas.
La marcha de Dyke, un director carismático y campechano que en cuatro años se hizo muy popular en la plantilla, provocó una ola de consternación entre los empleados. Muchos se echaron a la calle para congregarse ante las oficinas de la BBC en el centro de Londres. Varios cientos se reunieron después ante la sede central, en el oeste de Londres, adonde había ido Dyke para despedirse. "Yo no me quiero ir, pero no tengo más remedio que hacerlo. La BBC ha sido criticada con gran dureza y creo que no podríamos trazar una línea y seguir adelante si yo siguiera aquí", explicó.
La secuencia de acontecimientos de ayer fue quizás una señal de los tiempos que vienen. Por la mañana, el portavoz de Tony Blair había rechazado por insuficientes las disculpas que Dyke había presentado la víspera. Éste anunció su dimisión, parece que forzada por el Consejo de Gobernadores, y se despidió sin nuevas disculpas y amenazando con explicar más adelante por qué cree que el dictamen del juez Hutton fue injusto con la BBC.
Nada más irse Dyke, el presidente en funciones, lord Ryder, antiguo secretario político de Margaret Thatcher y ex jefe de filas tory en los Comunes, hizo lo que le pedía el Gobierno. "En nombre de la BBC no tengo ningún inconveniente en disculparme sin reservas por nuestros errores y ante aquellos individuos cuya reputación se haya visto afectada por ellos", dijo. Eran las palabras que Tony Blair, y sobre todo su mano derecha, Alastair Campbell, habían querido escuchar desde el 29 de mayo de 2002.
Al poco de hablar lord Ryder, el primer ministro hizo unas breves declaraciones para aceptar las disculpas, pasar página y proclamar su compromiso con la independencia de la BBC. Lo mismo hizo a media tarde Campbell en una entrevista concedida a la corporación. Y también la ministra de Cultura, Tessa Jowell, de cuya cartera dependen las negociaciones para renovar la licencia de la BBC en los próximos dos años.
Muchos políticos y periodistas temen que la independencia de la BBC acabe siendo el pagano de esta crisis. Ayer menudearon los llamamientos a favor de esa independencia desde todo el arco parlamentario y periodístico, ante el temor de que la humillante derrota sufrida por la BBC tenga el efecto inmediato de que los periodistas de la corporación se sientan cohibidos y reduzcan su tradicional sentido crítico para evitarse problemas.
Una segunda consecuencia puede ser que la BBC pierda su actual condición de organismo no regulado, a diferencia del resto de medios de comunicación. El Partido Conservador quiere que la BBC quede bajo la tutela de un regulador y acabar con la dualidad que ahora permite al Consejo de Gobernadores actuar de garantes de la independencia de la BBC y al mismo tiempo garantes de su imparcialidad. "El conflicto inherente sobre las responsabilidades de los gobernadores es ahora insostenible y Ofcom [la oficina reguladora de las telecomunicaciones] tiene que regular a la BBC junto con los otros emisores", escribía ayer The Financial Times.
Y la tercera consecuencia puede ser que el Gobierno, con ayuda de los conservadores, aproveche la actual situación de debilidad de la BBC para reducir sus ingresos durante la renegociación de su licencia. Esta circunstancia le dificultaría mantener el despliegue de medios que le permite ser el líder hasta ahora indiscutido de todo el periodismo británico.
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