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CLÁSICOS DEL SIGLO XX (2)
Columna
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Contra la muerte

La Guerra de España, el enfrentamiento civil desatado por el levantamiento del ejército rebelde contra la República, afectó de manera profunda a César Vallejo. Los vínculos del poeta peruano con "la madre España" se nutrían de sentimientos históricos, experiencias personales y sueños políticos de futuro. Expulsado de Francia a finales de 1930 por su militancia política, se había trasladado con su mujer a Madrid, ciudad en la que asistió al nacimiento de la República y en la que se afilió al Partido Comunista de España. Por aquellos años, para un poeta como César Vallejo, la palabra España no era un patrimonio del nacionalismo excluyente de la derecha, ni de la nostalgia colonialista, sino un legado histórico común, el origen de un idioma capaz de unir las calles de Santiago de Chuco y de Madrid, Bilbao o Guernica. Era también el modo de nombrar a un pueblo que a través de la urnas había conseguido afirmar su deseo de modernización social y de justicia política: "Un día prendió el pueblo su fósforo cautivo, oró de cólera / y soberanamente pleno, circular, cerró su natalicio con manos electivas; / arrastraban candados ya los déspotas, / y en el candado, sus bacterias muertas...".

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'España, aparta de mí este cáliz', de César Vallejo

España era una cultura viva, un pueblo con conciencia política y la posibilidad de un ser humano nuevo, el individuo que Vallejo había buscado en sus poemas. Porque ni las ideas sociales ni las ambiciones vanguardistas de la poesía eran posibles al margen de una sentimentalidad diferente. Por eso el poeta habló de "grupos de uno a uno, armados de hambre, en masa de a uno". La tragedia española, el vértigo contradictorio de la vida y la muerte, del amor y el odio, del dolor y la esperanza, condensó la crisis abierta en la poesía última de César Vallejo y cumplió el sentido de su obra. España, aparta de mí este cáliz es un libro de solidaridad con la República Española, pero también una indagación ideológica en los afanes y las apuestas del poeta, muy cercana a la que se ejerce en los Poemas humanos. Vallejo se escribía a sí mismo, "ganando en español toda la tierra".

César Vallejo fue uno de tantos herederos legítimos del modernismo que buscó una renovación de la poesía hispánica. Pero no quiso que esta renovación se produjese por los caminos del idealismo, ni a través del carnaval lingüístico de la vanguardia. En su artículo Poesía

nueva, publicado en 1926, en la revista Favorables París

Poema, criticó la pedantería de una renovación basada en metáforas vistosas y neologismos futuristas para defender un cambio de perspectiva: "La poesía nueva a base de sensibilidad nueva es, al contrario, simple y humana, y a primera vista se la tomaría por antigua o no atrae la atención sobre si es o si no es moderna. Es muy importante tomar nota de estas diferencias". Por eso su poesía se presentará siempre en un territorio humano, y por eso el drama de la Guerra Civil acude en España, aparta de mí este cáliz a las referencias evangélicas del Dios hecho hombre y de la pasión de Cristo. Vallejo no pretende consolar al ser humano con una divinización poética; antes bien, invade con el dolor y el sacrificio humano el lugar ocupado anteriormente por Dios.

Desde el primer poema, el Himno a los voluntarios de la

República, Vallejo exalta la voluntad de los que van a morir y a matar en la batalla para conquistar la vida. Si la poesía contemporánea suele utilizar la contradicción para afirmar y afirmarse, en el caso de Vallejo este recurso se convierte en una clave central que juega con la gramática, los personajes y las historias. Incluso la imaginación, que quiebra la lógica prevista de las enumeraciones, ayuda a conocer el mundo en la búsqueda de una síntesis entre contrarios. El ser humano no responde a ninguna esencia, es algo que debe fabricarse, que debe conquistarse. La realidad parece un campo de batalla y de trabajo, el campo en el que el ser humano se construye a sí mismo. Las experiencias dolorosas pueden interpretarse así como un camino hacia el amor, y el sacrificio de la muerte, como una opción de vida. El poeta canta el sacrificio de los voluntarios contra el totalitarismo que amenazaba a Europa, canta el empuje de una cultura popular, representada en las figuras de Cervantes, Teresa de Jesús, Goya o Lina Odena, y canta el esfuerzo del ser humano que construye su propia dimensión histórica. La compostura heroica de los soldados nunca se alejará de su raíz humana: "Ramón Collar, yuntero / y soldado hasta yerno de su suegro, / marido, hijo limítrofe del viejo Hijo del Hombre!".

La poesía de Vallejo nace también de una contradictoria alianza entre el optimismo y la lucidez negativa. Apuesta por el amor, la fuerza unitaria de "todos los hombres de la tierra" capaz de afirmarse contra la muerte y de resucitar al combatiente del poema Masa. Pero conoce también las limitaciones que existen dentro del nosotros: "¡Cuídate del leal ciento por ciento!... / ¡Cuídate de los que te aman! / ¡Cuídate de tus héroes!". Entre el deseo y la lucidez, el poeta asume su solitaria responsabilidad. Corre, se pregunta, se desgracia, escribe y toma postura.

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