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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Peligroso euro

La apreciación del tipo de cambio del euro roza ya la zona de peligro, en la que el encarecimiento de las exportaciones puede limitar las posibilidades de recuperación del crecimiento económico. El área con un crecimiento más débil es la que ha registrado el mayor endurecimiento de sus condiciones monetarias, a través del mantenimiento de elevados tipos de interés en comparación con EE UU y Japón y del encarecimiento del euro frente a las principales monedas del mundo. A diferencia de las actuaciones de algunos bancos asiáticos -el de Japón, de forma manifiesta-, el Banco Central Europeo (BCE) no ha tratado en ningún momento de limitar la apreciación de su moneda mediante intervenciones en los mercados de divisas. Es lo correcto, siempre y cuando se mantenga alerta y con los reflejos suficientes para reducir los tipos de interés si la depreciación del dólar persiste.

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Aun cuando la revalorización del euro también ha sido significativa frente al yen japonés (8% en el último año) y frente a la libra esterlina ( 9%), el principal foco de atención se centra en la evolución del dólar. La causa de su pérdida de valor no es otra que la necesidad de atraer capitales exteriores para financiar un déficit en la balanza de pagos por cuenta corriente que supera ya los 500.000 millones de dólares. A diferencia de lo que ocurrió en otras épocas en las que ese desequilibrio aumentó, los inversores extranjeros se muestran ahora reticentes a situar sus ahorros en EE UU, en todo caso, en activos de larga duración, como son las inversiones directas. La Administración de Bush se ha distanciado de la política del dólar fuerte de Clinton, mostrándose mucho más sensible a las ventajas circunstanciales de una moneda depreciada para las empresas estadounidenses más expuestas a la competencia exterior.

Si se produjeran apreciaciones adicionales del euro, un 25% más elevado respecto al dólar que hace un año, no favorecerían el crecimiento de las ventas al exterior, único motor con el que intentan despegar las economías centrales de la eurozona, Alemania, Francia e Italia, fundamentalmente. Las propias previsiones del BCE de crecimiento de la eurozona -un 1,6% para 2004- pueden quedar seriamente en entredicho, dado que se sustentaban sobre un euro a 1,17 dólares, y no a 1,25, como se está registrado estos días.

Europa se enfrenta a algo que ya conocimos en España: una moneda fuerte coexistiendo con una economía débil y tipos de interés relativamente elevados. Pocas razones hay, por tanto, para la complacencia y para esa suerte de exhibición de un liderazgo o machismo monetario que puede llegar a dañar seriamente la posición competitiva de muchas empresas sobre las que descansa la recuperación del crecimiento en Europa.

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