'Gripe del pollo'
Ni la neumonía asiática (SARS) ni el virus Ébola ni los priones de la encefalopatía espongiforme preocupan a los epidemiólogos tanto como una posible reaparición de la gripe española, que segó la vida de decenas de millones de personas en 1918. La gripe suele ser una enfermedad leve, pero su transmisión es tan eficaz de persona a persona que, en las raras ocasiones en que el virus se vuelve mortal, las cifras de víctimas alcanzan con facilidad proporciones catastróficas. Las distintas variedades del virus infectan a diferentes especies, y la gripe del pollo que se ha extendido por nueve países asiáticos está restringida casi por completo a las aves. Pero en los últimos dos meses, el virus ha demostrado que es capaz de saltar del pollo al ser humano, y ha causado la muerte de al menos siete personas en Asia. No es momento para la alarma, pero sí para la transparencia y la rapidez, y éstos son dos conceptos difíciles de asimilar para algunos Gobiernos asiáticos.
Los casos de transmisión de la gripe del pollo al ser humano son infrecuentes y requieren un contacto directo y habitual con las aves vivas o con sus heces. El problema es que, si un mismo individuo se contagia a la vez del virus aviar y del humano, ambos agentes infecciosos pueden intercambiar genes y crear un virus mortal que -ahora sí- se propague entre personas con la misma eficacia que la gripe común. Esto es lo que hay que evitar a toda costa.
Pero nada de esto es posible sin transparencia. Tailandia ha ocultado mucho tiempo que sus granjas estaban infectadas, y sólo ha admitido la situación este fin de semana, después de que el virus haya matado a un niño de seis años, y posiblemente a otras cinco personas. La principal causa de la epidemia global de neumonía asiática fue la opacidad del Gobierno chino. Tal vez el actual brote no llegue a convertirse en una tragedia, pero si algo parecido a la temida gripe española acaba por reaparecer, el mejor caldo de cultivo para ese virus será la ocultación.
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