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Reportaje:

Polonia, entre la lealtad a EE UU y la unión con Europa

Varsovia rechaza una Constitución europea que reduzca su poder y se alinea con Washington frente al eje franco-alemán

El desprestigio y caída de popularidad del primer ministro Leszek Miller y su partido de Gobierno, la Alianza de la Izquierda Democrática (SLD), la correlación internacional de fuerzas entre Europa y Estados Unidos y los temores atávicos basados en la historia del país cierran el margen de acción del Gobierno de Polonia y le obligan a mantener con firmeza su oposición a la propuesta constitucional del reparto de poder en la Unión Europea que tratan de llevar adelante Francia y Alemania.

En un momento de la Conferencia Intergubernamental Europea (CIG), celebrada en diciembre en Bruselas, y que se cerró con un fracaso al no lograr la aprobación de la Constitución europea, el canciller alemán Gerhard Schröder preguntó a Miller, primer ministro polaco, lisiado en una silla de ruedas por un accidente de helicóptero, si había una posibilidad de flexibilizar su negativa. Miller respondió tajante: "No". La CIG concluyó sin compromiso. La crisis de la UE estaba servida.

Un mes después de la fracasada CIG, Miller ya no se mueve en silla de ruedas, pero se encuentra demoscópicamente muerto. Un reciente sondeo constata que sólo un 17% de polacos apoya a su partido, la Alianza de la Izquierda Democrática (SLD), el de los antiguos comunistas reconvertidos en socialdemócratas. Un 26% votaría a los liberales de Plataforma Democrática (PO) y un 19% a los imprevisibles e indefinibles de Samoobrona (Autodefensa) del dirigente populista radical campesino Andrzej Lepper.

El Gobierno de Miller está contra las cuerdas y a punto de caer en la lona, con la difícil tarea de sacar adelante un duro programa de recortes sociales a cargo del superministro de Economía y Asuntos Sociales Jerzy Hausner. Se trata de recortar en los próximos cuatro años 32.000 millones de zlotys (6.800 millones de euros). Nada que sirva para incrementar la popularidad de Miller y su Gobierno. No obstante, en un punto cuenta con el apoyo de los polacos y de casi todos los partidos representados en la Dieta (Parlamento): la negativa al reparto de votos que tratan de imponer Francia y Alemania en la Constitución europea.

Un periodista polaco con un alto cargo en una cadena de televisión comentaba a EL PAÍS: "Ningún Parlamento aprobaría en Polonia esta Constitución y, por supuesto, ningún referéndum. Yo soy un europeísta convencido, pero no puedo evitar la sensación de que ganamos con el reparto de votos acordado en la cumbre europea de Niza y ahora nos quieren engañar. El referéndum europeo se ganó en junio sobre la base de lo acordado en Niza y ahora no se puede cambiar esto". El rechazo y la desconfianza hacia la UE y, sobre todo, a lo que se considera un intento hegemónico del directorio franco-alemán, se extiende en Polonia entre los populistas y demagogos de derecha y entre las minorías progresistas ilustradas.

El enfrentamiento entre la llamada Vieja Europa y EE UU sobre la guerra de Irak encendió en Polonia todas las señales de alarma. La nueva versión de una Triple Alianza entre Francia, Alemania y Rusia volcó a Polonia hacia el amigo americano. Las manifestaciones pacifistas y antiamericanas del 15 de febrero, que en España sacaron a un millón de personas a las calles, sólo congregaron a un puñado de personas en Varsovia. Para Polonia, EE UU le devolvió en dos ocasiones la integridad estatal, tras la I y la II Guerra Mundial, cuando Alemania y Rusia se habían repartido su territorio. Además, se considera que fue la Administración de Ronald Reagan y George Bush padre, más la acción del papa polaco Karol Wojtyla, y no la Europa de la distensión de los Willy Brandt y Helmut Schmidt, los que pusieron fin al orden implantado en Yalta y arrancaron a Polonia de las garras del comunismo.

Desde la crisis de las relaciones transatlánticas sobre Irak, Polonia ha tratado de llevar adelante un difícil equilibrio que se resume en la frase del presidente, Alexander Kwasniewski, sobre la opción entre Washington y la Unión Europea: "No pueden obligarnos a decir si queremos más a mamá o a papá". A Polonia le gustaría que EE UU garantizara su seguridad y la UE contribuyera a mejorar su economía. Este equilibrio no se ha logrado. La actitud prepotente de Francia y su presidente, Jacques Chirac, cuando dijo que los recién llegados a la UE eran unos malcriados que lo mejor que podían hacer era cerrar la boca; la posición de dureza de Alemania en las negociaciones para echar abajo lo acordado en Niza, junto con los planes de erigir en Berlín un centro conmemorativo de los alemanes deportados al final de la II Guerra Mundial; más el alineamiento franco-alemán en la crisis de Irak con Rusia, la otra bestia negra a lo largo de la historia de Polonia, aumentaron la desconfianza ante lo que se percibe como un intento hegemónico de la UE. Kwasniewski llegó a colocar la oposición a Bruselas en el mismo plano que la que en su día mantuvo Polonia contra los ocupantes del país y contra el comunismo. Una frase de un intelectual polaco responde con contundencia a la opción entre papá EE UU y mamá UE, cuando se acusó a Polonia de ser el caballo de Troya americano en Europa: "Prefiero ser el caballo de Troya de EE UU que el asno de la UE".

Apoyo de Aznar

En su enfrentamiento con Bruselas y la hegemonía franco-alemana, Polonia ha contado con un aliado inesperado en el Gobierno del PP de José María Aznar, a quien los ex comunistas que ahora gobiernan en Varsovia cubren de elogios como político fiable y de palabra. Ahora se abre la interrogante de qué ocurrirá después de las elecciones del 14 de marzo en España. La diplomacia polaca ha lanzado que podría llegarse a un acuerdo en la UE incluso antes de las elecciones españolas. Esto parece imposible ante las declaraciones de las partes implicadas. Alemania insiste en que no hay compromiso posible sin aceptar la doble mayoría en las votaciones de la UE: el 50% de los Estados y el 60% de los habitantes. El ministro de Exteriores de Polonia, Wlodzimierz Cimoszewicz, escribió el viernes en el Frankfurter Allgemeine Zeitung que la posición de su país ante el sistema de votación "permanece por principio invariable" y añade: "Ni palabras críticas injustificadas, ni cualquier intento de imponer una obligación carente de bases objetivas, cambiarán algo, aunque esto nos provoque un cierto desarreglo".

Entre la oposición de la España del PP y la de Bruselas ante la UE se advierte una diferencia esencial. El Gobierno del PP se enfrenta a sus aliados tradicionales en la UE: a la Francia que apoya la lucha antiterrorista contra ETA y a la Alemania contribuyente neta a los fondos europeos que recibe España. Para Polonia, el alineamiento con EE UU y la desconfianza hacia la hegemonía franco-alemana en la UE se ha convertido en un elemento esencial de su política.

Miller, en silla de ruedas tras un accidente, tras la cumbre de la UE de diciembre.
Miller, en silla de ruedas tras un accidente, tras la cumbre de la UE de diciembre.AP

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