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Tribuna:LA MEMORIA DE LA HUMANIDAD
Tribuna
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El saqueo que no cesa

Los responsables de la presencia militar española en Irak tienen la obligación de colaborar en la protección y conservación de un riquísimo patrimonio cultural.

Hacia fines del cuarto milenio antes de Cristo, en el seno de la cultura llamada de Uruk que se extendió por la mayor parte del Próximo Oriente, tuvo lugar una revolución cultural de enormes consecuencias y que marca la frontera entre prehistoria e historia: la invención de la escritura. Por primera vez, el hombre consiguió comunicar sus ideas y toda clase de información a través del espacio y del tiempo. Ciencia y literatura pudieron desde entonces transmitirse a través de los siglos. Fue en Uruk (actual Warka) en el sur del Irak, cerca de Samawah, la capital de la actual provincia de Al Muthanna, donde o se inventó la escritura, allí mismo o, por lo menos, donde se han recuperado los más antiguos archivos, escritos en cuneiforme sobre tablillas de arcilla. A diferencia del mundo egipcio, el mundo mesopotámico aplicó en gran escala la nueva invención a la administración pública y a la conservación del lenguaje, creando los primeros diccionarios. Para dar una idea de la envergadura de la burocracia, baste decir que sólo del periodo 2080-2030 antes de Cristo se han recuperado más de 52.000 documentos, una densidad de documentación que no se vuelve a encontrar hasta la Edad Media europea. Textos genuinamente literarios aparecen ya en el siglo XXV antes de Cristo.

Incumbe a las tropas de ocupación interrumpir los saqueos y alejar a los expoliadores
Muchas de estas tablillas son compradas por particulares con fines especulativos

Si bien esta cultura mesopotámica se extendía desde algo al sur de Bagdad hasta el Golfo, y se exportó hasta Irán por un lado y hasta el norte de Siria por el otro, los centros más activos y creadores se concentraron en lo que es ahora la provincia de Al Qadishiya, de actualidad por ser el área confiada a las tropas españolas de ocupación. Allí se encuentra Nippur, el centro religioso y cultural de la cultura sumeria que fue a la cultura súmero-acadia lo que el Ática a la cultura griega. No es exagerado decir que el 80% de nuestros conocimientos lingüísticos, literarios e históricos de la antigüedad provienen de textos excavados en Nippur y alrededores. Allí están también Fara y Abu Salabikh, donde se han recuperado las más antiguas obras literarias de la humanidad, Drehem, sede de un enorme centro administrativo durante el imperio de Ur III (siglo XXI antes de Cristo), Isin, capital del reino en los siglos XIX-XVIII antes de Cristo, uno de cuyos reyes, Lipit-ishtar, promulgó uno de los códigos de leyes más antiguos, y muchos otros yacimientos arqueológicos de primera importancia, objeto de cuidadosas excavaciones desde fines del XIX.

Desde 1991, y como consecuencia desafortunada de la anarquía que siguió a la guerra del Golfo, la gente local ha saqueado, y continúa saqueando, la mayoría de estos yacimientos, con la esperanza de encontrar objetos de valor para venderlos en el mercado negro de los anticuarios de países árabes y europeos. Mesopotamia no es Egipto, en el sentido de que tiene muy pocos objetos de arte espectaculares. La búsqueda del oro es desde luego quimérica; se han encontrado algunos objetos magníficos, por ejemplo, en las tumbas reales de Ur (siglo XXVI antes de Cristo) o en las de las reinas asirias (siglo VIII antes de Cristo), pero son hallazgos rarísimos. La mayor parte del botín es lo que podríamos llamar "intelectual": tablillas cuneiformes administrativas, pero también literarias, matemáticas, astronómicas, históricas. Muchas de estas tablillas son compradas por particulares con fines especulativos y acaban escondidas en una caja fuerte para ser quizá un día olvidadas. Otras, que carecen de un aspecto comercial, son simplemente tiradas. Ni que decir tiene que los restos arquitectónicos, frágiles por ser en gran parte de adobe, quedan completamente destruidos. La pérdida que todo esto representa para la historia cultural de la humanidad es incalculable. Bagdad no tiene en estos momentos ni el personal calificado ni los medios económicos para proteger los yacimientos arqueológicos como acostumbraba hacerlo en tiempos mejores. Incumbe a las tropas de ocupación la misión de interrumpir los saqueos y alejar a los expoliadores de los yacimientos.

El saqueo del Museo Nacional iraquí causó con razón una gran conmoción mundial, pero, desgraciadamente, pocos tienen conciencia de la continuada devastación de los sitios arqueológicos. Los responsables de la operación militar española tienen la obligación de ayudar a preservar el patrimonio de la humanidad representado por las antigüedades de Irak, dando las instrucciones oportunas. El control no es tan difícil: la incautación, por ejemplo, de los medios de transporte de los saqueadores, esas camionetas que han sustituido a los camellos por todo Oriente Próximo, parece que resulta sumamente eficaz. Hay que evitar a toda costa, aunque sólo sea por orgullo nacional, que futuros libros de historia incluyan apostillas tales como "el resto del archivo fue destruido durante la ocupación española, 2003-2004". Desde luego, durante operaciones de protección pueden surgir dificultades debidas a la política local.

La provincia de Al Qadishiya, contrariamente a lo que a menudo se dice, tiene una fuerte tradición revolucionaria. Por no hablar del periodo otomano, baste decir que el levantamiento contra los británicos en el verano de 1920, levantamiento que dejó una profunda huella en la historia oral y en la literatura (hay incluso poemas sobre ello), tuvo uno de sus centros en Diwaniya. La población fue arrasada por repetidos bombardeos de la aviación británica. Aunque el comisario civil británico pretende en su informe que el bombardeo causó sólo "unas veinte bajas y se destruyeron un centenar de ovejas", parece ser que a escala local fue un verdadero desastre, con repercusiones internacionales. La provincia ha sido siempre inquieta y todavía en 1991, después de la guerra del Golfo, tuvo lugar en Diwaniya una revuelta sangrienta. Quizá la vecindad con Al Najaf tuviera algo que ver en este caso, pero los análisis actuales de la situación iraquí olvidan casi siempre el fuerte sentimiento nacionalista del pueblo. Quizá todo empezara, como aseguran los británicos, con las tribus pidiendo "ni policías, ni tributos", pero pronto apareció un auténtico nacionalismo, articulado por políticos e intelectuales.

Sin este nacionalismo, que tiene su origen mítico en la revolución de 1920 y que rechaza apasionadamente cualquier intervención extranjera, no se puede explicar la historia de Irak a partir de la I Guerra Mundial. En más de una ocasión consiguió unir a suníes y chiíes que acosaban por igual a tropas turcas y británicas. Ya un informe del comisario británico (pero redactado explícitamente por Gertrud Bell) en 1920 buscaba la explicación en intrigas y conspiraciones de "turcos y bolcheviques" (a veces se añadían alemanes, franceses, etcétera), y en nuestros días se culpa a Sadam Husein y al Al Qaeda, resistiéndose a reconocer que el nacionalismo iraquí es un profundo sentimiento popular autóctono.

Nuestras tropas no deberán nunca olvidar que, a pesar de un barniz superficial de hospitalidad tradicional, serán siempre consideradas el enemigo.

Miguel Civil es catedrático emérito de Arqueología Oriental en la Universidad de Chicago.

Un iraquí recoge libros de la destruida Librería Nacional.
Un iraquí recoge libros de la destruida Librería Nacional.REUTERS

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